Revista Sociedad

Maquillaje

Publicado el 25 febrero 2012 por Abel Ros

La verdad, decía Gasset, es la suma de todas las  perspectivas. Mediante el contraste de percepciones conseguimos salvar las barreras de la parcialidad y hallar en la sinergia colectiva la composición veraz de la realidad. Solamente conseguimos fiabilidad del fenómeno percibido cuando lo sometemos al análisis dialéctico de los otros. La crítica, en palabras de Popper, es necesaria para mover los paradigmas de la ciencia. A través del conocimiento, decía el maestro Sócrates, hallamos la senda de la ignorancia y marcamos la línea blanca del recorrido. En las democracias postmodernas, los medios de comunicación contribuyen a la elaboración de corrientes de opinión afines a sus líneas editorialistas. Es precisamente, a través de la crítica libre, plural e independiente, como podemos ganar la batalla al “overbooking” informativo actual y salir de una vez por todas, de la alienación ideológica a la que la tiranía de las élites nos somete.

La caída del Diario Público y otras instituciones periodísticas, tales como CNN+ y ADN, enciende la voz de alarma sobre el fracaso de la función social del cuarto poder en la era digital. El desequilibrio entre oferta y demanda informativa y la pérdida de fuentes de financiación,  por la crisis mediante del presente,  sientan las bases de la explicación en el análisis del fenómeno. La vida efímera de la noticia,  las prisas por llegar el primero en escribir el titular de la mañana y la despreocupación por competir con  líneas de opinión especializadas en la crítica de la actualidad, ha convertido la función de informar en una mercancía barata y sin calidad al servicio de los mercados.

El Estado Democrático, sin el tejido institucional de una libertad de expresión plural y equilibrada, se convierte en un instrumento demagógico de las élites para el adoctrinamiento político de la soberanía popular. Solamente a través del sistema educativo podremos conseguir una sociedad del conocimiento capacitada para criticar el discurso editorialista, y denunciar aquellas praxis periodísticas consistentes en maquillar la verdad, con objeto de  proteger la cuchara que les da de comer.

La filosofía, decía Kant, debe controlar el discurso político del momento. Los filósofos a los que tanto aludió Immanuel son los periodistas de hoy. A través de su pluma, el profesional de la información decide qué, dónde y cómo interpretar el fenómeno social. Desde esta realidad, basada en los mimbres de la subjetividad,  el ciudadano de a pie, debería leer siempre desde sus cimientos culturales y el contraste de papeles para conseguir la suma de perspectivas, que decíamos atrás, y averiguar el pedigrí de la  verdad. La ignorancia ante el relato leído y la falta de espíritu crítico ante el objeto percibido, ponen la razón del lector, al borde del precipicio ideológico, que tanto criticó Marx.

La caída de Público supone un golpe bajo para la corriente interpretativa del fenómeno social desde el prisma de la izquierda.  Hoy somos más pobres que ayer. La riqueza del contraste en la composición de la verdad pierde un  trazo rojo y necesario en el dibujo de la realidad. Hoy, sin duda alguna, tendremos que hacer un esfuerzo colectivo por derretir el maquillaje editorialista del presente y salvar a la razón de la jaula marxista de la alienación. Una vez más, los mercados ganan la batalla a los cimientos endémicos de la libertad. Preocupante.

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