Revista En Femenino

Malas madres: derribando mitos

Por Mamikanguro @MamiKanguro

“No tenemos que caer en la trampa de ir por el camino trazado, de la manera `normal’ de criar y educar a los hijos manteniendo con ellos una relación de prepotencia.” (Casilda Rodrigáñez)

Somos comunicadores, cuidemos el lenguaje.

En primer lugar, quiero aclarar que se puede estar más o menos de acuerdo con las propuestas para ser una “mala madre” -me cuesta utilizar esta expresión de lo poco que me gusta etiquetar a las personas-, pero ante todo quiero aclarar la importancia de cuidar el lenguaje. Como comunicadores, es nuestra tarea buscar información, fuentes que respalden nuestras hipótesis, dedicar un tiempo a la reflexión personal y sobretodo, cuidar la manera en que comunicamos nuestro mensaje. Creo que al hablar de “malas madres” ya empezamos mal. “Si tu hijo te dice que eres una mala madre, entonces debes sentirte orgullosa de que estás haciendo las cosas bien” ¿¿Perdón?? Estoy de acuerdo con que existan normas que sirvan para la convivencia y el desarrollo de las personas que componen el grupo familiar pero…¿por qué esas normas deben ser tomadas por los padres sin posibilidad de considerar lo que los niños quieren u opinan? ¿Por qué sus deseos son reducidos a meros caprichos ante los que no hay que ceder? No podemos generalizar. No podemos reducir todos los deseos de nuestros hijos a caprichos que deben ser ignorados porque prima la norma que han inventado los padres. ¿De verdad queremos criar hijos que aprendan a ignorar sus verdaderos deseos y a hacer lo que los demás le dicen que hagan, aunque no quieran? ¿Queremos criar hijos sumisos o libres?

Maternidad/paternidad conscientematernidad paternidad

Todo el artículo deja entrever una justificada manera autoritaria de ejercer la maternidad, como si gracias a mostrarnos firmes, intransigentes e inflexibles, lográsemos criar hijos “bien” educados. Argumentar que “yo fui criada así y estoy orgullosa de ello” puede estar bien para quien educa como ha sido educado. Pero para aquel/aquella que lleva un trabajo de reflexión permanente sobre el origen de sus traumas emocionales, de aquellos esquemas mentales que frenan el avance en sus proyectos, su vida personal o profesional, estoy segura que no están tan de acuerdo con la educación recibida. Quienes hemos podido realizar una revisión acerca de nuestra propia educación y crianza, me animo a afirmar que somos capaces de discernir entre aquello que repetiríamos y aquello que jamás querríamos repetir. Para los que estamos en el camino de la maternidad/paternidad consciente, existe una actitud de reflexión constante y una necesidad de sincerarnos respecto a las verdaderas emociones que se esconden detrás de nuestros actos y decisiones como padres/madres. La maternidad/paternidad consciente implica ver los deseos de nuestros hijos no como meros caprichos o rabietas, sino a través de una actitud de revisión y comprensión del contexto y las circunstancias en las que se manifiesta esa actitud en el niño. La autora Casilda Rodrigáñez explica en su libro “Poner límites o informar de los límites” que no podemos reducir los deseos de los niños a meros caprichos porque sino ellos sentirán que sus deseos no importan, y por tanto,  sentirán que no son aceptados y amados incondicionalmente.

“Los niños y las niñas que crecen sin consideración a sus deseos, a su impulso vital, sienten una gran soledad; soledad que ha sido detectada con mucha frecuencia por psicólogos y psicólogas. Las cualidades tales como la confianza y la reciprocidad propias de la capacidad humana de amar, se lesionan. Porque lo propio del ser humano es amar y ser amado incondicionalmente.”

niños y respeto

¿Trabajar gratis y pagar sus juguetes?

“Tenemos hasta la médula asumida la superioridad adulta con respecto a la infancia, la noción de que a las criaturas hay que manejarlas, porque ellas ni saben ni entienden, y la prepotencia nos sale inconscientemente”. (Casilda Rodrigañez).

Otro aspecto a discutir en el artículo es la desconsideración sobre las capacidades de los niños. Se los subestima constantemente y se cree que las madres y los padres tenemos la autoridad por encima de ellos. Por ejemplo, para que los niños valoren lo que tienen, se les propone que paguen por sus cosas. A primera vista no parece algo con lo que no coincidiríamos. Ahora se me ocurre proponer: ¿cuánta información le damos a nuestros hijos sobre nuestra situación económica? Pareciera un tema que no deberíamos hablarlo con ellos, pero si queremos explicarles por qué un determinado juguete es demasiado caro y no podríamos pagarlo, no veo porque estaría mal sentarnos con ellos a explicarles la economía familiar y diseñar juntos un plan -si es posible y la familia está de acuerdo- para alcanzarlo. Tal vez la solución que surge luego de una asamblea familiar en la que todos han podido dar su opinión es la misma a la que ha llegado este artículo (que se lo pague el niño), pero el camino ha sido muy diferente. En una situación es una norma establecida por los padres y no hay opción, y en la otra alternativa nuestros hijos han aprendido a escuchar, conocer cómo funciona la economía familiar y las entradas y los gastos que de ella derivan, a respetar la opinión del otro y buscar una solución con la que todos estemos a gusto.  Claro que lleva más tiempo pero nadie ha dicho que criar a nuestros hijos con amor y respeto sea un camino rápido y fácil. Si se trata de ofrecer herramientas a nuestros hijos para afrontar el mundo, no veo opción más sana que la de fomentar la escucha, el respeto y la consideración de los deseos del otro. No se trata de criar hijos para este mundo, sino de darles herramientas para cambiarlo.

“Desde el momento en que en lugar de darles una explicación interponemos un ‘no’, estamos impidiendo el aprendizaje de su entorno, y es este desconocimiento del entorno junto con la permanente inhibición de la acción propia de la criatura lo que le vuelve peligroso.” Dolto, Françoise, “La cause des enfants”.

Por otro lado, se fomenta que trabajen gratis. Cuando se trata de un grupo familiar numeroso, está claro que necesitemos la colaboración de todos los integrantes en lo que puedan aportar. Colaborar no es trabajar. No tiene que haber un resultado o un premio. Para que nuestros hijos se impliquen en las tareas de la casa o en la colaboración, será importante la comunicación que establezcamos con ellos y sobretodo, poder compartir la información sobre lo que sentimos, lo que necesitamos, ponernos de acuerdo para que cada miembro tenga su lugar y su tiempo. No se trata de un camino fácil y ni siquiera hay santas soluciones. Sí hay decisiones que tomamos a diario y que debemos revisar si las tomamos teniendo en cuenta la opinión o los deseos del otro. Es tiempo de ver a nuestros hijos como personas con capacidades y aptitudes para colaborar, escuchar, comprender la dinámica familiar, y con el derecho a ser informados sobre los planes que los adultos tenemos, así como también a manifestar sus opiniones. Al fin y al cabo, ellos también tendrán sus planes y merecerán nuestro respeto.

mala madre

 

De cortesía y buenos modales

Cuando el niño es tratado con respeto, es escuchado, no se le grita y sus errores son tratados con amor, ese niño no necesita saber de protocolos de buena conducta. Coincido en que somos los primeros que debemos mirarnos con amor al equivocarnos y trasmitirles ese mismo amor a nuestros hijos ante sus equivocaciones. Me gusta pensar y transmitir a mi hija que debemos agradecer cada situación en la que nos equivocamos, porque de allí aprendemos algo. Entonces el error se transforma en oportunidad y en algo positivo.

Sobre el uso de las tecnologías

Aunque esté de acuerdo con el mensaje, me chirrían las palabras elegidas para hablar de ellas porque cuando se dice “toma el control de la tecnología que usan” me suena a “te dejo que uses internet pero te espío todos los mails y las webs que visitas”. Si llegamos a ese punto entonces no hay confianza. ¿Qué se puede hacer? Hablar. Dialogar con nuestros hijos todo lo que necesitemos. Escucharlos, que nos escuchen, explicarles cuál es nuestra postura respecto a las tecnologías y no dejarlos horas colgados frente a la pantalla. Proponer juegos, actividades, alternativas…Si existe la necesidad de espiar a nuestros hijos es porque queremos controlarlos, o porque no confiamos en ellos. Y si hemos llegado a ese punto, entonces habría que trabajar sobre la recuperación de la confianza, estrechar los lazos, compartir más tiempo con ellos, hablar, conocerlos, y amarlos verdaderamente.

“La maternidad verdadera y consecuente es un permanente cuestionamiento del orden social y existente. La maternidad consecuente sería crear el Paraíso para los hijos, y sino podemos ofrecérselo, entonces tenemos que luchar por él y hacerles saber la situación, y que en cualquier caso, siempre siempre nuestro deseo y nuestro amor de madre es ese; que esa es exactamente la cualidad del amor de madre; pero que como no hay Paraíso, pues vamos a ver lo que podemos hacer para pasarlo lo mejor posible”. (Casilda Rodrigáñez)

La vida no es fácil pero no se la compliquemos a nuestros hijos

Cuando se habla de no facilitarle la vida a nuestros hijos se están tratando con bastante banalidad los problemas que nuestros hijos pueden tener en la vida e incluso la manera en que nos puede afectar a las madres/padres este asunto. Si mal no entiendo, la autora quiere decir que no seamos sobre-protectores con nuestros hijos. Sí, es un punto interesante para reflexionar, pero siempre se puede plantear de una manera más amorosa sin menospreciar. Pero ¿qué quiere decir la autora con “no facilitarles la vida”? O mejor dicho ¿qué pueden entender los lectores con esto? Esa es la clave donde veo el peligro. ¿Facilitamos la vida a nuestros hijos cuando vemos que otro niño le pega en el parque y no intervenimos para que nuestro hijo aprenda a defenderse solo? ¿Facilitamos la vida a nuestros hijos cuando sus compañeros de clase se burlan de ellos y no hablamos con los profesores porque creemos que así ellos aprenderán a defenderse? Hay que tener mucho cuidado con esta manera de plantear el problema. Lo más importante será evaluar la manera en que se sienta cada miembro de la familia respecto al problema y en función de ello que puedan actuar de acuerdo a sus necesidades.

Consecuencias del desamor y el autoritarismo.

En mi opinión, el articulo de Megan Wallgren promueve el autoritarismo en la medida en que legitima al tirano -la mala madre- que debe actuar por encima de los deseos de sus hijos, justificándose a través del ejercicio del poder patriarcal. Tomar decisiones e imponer límites sin considerar al otro.

La depresión infantil frecuente en los países occidentales no sólo se debe al daño que se produce en la primera etapa de vida de los niños sino también en la distancia y el abismo que el autoritarismo crea entre padres-madres e hijos, y que impide que reciba un apoyo afectivo de fondo y verdadero. Existen otros muchos autores como Alice Miller y el neurospicólogo J. W Prescott, que han explicado y han hecho estudios para probar la relación entre la falta de empatía amorosa y de placer en la infancia y la violencia adulta.madre e hijo

Además de afectar el desarrollo de la capacidad de amar de las criaturas, la relación autoritaria menoscaba también las demás capacidades incluidas las intelectuales; limita el desarrollo de todas las aptitudes psíquicas y físicas, y frena el aprendizaje.

En el mundo occidental, los niños crecen sintiendo que no son responsables de nada, que no tienen ni que pensar en las circunstancias de su vida, puesto que se les inculca que eso es cosa de los mayores y que lo único que tienen que hacer es obedecer. La actitud adulta autoritaria promueve la ignorancia, retrasa el aprendizaje, produce “atontamiento” e irresponsabilidad, cuando menospreciamos la capacidad de los niños de tener iniciativas propias. Asimismo, la actitud autoritaria destruye aspectos fundamentales de la vitalidad infantil: sus infinitas ganas de aprender, su capacidad creadora e inventiva.

Una propuesta para amar incondicionalmente a nuestros hijos

La buena noticia es que frente a al paradigma del autoritarismo existe una alternativa -sino varias- de cambiar la manera en que nos relacionamos con nuestros hijos/as. ¿Cuál es la clave? Mi querida Casilda lo dice así: “Ante cualquier límite que se oponga a los deseos de nuestros pequeños, nos situemos incondicionalmente del lado de sus deseos; y en lugar de considerarlos meros caprichos improcedentes, los analicemos honesta y sinceramente junto a ellos,  con todos los factores que intervienen en la situación, para después tomar una decisión conjuntamente. Claro que evaluaremos la viabilidad técnica de los deseos de las criaturas, pero también de hacerla desde el punto de vista de un proceso anímico, valorando sus deseos, no como caprichos arbitrarios, sino como producto de su vitalidad y en tanto que pulsiones vitales que animan su desarrollo psicosomático, emocional y de aprendizaje; y además de hacerlo con el respeto y la responsabilidad de la protección que le debemos a ese desarrollo, a esa criatura humana que no es ni mi inferior ni mi subordinada sino que es mi semejante y socialmente mi igual.”

fuente: etsy.com

Que el amor por nuestros hijos esté por encima de nuestro ego y nuestra necesidad de autoafirmarnos por encima de los deseos de nuestros hijos. Porque cuando le damos más importancia a los límites que a sus deseos les estamos dejando de amar incondicionalmente, y la criatura lo percibe. Ellos perciben y comprenden mucho más de lo que creemos. Cuando perciben este desamor las criaturas reaccionan con rabietas, exigiendo cosas de manera testaruda, pataleando y protestando por cosas que aparentemente son insignificantes.

Conclusiones

Sugiero entonces que revisemos si nuestra actitud hacia nuestros hijos será la de poner límites o la de informarles sobre los mismos. Darles información para poder tomar una decisión al respecto. Si desean seguir profundizando sobre este tema les adjunto el texto “Poner límites o informar límites” que tan preciso me ha resultado para expresar mi malestar respecto al artículo en cuestión y sugiero otros autores que pueden ser de vuestro interés para seguir construyendo una maternidad/paternidad más consciente:

  • Michel Odent
  • Carlos González
  • Laura Gutman
  • Jesper Juul
  • Rosa Jové
 Nota original acá

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