Revista Política

Manuel Castells, 15M y como aplicar la sociología postmoderna para realizar justificaciones ideológicas.

Publicado el 25 septiembre 2013 por Trinitro @trinitro

circusEl 15M del 2011 se produjo una de las movilizaciones sociales más poderosas de los últimos años. Se ocuparon plazas y rincones de la geografía española por parte de colectivos de indignados que pedían un cambio de formas de hacer política, un cambio en la forma de tomar decisiones colectivas, un cambio de hecho que cuestionaba desde a los movimientos sociales clásicos al poder económico establecido. Pasado 2 años, de ese movimiento queda un poso ideológico en algunas organizaciones políticas (si como poso ideológico podemos llamar a personajes como Beatriz Talegón), algunos intentos de organización política (EQUO, Procés Constituient), una sociedad un pelín más movilizada y mosqueada y alguna organización social más fuerte y estructurada organizada en forma de lobby (Plataforma de Afectados de la Hipoteca) que intenta moverse por los cauces tradicionales (acción en la calle + influencia en la política institucional) o de carácter reivindicativo de corte bastante clásico (iaioflautas).

Quiero hacer el paralelismo con otros dos movimientos que han existido durante estos últimos 3 años. El independentismo catalán ha ido creciendo, desde la manifestación del Estatut el 2010, pasando por varios 11 de septiembre donde cada vez aglutinaba más adeptos, y los movimientos de lucha laboral clásica contra las reformas laborales. Los éxitos efectivos de estos dos movimientos son cuestionables. La independencia de Catalunya hoy es una opción política de la que se habla pero sigue siendo un camino incierto, y aunque los sindicatos han logrado sabotear y desactivar algunos elementos de las reformas laborales (sobretodo cuando esto se traslada a nivel de empresa) las dos reformas laborales siguen vigentes.

Igualmente, nadie cree que el independentismo esté más débil hoy que en el 2010 (todo lo contrario) y hoy el movimiento sindical sigue tan mal o tan bien, pero existiendo, como antes de la aparición del 15M. Prácticamente se reproduce la máxima leninista de que ningún movimiento de transformación perdura sin una organización detrás.

No quiero decir que el 15M no haya sido importante, que haya ayudado a reforzar movimientos sociales preexistentes (como las AAVV, o la propia PAH), que haya puesto en solfa los problemas y limitaciones de los movimientos sociales clásicos o que estos hayan modulado algunas de sus formas de trabajar debido a lo que el 15M les ha planteado. Pero sí que es cierto que su capacidad de incidencia ha sido mucho más limitada de la que algunos apologistas de la “sociedad red” le pretendían dar.

Esta tesis de la sociedad red anunciaba el fin de los movimientos clásicos (o al menos una función subsidiaria), el nuevo protagaonismo de los movimientos sociales descentralizados, sin organización, estructurados en red (supongo que las AAVV y los sindicatos deben estar estructurados en ladrillos, no en nodos y enlaces como lo está hasta un ejército), sin relación alguna con ningún poder (como si el éxito de la ILP hipotecaria, por cierto, impulsada también por movimientos sociales clásicos, no dependiera de un apoyo político), y horizontal y una transformación que derrocaría los cimientos del sistema tal y como lo conocemos.

Algunos creíamos que el 15M sería como el mayo del 68, con unos resultados reales parecidos, igual que muchos movimientos contestatarios que han aparecido en el siglo XIX y XX. No quiero indicar que apelativos utilizaban para denostar nuestros argumentos.

Pero como la realidad no ha coincidido con las predicciones que hacían los apologistas de la “sociedad red”, para todo hay una explicación. Esta entrevista a Manel Castells es muy ilustrativa.

Es que los movimientos sociales no buscan tomar el poder. Nunca. Cuando lo intentan se vuelven movimientos político revolucionarios, que es otra cosa. El movimiento social busca cambios en las mentes de las personas y en las categorías culturales con las que la sociedad, normalmente, se piensa a sí misma.

Al parecer hay una nueva teoría de los movimientos sociales que no intentan empoderarse, sino “hacer cambios culturales”, simplemente. La gente no se agrupa en su empresa para conseguir mejorar sus condiciones laborales, sino para convencer a su jefe que la lucha de clases es algo pasado y ahora lo que se lleva es la cogestión colectiva horizontal donde todos somos cooperativistas, los vecinos no montan una asociación para presionar al ayuntamiento para que mejore el barrio, sino para trasladar la conceptualización horizontal en red de portoalegre donde no serán necesarios los intermediarios sociales, y ya que estamos, ni la propia administración. Que una asamblea de parados nace con el fin último de derrocar el capitalismo verticalista, en lugar de conseguir voz y visualización de sus demandas, presionar para conseguir formación para parados, etc..

No negaré el efecto de los cambios culturales en la sociedad, si hoy en día hay resistencia al desmantelamiento del estado del bienestar es por la victoria cultural de la socialdemocracia y el movimiento obrero. Pero lo que dicen Manel Castells es algo que choca muy de plano con lo que sociólogos de todo pelaje opinan sobre los objetivos de los movimientos sociales.

La sociología moderna deja claro que los movimientos sociales estructuran formas organizativas de poder, o que los movimientos sociales son “poder en movimiento”, y que aquellas sociedades que han logrado mejorar sus instituciones ha ido acompañado por la capacidad de influir y adquirir poder de los movimientos sociales.

En el fondo es un reduccionismo de las tesis de Bourdieu que explica que la lucha de poder es primero una lucha cultural en los marcos sociales de poder. Pero esa simplificación provocaría sarpullidos en el mismo Bourdieu. Este indicaba que los movimientos sociales han de conseguir poder para imponer las políticas sociales y garantizar que estas perduran. Es decir obvia la segunda pata de Bourdieu en la que los movimientos sociales han de conseguir tener poder (y ser duraderos) para ser contrapartida del poder económico.

Lo más curioso es que Manel Castells se contradice a sí mismo.. en el 2012 decía que:

El movimiento del 15-M irá encontrando sus propias vías hasta hacerse torrente conforme la situación se haga crítica

5 meses más tarde se alegraba de que hubiera elementos del 15M que adoptara formas de movimiento social clásico organizado. O a inicios de este año anunciaba que el movimiento 15M había evolucionado hacia formas más organizadas políticas (eso sí, horizontales, en red, en internet y más chanantes que ninguna otra), como algo realmente positivo. Hoy que el hecho de que desaparezca como organización o forma activa es algo poco preocupante, que ya han conseguido su objetivo cambiando la cultura.

Sigo sin negar la importancia del 15M, de las diferencias con otros procesos anteriores y que mientras la crisis institucional y política (esta última puede ser eterna) siga vigente, seguiremos viendo movimientos y coletazos de este tipo y tendrán su papel para explicar las movilizaciones sociales de los próximos años. El problema de todo esto es que los efectos reales y la capacidad de perdurar vendrán de los elementos que logren organizarse como un movimiento social organizado (formal o informalmente), o ejercer de lobby dentro y fuera de los propios movimientos sociales mal llamados “clásicos”. Si hoy el ecologismo, los movimientos por los derechos civiles o el feminismo forma parte del corpus doctrinal de sindicatos, partidos, asociaciones vecinales, gobiernos, etc.. es porqué o bien se han organizado desde fuera (Greenpeace, partidos ecologistas) o forman parte integrada de movimientos sociales preexistentes y actúan como grupo de presión interno.

Lo que quiero poner en evidencia es que las tesis de la “sociedad red” ante el 15M (y no es la primera ocasión donde deciden volcarse diciendo que hacen ciencia cuando explican ideología) y en especial los de Manel Castells tienen unos altos elementos de sesgo ideológico, hasta el punto, que logran contradecirse a sí mismos, si es necesario, en un alarde de poca honestidad científica.


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