Revista Cine

Man of Steel

Publicado el 16 julio 2013 por Nacho_c

He de reconocer que tengo ciertos momentos del cine grabados en mi ADN que el día que me ataque el alzheimer no se difuminarán, que el día de ser viejo y “haber visto cosas que no creeríais” seguiré recordando. Frases, luces, acordes… sensaciones. Gracias a todos. Algo que jamás olvidaré será la mirada limpia de Christopher Reeve y las notas de John Williams. Los colores sólidos azul y rojo, la capa y la S amarilla. Richard Donner imprimió una huella en mí tres años antes de nacer.

Aprendí a disfrutar de las películas largas, de que para contar una historia se necesita una introducción, un background del personaje. Que en una película de un hombre que volaba no tenía que estar siempre volando, así como el tiburón no tenía que enseñarse en el primer rollo. Y eso lo hemos ido perdiendo. Con el tiempo, la calificación R y los directivos torpes, hemos llegado a una sucesión de efectos visuales impecables pero vacíos, luchas interminables sin sentido porque el protagonista no va a morir en el minuto treinta (Hitchcock en Psicosis sí se atrevió) o simplemente porque se ve que no llevan a nada (Mr Bay, nos damos cuenta).

Pero ahí está la nueva versión de Zack Snyder, Christopher Nolan y David S. Goyer con un casting espectacular y sin escatimar en recursos. Da gusto ver una producción grande. Pero la historia es muy rica, ha sido tratada con cariño, contando los precedentes, los momentos difíciles, toda la historia previa que supo contar Richard Donner hace 35 años. Y lo cuentan como a su guionista y a su productor les gusta contarla: a saltos. Lo hicieron en Batman Begins y ahora han repetido y por mucho que lo sigan haciendo la narrativa seguirá siendo ágil, entretenida y con recovecos.

Zack, un realizador magnífico, superfluo, irregular, banal o visionario (Dawn of the Dead, 300, Ga’Hoole, Watchmen, Sucker Punch) aporta un nuevo tratamiento visual. El arte es genial, el vestuario, la fotografía y el CGI, pero sobre todo, me quedo con el hecho de que ha sacado la cámara del trípode y la ha llevado en mano. Algo que suele ir reñido con una superproducción de este estilo y que nos acerca al estilo documental, al corazón del personaje, a los golpes de zoom que nos hacen estar cerca, no por el zoom en sí sino porque nos alejamos de la perfección del cine y se imita improvisación del ojo humano. A un Kal-El (Clark Kent) que no entiende el mundo ni se entiende a sí mismo. Al que un gran padre no le sirve de sustento y le dice que dejar morir a unos niños no hubiera sido una decisión equivocada. No es la película de grandes sentimientos, eso es evidente, pero sí humaniza el superhombre perfecto que esculpió Reeve a finales de los 70.

Si te gustó Los Vengadores no vayas a verla. Si esperas sólo acción no vayas a verla. Y si esperas cine de festival de Cannes no vayas a verla. Sin embargo, si quieres una historia entretenida con subidas y bajadas, planos que te dejan con la boca abierta (Superman ardiendo impresiona, el mensaje al planeta pone la piel de gallina y el gesto templado de Kevin Coster grandioso), si buscas una cultura alienígena creíble y unos efectos especiales impresionantes, esta es tu película.

Lo pasé muy bien, lo reconozco, y volvería a verla. Y me hace pensar que en 35 años una cinta de un hombre volando se ha quedado como un clásico, para lo bueno y para lo malo. Que han cambiado muchas técnicas y ha cambiado la sociedad, la cultura y nosotros mismos, y en esta revisión sólo ha habido una cosa en la que gana con claridad la versión “de los calzoncillos por fuera”: lo siento mucho Hans, eres un crack, pero John Williams sigue siendo insuperable.

De todo el material que hay en la red creo que este teaser, un año antes del estreno de la película, es lo que mejor define lo que es Man of Steel. La música es de El Señor de los Anillos, La Comunidad del Anillo, cuando la Compañía sale de las minas de Moria a la carrera tras haber caído Gandalf en su lucha contra el Balrog. Una composición íntima, lírica y melancólica, sobre la voz en off de Russell Crowe insuflando ánimo a alguien que se encontrará perdido, entre tinieblas, pero con un futuro mesiánico.


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