Revista Viajes

Mariano Galván: hacedor de cumbres

Por Martineznotte Alejandro Martínez Notte @martineznotte
Mariano Galván-alpinista

De Trelew al Aconcagua

Oriundo de la ciudad de Trelew, Mariano Galván reside en Mendoza donde trabaja de guía en el Aconcagua. Su gran amor es la montaña y su reto las altas cumbres. Figura solitaria, Galván se destaca por su estilo particular, su capacidad de disfrutar cada paso del camino sin perder de vista el objetivo y la absoluta coherencia con su propia esencia.

A lo largo de sus 35 años, su vida siempre ha estado vinculada a los viajes y las actividades al aire libre. El buceo, las carreras de aventura, el paracaidismo forman parte de su manera de descubrir el mundo y moldear sus límites personales.

Aceptando nuevos desafíos

El término ochomil se ha extendido y consolidado para designar las 14 montañas de la Tierra que alcanzan más de 8.000 metros de altitud. Estas altas cumbres se sitúan en el Himalaya y en la cordillera de Karakórum que se extiende a través de Pakistán, la India y China.

Mariano Galván-Himalaya

En los últimos años, el argentino Mariano Galván marcó un récord ascendiendo en 34 horas la pared sur del Aconcagua. Luego siguieron cinco ochomiles: el Everest, el Lhotse, el G1, el G2 y el Broad Peak. Y en cada uno de estos colosos de hielo y roca llegó a la cumbre sin utilizar oxígeno y sin porteadores.

Mariano Galván-Himalaya-sherpas

En una época donde las rutas de las altas montañas están atestadas de turistas de altura y de sherpas oficiando de guías y de ayuda, la figura solitaria de Mariano Galván marca su propio camino.

La mirada de un hacedor

Acabas de regresar de tu última expedición a los Himalayas. Hacer cumbre en el Broad Peak y volver a bajar fue toda una aventura ¿verdad?

“Pakistán siempre es una aventura desde el momento que aterrizas en Islamabad. Allí, la ciudad parece detenida en el tiempo y la religión está presente en todo; uno se siente un poco extraño en estas tierras. Además, acceder a las montañas de Pakistán requiere caminar unos 100 kilómetros por el glaciar del Baltoro que pone a prueba todos tus sentidos y exige mucho. Pero la recompensa son los lugares a los que se tiene acceso y es una buena paga por todos los esfuerzos y sacrificios que se hacen. Es un rincón del mundo que vale la pena conocer; se podría decir que se mantiene bastante salvaje, sin edificios y con lo mínimo para transitar.”

El mundo te conoce por aceptar desafíos extremos en solitario y por no utilizar oxígeno, ¿Qué se experimenta a más de 8.000 metros de altura sin oxígeno y por qué eliges ascender solo?

“No uso oxigeno porque me gusta probar mis límites personales, tratando de minimizar la ayuda externa y de cualquier tipo. Además, una de las cosas que busco en mis ascensos es ese aire único que se respira por sobre los ocho mil metros; creo que si usara oxígeno me estaría perdiendo una experiencia especial.  El tema de ascender solo se ha ido dando así, de manera natural, porque resulta difícil encontrar gente con las mismas convicciones, mismos objetivos y deseos de sacrificar muchas cosas para intentar subir un 8mil. El presupuesto que requiere el ascenso de estas montañas hace difícil encontrar pareja de escalada en Argentina.”

Alguna vez expresaste que lo que buscas al escalar es la belleza del camino. Cuéntanos un poco más sobre esto.

Mariano Galván-Broad Peak

“Al principio escalé buscando el desafío físico, probar mis límites personales. Pero con el tiempo empecé a descubrir esos matices que tiene el camino que te lleva a la cumbre y que comienza cuando cierras la puerta de tu casa. El camino es más importante que la cima; pero luego pude agregar que más importante que el camino son los principios con los que das tus pasos. Es decir, si no eres fiel a tu esencia y no respetas tus valores entonces la experiencia se desdibuja y no se disfruta.”

Hace algunos años ¿viajaste a Alaska como forma de entrenamiento?

“Tuve la suerte de guiar a dos amigos a lo más alto de Alaska, a la cumbre del Denali (6.194 metros), y fue un excelente entrenamiento antes de afrontar otro desafío aun mayor que me esperaba en Pakistán: escalar dos montañas de más de ocho mil metros de altura en una semana.  Así que el hecho de haber estado tirando de trineos de 50 kilos, por más de dos semanas, fue un excelente entrenamiento.”

¿Cómo combinas tu pasión por el alpinismo, tu trabajo como guía en el Aconcagua, tus viajes y charlas?

“El trabajar como guía en el Aconcagua durante tres meses me permite estar en forma para afrontar mis desafíos durante el año y a la vez ahorrar lo suficiente para poder costearlos. Tengo mucho que agradecerle al Aconcagua: allí hice mis primeras escaladas y me sigue impulsando a aventurarme por el mundo. Las charlas y conferencias son muy importantes para mí porque me permiten compartir las cumbres, y es hermoso poder comunicar la pasión de subir montañas. Además, trato de mostrar las montañas como escuelas de vida donde uno debe prepararse, tomar decisiones, afrontar riesgos, compartir para llegar a lo más alto y regresar.”

¿Qué otras aventuras tienes previstas próximamente?

“En realidad, el próximo año quisiera descansar un poco de los 8miles y escalar un poco más. Hay un proyecto grande en Antártida que necesita de mucho esfuerzo, tanto en lo económico como en lo deportivo, y estoy tratando de concretar algo allí. Si esto no resultara, elegiría algunas escaladas en roca por Estados Unidos. Todo depende de cuánto dinero pueda ahorrar en la temporada; si bien cuento con el apoyo de Garmont y MountainHardWear, aún no tengo patrocinadores que financien mis expediciones y esto hace muy difícil programar a futuro.”

Has elegido una forma de vida que combina lo épico con la naturaleza ¿Has pensado en escribir tus experiencias?

“La verdad es que estoy trabajando en un libro, pero es un trabajo que requiere mucho esfuerzo y va tomando forma lentamente. Además, siempre escribo para revistas especializadas de escalada y de aventura. Para mí es muy importante escribir, ya que cierra un círculo, una etapa: soñar, hacer y compartir. Así, se disfruta totalmente.”

Todas las fotografías pertenecen a Mariano Galván.


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