Revista Cultura y Ocio

Manuel gahete

Por Acalvogalan
MANUEL GAHETE

Mencionado por:
Diego Vaya
Fernando Sánchez Mayo
José Luis García Herrera
Matilde Cabello
Mertxe Manso
Francisco Morales Lomas
Antonio Llamas
Pilar Sanabria
José Cabrera Martos
Menciona a:
Javier Sánchez Menéndez
Diego Vaya
Luis Alberto de Cuenca
José Luis García Herrera
Fernando Sánchez Mayo
Matilde Cabello
Ignacio Caparrós
Mertxe Manso
José Sarria
Francisco Morales Lomas
José María Molina Caballero
Antonio Llamas
Antonio Flores
Pilar Sanabria
José Cabrera Martos
Carlos Aganzo
Bio-bibliografía
Catedrático de Lengua y Literatura. Doctor en Filosofía y Letras. Poesía: Nacimiento al amor, Capítulo del fuego, Alba de lava, Íntimo cuerpo, La región encendida, Elegía plural, Mapa físico, El legado de arcilla, Mitos urbanos. Premios: “Ricardo Molina”, “Miguel Hernández”, “Barro”, “Vila de Martorell”, “San Juan de la Cruz”, “Mario López”, “Ángaro”, “Mariano Roldán” y “Ateneo de Sevilla”. Antologías: Carne e cenere, El cristal en la llama, El tiempo y la palabra. Su obra poética, a la que se han dedicado dos estudios monográficos: El universo luminoso y Emoción y ritmo: La visión poética de Manuel Gahete, ha sido traducida a varios idiomas. Teatro: Cristal de mariposas (Premio “Barahona de Soto”) y Triste canción de cuna. Literatura infantil: Ángeles de colores y Cosas que importan. En prosa: Después del paraíso. Su labor creativa se desarrolla par a la investigación histórica (La cofradía de la Santa Caridad, Alonso Muñoz el Santo, La acción y la palabra, Más allá del Derecho) y la crítica literaria (Poesía medieval, La oscuridad luminosa, Recordando a Dámaso, Textos con pretexto, Fuente que mana e corre, Rostros de mujer ante el espejo, Las piedras miliarias, De Luis de Góngora a la literatura del siglo XXI y Las luces del viento: veinte poetas en la estela de Góngora).
Poética

El mundo se interpreta a través de la palabra. Cada experiencia necesita una vinculación comunicativa que sólo a través de los mensajes orales o escritos halla su más exacta concreción. En literatura y, sobre todo, en poesía la traslación de la realidad a otros ámbitos íntimos de reflexión y pensamiento es una regla de oro. Metáfora, imaginación y sugerencia son leyes primiciales. Un claro presupuesto de orden estético impregna el universo lírico que, en definitiva, siempre responde al propio hombre y lo identifica frente a los demás hombres. En el acto de creación cuanta más riqueza acumulada se acrisole, de más valor y calidad será la forja de la obra creada, aunque en consecuencia sea cara e inasequible su comprensión y dominio. También la emoción establece sus cánones, aunque a ninguno deba atarse por coherencia o belleza. Pensamiento, intuición y rapsus quedan envueltos y sobrepasados por el aliento de la música, sin la que –como proclamaba Verlaine- la poesía no es posible.
Poemas

Tempus fugit
Todo arde en el fuego:
mis huellas en la arena,
los cálices de oro y plomo derramados.
No hay espuela sin hombre.
En el lago del fuego vibra como una espada
un deseo acezante de carne y de madera.
Todo arde en el fuego:
esa voz rescatada que de las simas fluye,
lengua agraz devorada, quizá devoradora.
No hay temor que no espante.
No hay amor que no duela.
Todo arde en el fuego:
la diáspora de sangre,
el maná del amor pisoteado,
el eco que pronuncia mi nombre en los calveros.
Todo arde en el fuego.
Mordida va la sangre de los héroes.
Mordido un corazón letal estalla.
Todo fluye en ardiscas de símbolos amados.
No seremos mañana más que olvido.
[Capítulo del fuego, Alicante, 1989]
Vitral

Te derramaste azul sobre mis ojos
como el azúcar ebrio del granizo
besa las azucenas. Y era invierno.
Te quise añil bajo mi vientre oscuro:
en el fragor, mis miembros, tu avaricia,
el estertor de alas sobre el cuerpo.
No existe nieve, mar, cristal, rocío
capaz de guarecerme de esa llama.
Cercado estoy, mujer, en tu universo.
[La región encendida, Ávila, 2000]
Mujer libre
Que no haya otra razón más que tu cuerpo
por el placer de amarme liberado
ni más ley que tu voz cuando se inflama
en el ardor del vértigo encendida.
Que no haya mar
más hondo que tu aliento
ni más vigor que tu aguerrida sangre
en el porfiado esqueje de la herida.
Que sepas que me abrasa
el vientre cada beso
y me hierven los nervios
si me rozas.
Soporto que condones el magma de mi orgullo,
que tu reproche huelgue en las ventanas
como una flor en pos de deshojarse
pero no
que te inclines
cerrada en la medusa de tu carne
ni me absuelvas con esa mansedumbre
del caloyo perlado por la muerte.
Porque nunca habrá amor si no eres libre,
si yo he de ser clamor de un río violento
y tú la sorda piedra que rebota en su cauce.
[Mitos urbanos: Algaida, Sevilla, 2007]

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