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Madre mata hija (1933)

Publicado el 20 marzo 2011 por Pedsocial @Pedsocial

Madre mata hija (1933)Unos amigos psicoanalistas presentaban esta semana la película “Mi hija Hildegart” en un coloquio sobre Madre e hijas. Realizada en 1977 por Fernando Fernán Gómez, con guión de Rafael Azcona, cuenta la historia de Aurora Rodriguez Carballeira, una militante anarquista feminista de los años 30 del siglo pasado, que crió a una hija con el propósito de convertirla en adalid de la feminidad y acabó pegándole cuatro tiros a los veinte años. Condenada a prisión, al cabo de unos meses fue ingresada en el manicomio de Cienpozuelos, donde murió en 1955.

La peli es un discreto pestiño, con una dirección artística deplorable, una iluminación de anuncio de inmobiliaria y unos decorados cutres que desmerecen el notable esfuerzo de Amparo Soler Leal en el papel protagonista. Fruto de la época del destape, Fernando Fernán Gómez, entre voyeur y rijosillo, se empeñó en desnudar con la más mínima excusa a Carminita Roldán, que, a la sazón, estaba como un queso, para adornar el espectáculo.

En el coloquio, los psicoanalistas se interesaron sobre todo con el caso clínico de Aurora (“Aurora de sangre”, en la novela de Eduardo de Guzmán que dio origen a la película), su personalidad psicopática y su ulterior enloquecimiento también relatado en “El manuscrito encontrado en Ciempozuelos” relato del psiquatra Guillermo Rendueles. El caso da para bastante porque se enmarca en una época en la que se alumbraban los movimientos feministas (Hidegart escribió un ensayo sobre los métodos anticonceptivos) pero ya antes se puede relacionar con los desvaríos de las teorías eugenésicas que atraían por igual tanto a izquierdistas extremos o anarquistas como a los Nazis.

Pero mi punto de vista se fija en el proceso de educación y crianza de Hildegart, víctima de los designios perversos de su madre. Perversos por el método, cualquiera que fuese el fin.

Lamentablemente la proyección en la crianza y educación de los hijos de las obsesiones de los padres es una forma común de malos tratos. Padres que desean que sus hijos se conviertan en deportistas de elite o artistas precoces, a menudo con ánimo de lucro inmediato, abundan. Resulta sin embargo difícil de separar los legítimos deseos de triunfo de los hijos de las obsesiones opresivas.

Los que defendemos los derechos de los niños tenemos la obligación de detectar situaciones anómalas e intentar remediarlas. A veces sólo hace falta preguntarle a los niños.

Aurora Rodríguez había empezado a matar a su hija desde el momento de su concepción, aunque tardase veinte años en consumarlo.

X. Allué (Editor)



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