Revista Belleza

¿Manicura permanente? Te lo agradezco, pero no.

Por Cosmetik.es @CosmetikBlog

Te sientas y te pasan la carta de colores, después de dejarte los ojos mirando y mirando colores, tomas una decisión.

Hay que tener en cuenta que lo vas a llevar dos semanas y no quieres coger nada demasiado exagerado. Quieres elegir un tono mono, que pegue con tus looks, que te haga la mano más bonita, del que no te canses pronto.

elegir color de esmalte

Por eso, después de tus diez minutillos con la carta en la mano dices, ¡este!

Y si os pasa como a mí la última vez, la chica de la manicura te dice, ahí, ese no lo tengo… Vuelta a empezar.

Después llega el ritual, mete la mano aquí, cuidado (mucho cuidado) con no dar en los bordes, sácala, cuidado (mucho cuidado) no des en los bordes, vuelve a meterla, vuelve a sacarla y así como cuatro veces.

lampara de manicura permanente

Media hora después, si, ya tienes tu manicura permanente brillante y preciosa y te vas a tu casa feliz con tus uñas perfectas.

Pero claro, tu vida sigue y tus manos se tienen que mover.
Las primeras horas las mueves con sutileza, quieres que todo siga perfecto, pero un momento dado se te olvidan tus uñas, coges un estropajo, recoges la cocina, te secas la mano y ahí está.

Ahí está el minúsculo trocito de laca de uñas que se ha perdido mientras tu limpiabas, es minúsculo, sí, pero tú eres capaz de verlo desde 300km de distancia.

¡Ay, madre mía!

enfadada uña rota

Media hora en el salón de manicuras, 20 o 25 euros menos en la tarjeta y tú, cuatro horas después, con una uña desconchada.

Vas corriendo a ver si encuentras un esmalte de uñas similar que arregle un poco el estropicio. Si eres como yo y te ha diagnosticado un psiquiatra titulado Diógenes-de-las-lacas de uñas, probablemente lo encuentres.

Tapas el piquito con la laca y te dices… Oye, pues he resuelto.

Bien, no lo guardes muy lejos, lo vas a necesitar muchas veces más, muchas. Y es que irás viendo en poco tiempo piquitos en todas y cada una de las uñas.

Total, que pasan ocho días y las uñas crecen, a los piquitos se suma la parte superior de la uña, que ya no tiene laca, tocan más repasos.

Bette Davis haciéndose las uñas

Cuando la cosa ya está fatal llega el momento de retirar la laca, momento en el que te das cuenta de que tienes otro problema. La manicura permanente no es precisamente fácil de quitar.

Vamos, que es más fácil quitar el gotelé que la laca de uñas, y en proporción, más barato.

Porque cuando ya estás desesperada entras en cualquier sitio suplicando por lo que sea que te lo quiten y te dicen que son otros 15 euros.

Y tú dices, no, no, que me las hagas no, que me quites la laca a lo que te vuelven a responder… Son 15 euros.

¿En serio? ¿15 euros? ¿Por quitármelo? ¡Adiós!

¿En serio?

Te vas a casa y pruebas eso de ponerte algodones en todas las uñas bien empapados con quitaesmalte con acetona y después cubiertos con papel albal, media hora así y se quita. Eso te han dicho.

Tú lo dejas 40 minutos por si acaso y con esa ilusión que se siente en los momentos especiales, como si en vez de quitarte la manicura permanente te fueran a dar las llaves de tu piso.

Quitas el papel albal y el algodón.
Y entonces manchas de esmalte rojo te saludan efusivas… Hola, ¿qué tal? ¡Aquí seguimos!

enfadada

Vuelta a empezar.

Al final después de mes y medio consigues librarte totalmente de ella, casi ni te lo crees y piensas, nunca más.
En serio, nunca más.

Me da igual de la marca que sea, me da igual quien me la haga, me da igual todo.
No quiero más manicuras permanentes, ni una más.

Con lo que me cuesta me compro el color de esmalte más bonito de la temporada y me lo pongo y quito a antojo, sin problemas.

Yo chicas, ¡digo no a la manicura permanente!

Tags: laca de uñas  manicura  manicura permanente &appId; Twittear

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