Revista En Femenino

Lumbalgia en el embarazo

Por Clara Ingeniera @mamaingeniera

Hace dos días que estoy de baja en casa.

Alguna vez os he comentado por encima algo sobre mis problemas de espalda, y os prometí que os contaría qué me pasaba exactamente. Lo que no sabía es que llegaría este momento forzosamente, y tampoco que fuese tan pronto.

El lunes, cumpliendo 19 semanas, me levanté a las 5 de la mañana a hacer pis (para variar) con un dolor terrible en la cadera derecha. Tan terrible que no podía casi ni andar. Este dolor se extendía a las lumbares (me duelen cada día al levantarme desde hace semanas) y al bajo vientre (“me debo de estar expandiendo”, pensé yo).

Volví a la cama hasta las 7 que sonó el despertador, y me levanté exactamente igual. Al principio me extrañó porque en episodios anteriores de expansión uteril, estos dolores habían remitido a los 10 minutos. Pensando que se me pasaría y caminando muy poco a poco casi cojeando, me preparé para ir a trabajar.

Una vez en el curro, dado que mi silla es una cutresilla de 30€ del Ikea, a la media hora ya no sabía como ponerme. Me dolía todo. “Si a media mañana me sigue doliendo, me voy al médico”.

Se hicieron las 11, y yo seguía con dolores, pero no sabía que hacer. Hice varias consultas por Whatsapp, por Twitter, y varias personas me dijeron lo mismo “ve al médico, si no es nada te quedas tranquila, pero por si acaso”.

A las 12:30 llamaba a urgencias de mi CAP y me dieron cita para las 13h, aunque no me cogieron hasta las 14:30h. En la sala de espera acabé comiéndome el tuper que llevaba para el trabajo o me iba a dar un soponcio allí mismo.

Cuando entré en consulta, la doctora me empezó a tocar por todas partes. “Te duele?”, “y aquí?”, “y esto, ¿te duele?”.

Me hizo un análisis de orina para descartar una infección y finalmente me dijo que se trataba de una lumbalgia, aunque en el embarazo era difícil conocer el origen y que podía ser simplemente por el peso que estoy ganando, una mala postura o cualquier tontería. El dolor de la cadera y el bajo vientre se trataba de dolor reflejo.

Me dio una baja de 11 días y una receta de paracetamol, ya que es lo único que puedo tomar. Mucho reposo, nada de coger peso ni de estar de pie demasiado tiempo. Que intentase dar paseos cortos, pero que si me dolía, lo dejase.

Después de día y medio en casa, puedo decir que puedo caminar, pero muy despacio o enseguida vuelve a dolerme la cadera. Que ya no sé como ponerme, pero que las lumbares me siguen doliendo. Mi idea es volver cuanto antes al trabajo, pues me he ido sin dejar nada preparado, y aunque lo odie, yo soy así.

Mi intención hubiese sido la de hacer natación para embarazadas, pero ahora en verano no hay ningún curso y decidí no ir yo sola a la piscina porque puedo ser muy bestia y me asustaba hacer más esfuerzo del que debiera. Hago yoga prenatal, y no me disgusta, pero hace demasiado calor para moverme hasta el centro de BCN después de trabajar.

El caso es que, después de este achaque, he decidido que en cuanto abran los cursos de natación para embarazadas en alguno de los gimnasios de alrededor de mi casa, allá que me voy. Si a las 19 semanas ya he tenido este percance, ¿qué pasará más adelante?

Yo nací con una malformación congénita en la espalda. Tenía escoliosis severa y dos cervicales unidas en una. Esta escoliosis era tan severa que mi espalda era una S total, y en la zona lumbar, una de las vértebras no tiene su forma típica cuadrada, sino más bien es casi triangular.

A los 3 años, y sin entrar por la Seguridad Social, me pusieron mi primer corsé. Mis padres tuvieron que pedir dinero a toda la familia, porque las 300.000 pesetas que costaba no tenían de donde sacarlas (ahora serían 1800€, pero os hablo de finales de los 80).

Como me lo vieron a tiempo, solo lo tenía que llevar por la noche. Cuando me enfrascaba en él, quedaba en una postura torcida, con un pico que se me metía en una axila para que cuando intentase ponerme recta, me hiciese daño y volviese a la postura inicial. Solo podía dormir boca arriba o hacia la izquierda. Y en verano se me llenaba el cuerpo de ampollas por culpa del calor.

Así me pasé los siguientes 10 años. Renovando corsé cada vez que crecía, yendo a visitas interminables en La Fe de Valencia. Cuando empezaron a salirme las tetas, me desnudaban, me ponían el corsé con las tetillas colgando por fuera y un grupo de 20 estudiantes se dedicaba a observarme. Era super humillante.

Con 11 años sopesaron la idea de operarme. Quitarme todas esas vértebras malas y cambiarlas por el material que estuviese en auge en ese momento. Después de una resonancia magnética no lo vieron muy claro, y se les quitó la idea de la cabeza.

A los 13 años, ya desarrollada, me quitaron el aparato (así lo llamábamos), y lo tiré a la basura en cuanto salí del hospital. ¡Qué liberación! En 10 años no había dormido ni una sola noche sin ese cacharro puesto. Mi espalda se había enderezado todo lo que podía enderezarse, y aunque me quedaba (y me queda) una pequeña desviación donde está la vértebra amorfa en la zona lumbar, es mucho menos de lo que mucha gente de a pie tiene de normal.

No me hicieron rehabilitación después. Gran error. A los 16 años tuve mi primera enganchada en la espalda y me tiré 2 semanas en cama. No fue la última. Y he ido sufriendo contracturas en las cervicales y lumbalgias durante todos estos años. Lo único que lo mantiene a raya, es el deporte. Una buena musculatura en la espalda me libra de cualquier dolor y cualquier enganchada. Por eso lo echo tanto de menos. No solo por las endorfinas, sino por todos sus beneficios.

Hace unos 5 años visité un traumatólogo, porque para variar, me dolía la espalda. Después de la radiografía de rigor me dijo que tenía el Síndrome de Klippel-feil. Era la primera vez que escuchaba el nombre de la enfermedad y aunque me dijo que mi caso no era severo, me comentó que el hecho de que no me operasen fue un gran error, y que probablemente, en algún momento de mi vida, tendría que hacerlo.

Y esa es la historia de mi espalda. Un asunto que ha estado dando por saco toda la vida. El motivo por el cual, cuando empezamos la búsqueda, hizo que me apuntase a natación, pero lo dejé a los 6-7 meses y lo cambié por el running y el pilates. Lo dejé todo cuando comenzamos la FIV. No tenía los ánimos para seguir. Grandísimo error. Lo sé.

No os creáis que no me siento culpable de haber llegado a este punto tan pronto, pero me aterra hacer algún movimiento brusco y que pueda afectar a Bichito. Por eso quiero hacer curso de natación con un monitor siempre.

De momento, esperaré a que deje de dolerme y volveré a mis clases de yoga (aunque una hora semanal me parece casi absurdo) y en cuanto abran los cursos, me lanzaré a la piscina me cueste lo que me cueste.

Perdonad el tochaco de entrada. ¡Se me ha ido de las manos!

¡Qué tengáis un feliz miércoles!


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