María Teresa Campos

Ni su dilatada carrera como comunicadora, especialmente desarrollada a partir del momento en el que se convirtió en “chica Hermida” con Pilar Miró de Directora de Radiotelevisión Española, ni su licenciatura en Filosofía y Letras, aunque el trabajo que lleva a cabo no guarde especial relación con los conocimientos adquiriros en la Universidad, quitan a esta señora de su aspecto de maruja mañanera. Tal vez por la manera de expresarse, ese intermedio imposible entre la Esteban y Punset, por poner dos casos; o por su perfil físico tan particular, alejado de estereotipos de belleza al uso y que tampoco alcanza el gusto dudoso de otros ambientes, la Sra. Campos reina en las mañanas de la Cinco o de donde la contraten, pesándole bien poco los sesenta mil euros que hubo de abonar al matrimonio Aznar Botella por un supuesto atentado contra su intimidad. Creo que tiene razón la justicia al hacerlo; tal vez Dª Teresa tiene excesiva costumbre de ver a su alrededor numerosas ventas de miserias privadas, entre ellas a su propia hija, y no resulta correcto meter a todo el mundo en el mismo saco. Aznar nunca me resultó especialmente simpático, aunque haya sido un buen presidente del gobierno; el populismo amarillento de Dª Teresa no venía al caso y la cifra con la que deberá indemnizar al matrimonio le servirá de económica promoción publicitaria, para lo que estamos acostumbrados. El poder de los “mass media” es importante y acceder a él no resulta económico; la Sra. Campos, en un curioso ejercicio entre maestría y carambola, acaba de conseguirlo de nuevo, pero cuando sale al aire, se echa a llorar. Eso es precisamente lo que no entiendo.