Revista Cocina

Manualidades

Por Dolega @blogdedolega

Field for the British Isles

Estoy mayor. Tengo todos los síntomas. Además de la edad, cosa innegable a poco que mire el DNI, de mi aspecto a poco que me eche un vistazo, tengo el síntoma inequívoco de ponerme a contar batallitas, cuentos, recuerdos ó como lo queramos llamar a todo el que pillo.

El otro día me descubrí contándole a la Santa que aguanta al Niño la típica anécdota de cuando era pequeño. De cuando salía con cuatro años del colegio todos los días con una manualidad diferente. Cómo se bajaba del autobús totalmente orgulloso y feliz con algo indeterminado en las manos y me decía

-¡¡Toma!!

Y me entregaba una masa informe de arcilla marrón tamaño folio, que no entiendes como ha podido llevar con él hora y media de ruta escolar, porque pesa de lo lindo, con dos redondeles que debieron de ser hechos con un objeto con punta mientras la masa todavía no se había convertido en ladrillo y unas manchas en plan abstracto color negro; y yo allí, mirando aquello y poniendo cara de asombro y felicidad mientras me preguntaba a mi misma ¿Qué coños es esto?

Y él que te preguntaba con enorme expectación ¿Te gusta? Y tú ¡¡¡Claro!!!

Sabías que no podías hacer la fatídica pregunta, porque sino toda la ilusión se vendría abajo, así que optabas por el interrogatorio sutil.

-¡¡¡Qué bonito es!!!

-¿A que si?

-Ya te digo y con esas manchas tan grandes.

-¡Claro!

-Pero te han faltado las pestañas.

-Ellas no tienen pestañas, mamá.

Ya tenemos el sexo. Es un “Ella”.

-Pues es una preciosidad. Tenemos que ponerla en el estudio, en la mesa, para que haga de pisapapeles. ¿Te parece?

-Pues no, te la he hecho para que la pongas en la mesa del cajón. (La mesa del cajón es la mesa de centro del salón que tiene un cajón con un cristal donde tengo adornos, básicamente cajitas varias)

-Pero ella no puede ir ahí, porque ahí solo hay cajas y ella no es una caja ¿verdad?

-Pues claro que no es una caja.

-¡Claro, claro! Pues eso, que tiene que ir al estudio.

Y llegabas a casa y para poner a “ella” encima de la mesa del estudio, tenías que apartar la lámpara, el cubilete de bolis y ya por fin la colocabas sin dejar de mirarla y haciendo todo tipo de elucubraciones sobre su identidad.

Él se iba a jugar y tú ahí en el estudio mirando la cosa sin saber qué demonios era aquello. De repente se te encendía la luz neuronal y dabas con la solución. Ya te podías ir tranquila a hacer tus cosas.

Al rato el retoño venía a merendar y te decía

-En cuanto venga papá le enseño mi trabajo de hoy ¿A que mola?

-Claro que sí hijo es preciosa, es la tortuga más bonita que he visto nunca.

Te miraba totalmente defraudado de tu capacidad de deducción y con aire de resignación te contestaba

-¡Ahhh. Siempre lo mismo, mami! No aciertas nunca, no sé que te pasa. Está claro que NO es una tortuga, porque se ve que es ¡UNA MARIQUITA!

Y claro tú eres su madre, el adulto en esta conversación, la persona racional porque si no, empiezas a discutir hasta el día del juicio final que aquello se parece a una mariquita  ¡como un huevo a una castaña! Que habría que hacer un ejercicio imposible de fantasía infantil para llegar a la conclusión de que eso es una jodida mariquita.

-Porque no le pusiste rojo al cuerpo ó amarillo. Yo no he visto ninguna mariquita marrón, coño. Y las manchas, aquello no parecen manchas  parecen escamas gigantes, por no hablar de los ojos, que me recuerdan a la hormiga atómica, porque parece que lleva gafas y esa profesora dónde estaba que no te dijo que una mariquita no puede ser tamaño folio, joder…

Pero claro tú eres su madre y te parece preciosa cualquier cosa que traiga y te enternece el mohín de desencanto ante tu incapacidad para descubrir la identidad de la obra.

-Venga madre, que nos tenemos que ir, deja de dar la chapa como las abuelas.

-No le hagas ni caso, que me ha encantado la anécdota. A mi madre le pasaba igual con nosotros, la pobre lo pasaba fatal.

-Venga Madre, nos vamos. Vengo mañana.

Y ya en el jardín lo oyes en la acera subiendo al coche

-Además es cierto tía, nunca acertaba, yo no lo entiendo, porque mira que hacía cosas chulas yo de pequeño, ehhh

Y claro, como eres su madre, te callas.

 


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