Revista Deportes

Mansedumbre y ganas de ser torero

Por Malagatoro

Rafel Cerro

Rafael Cerro. Foto: Juan Pelegrín (Las Ventas)

Feria de San Isidro. Plaza de Las Ventas. (30/5/2011)

El estado de la cabaña brava es muy preocupante. La novillada del Ventorrillo, de buenas hechuras y correcta presentación, ha sido otra muestra más de mansedumbre y descastamiento. La selección actual del toro moderno en la que el verdadero fielato de la bravura ha dejado de ser el caballo, para serlo el comportamiento en la muleta, ha llevado a esta situación límite. La solución: mucha exigencia en la tienta y matadero. De lo contrario, la casta y la bravura está en estado de extinción y con ella el porvenir de esta Fiesta.

El mexicano de dinastía torera, Diego Silveti, que hacía su debut en Las Ventas, no tuvo opciones con su primero, un novillo manso, sin clase y con peligro, que embestía con brusquedad. Lo intentó en la faena de muleta pero el animal salía suelto. Al natural también acusa el novillo el mismo comportamiento, y le propina una voltereta. El el cuarto, que también mansea en el caballo, ya se estaba rajando antes de que el novillero brindara al público. El novillo humillaba, le costaba pasar  y salía del pase mirando al tendido en busca de algún semejante. Poco pudo hacer y anduvo con ganas y valor. Mal con la espada, como suele ser norma en el escalafón novilleril. A pesar de ser el más veterano ha dado la impresión de ser el que está más verde.

Víctor Barrio, decidido y con valor, pero hoy ha estado peor que en su anterior comparecencia en Madrid. Con el segundo de la tarde otro que no quería caballo, anduvo voluntarioso con el capote, recibiéndolo a porta gayola con una larga afarolada. Con la muleta no consigue templar y torea al hilo. Insiste por el pitón derecho que era el peor y cuando se pone por el izquierdo el toro ya se defendía. Con su segundo anda con ganas en un galleo precedido de un farol de rodillas. El novillo transmitía poco, venía andando y además tenía pocas fuerzas. Barrio se deja enganchar al final del pase y  no se acopla. Se pone muy pesado dándose el arrimón. Da un mitin de pinchazos.

Rafael Cerro, pese a lo poco que lleva toreando con picadores, anda con gusto y se le ve reposado y con la cabeza fría. Con su manso primero pero que se dejó estuvo templado y con buen concepto, aunque con defectos propios de su poca experiencia, que los del plus ilustran sobremanera. Estos palabreros nos dieron una lección sobre lo que es descargar la suerte ante lo que estaba haciendo el chaval en el ruedo. Lo mismo que hacen los Manzanares y Castellas de relumbrón, ante los que callan. La culpa es de los que enseñan a estos chavales. Una vez pregunté a un alumno de una escuela taurina que qué era eso de cargar la suerte. No tenía ni pajolera idea. Total, para qué, si a los figurones del toreo moderno esas cosas les importan un bledo y destoreando los sacan a hombros hasta en Las Ventas. El jabonero sucio que cerraba el festejo embestía con calidad y al que dejándole la muleta puesta consiguió enganchar en varias tandas, rematando con hondura y gusto. Los defectos muchos, como quedarse descolocado, descargar la suerte y desplazar la embestida hacia fuera, que el maestro Ortega Cano una vez que se recupere como todos deseamos, deberá  corregir en el chaval que tiene madera para abrirse camino en esta profesión.

Competencia y quites, y  ganas de ser torero en el ruedo. Hay esperanza en esta generación de jóvenes novilleros que han brillado a gran altura en este San isidro. 


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