Revista Cultura y Ocio

Luz de libertad, de Ismael Cruceta

Publicado el 21 octubre 2011 por Goizeder Lamariano Martín

Luz de libertad, de Ismael Cruceta

Título: Luz de libertad

Autor: Ismael Cruceta

Editorial: Edición personal

Año de publicación: 2009

Páginas: 182

ISBN: 9788461335428

Conocí a Ismael Cruceta en su blog Cajón de Historias poco después de crear Cuéntate la vida en abril de 2010. Y en marzo le conocí en persona en la quedada de Madrid. Ahora, siete meses después y tras haber compartido comidas, cenas, cafés, juergas y hasta karaokes, tengo la suerte de considerarlo un amigo, un gran amigo.

Por eso tenía ganas de leer su primera novela, Luz de libertad, que publicó en 2009, cuando sólo tenía 22 años y que la había escrito con 18 añitos. Todo un logro que no está al alcance de cualquiera. Pero es que Ismael no es cualquiera. Luz de libertad es la historia de Julio Silva, un famoso actor madrileño que, en apariencia, lo tiene todo. Fama, éxito, dinero, mujeres, viajes, casas en Los Ángeles y en Madrid, su Madrid, la ciudad con el cielo más bello del mundo y la amistad y el apoyo incondicional de su representante, Ramón Sánchez, que con los años acabará siendo su mejor amigo, su único amigo.
Conocemos a Julio cuando tiene 18 años y acaba de ingresar en la mejor escuela de Interpretación de Madrid. Llega allí con toda la fuerza y la energía, pisando fuerte, con ganas de triunfar, de arrasar y de comerse el mundo. Es bueno y lo sabe. Es el mejor de la clase. Lo sabe él, pero también sus profesores y sus compañeros. Aun así no le odian, no le tienen envidia, no le hacen el vacío. Todo lo contrario. Porque Julio tiene don de gentes, le cae bien a todo el mundo, tiene algo que hipnotiza, que cautiva, que seduce.

Eso lo sabe muy bien Irene Chantal, su joven compañera de clase que nada más verle en la prueba de ingreso a la escuela se enamora locamente de él. Y juntos viven los cinco mejores años de su vida. Son felices, viven intensamente, con pasión, con amor, con locura, con alegría, sin importarles nada ni nadie. Ellos son el centro del mundo, no necesitan nada más. Sólo ellos y su Madrid.

Pero el mundo gira demasiado deprisa y a Irene le da vértigo. No puede, no sabe o quizá no quiere seguir el ritmo de Julio. Las clases, los exámenes, pero también los ensayos, las obras de teatro, las películas. A Julio el éxito le llega pronto, muy pronto. Tanto él como Irene son demasiado jóvenes para asimilar tanto éxito, tanto dinero, tanta fama y tanta velocidad. Ya no pueden permanecer unidos. Mientras Irene desea soñar Julio prefiere convertir sus sueños en realidad. Por eso Irene se marcha a Atenas, dejando a Julio hundido, solo, vacío. Se vuelca en su trabajo, pero su profesión, su amor y su pasión por el cine no son suficientes para llenar ese enorme hueco que Irene ha dejado en su vida.

A lo largo de las páginas, con el paso de los años, Julio luchará para encontrar el equilibrio entre su éxito profesional y el personal y para valorar la amistad, el amor, el cariño, no sólo de Irene, sino también de Ramón o de sus padres.

Lejos de resultarme un personaje odioso, desagradable, ajeno o frío, los sentimientos de Julio, su incapacidad para compaginar su éxito profesional y laboral me han llegado muy adentro. Con un lenguaje y un estilo al mismo tiempo sencillo y lírico, cruel y dulce, triste y esperanzador, la historia de Julio Silva es cercana y, por encima de todo, humana. Todos podríamos ser Julio. Porque todos, en algún momento, nos hemos visto obligados a elegir.

Él ama el cine, es su luz, pero Irene también es su luz. Y al final, con dolor, con sufrimiento, comprenderá que esas luces no son excluyentes, que no hay por qué elegir entre una y otra. Que su vida, sus sueños, sus esperanzas, no estarán iluminadas del todo, no estarán completas, no podrá ser él, Julio Silva, si le falta alguna luz. Las necesita a las dos. Porque sin luz no hay libertad.

La novela está dividida en cuatro partes: Muerte y vida, La ausencia de Zeus, Escapar a la tortura y un epílogo. Las dos primeras fluyen sin que nos demos cuenta. Nos adentramos en el día a día, en la historia, en el pasado, en el presente y, en definitiva, en la vida de Julio Silva y desde el principio tenemos la sensación de que ya lo conocíamos, de que es un viejo amigo con el que nos reencontramos después de mucho tiempo, al que nos alegra volver a ver y, sobre todo, con el que queremos ponernos al día y escuchar y compartir todo lo que quiera contarnos.

Sin duda, la tercera parte y el epílogo son las que más me han sorprendido. Porque nos encontramos con un giro totalmente inesperado en la trama que me dejó sin aliento. Me sorprendió, me impactó y, por encima de todo, me hizo reflexionar. Sobre el respeto por las ideas, las nuestras y las de los demás. Sobre la libertad, esa libertad que siempre tiene que estar iluminada, no importa por cuántas luces, las que sean, las que nosotros queramos, porque para eso somos libres, para elegir qué o quién ilumina nuestro camino. Porque sin luz no hay libertad. Y necesitamos esa luz de libertad para ser felices, para creer, para soñar, para luchar, para amar y, sobre todo, para vivir.


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