Revista Libros

Mas Allá Del Color - (Primer Capítulo -primera parte)

Por Amaya27

Jeremiah estaba haciendo sus maletas. Era lo último que le faltaba, pues ya todo estaba recogido en cajas y el camión pronto vendría  para llevarlas a su nuevo hogar. Mientras pensaba en los buenos recuerdos que tenía de esa casa, podía ver con claridad cada uno de los momentos que pasó con Cintia, su adorada esposa. Habían pasado cinco años y no se había podido recuperar del golpe tan duro que recibió con su muerte.Todavía podía recordar cuando se conocieron como si fuera ayer. Ella llegó a la escuela donde el estudiaba. Estaba en el último año y ella iba para un curso menor. Como Jeremiah era tan aventajado en varias materias, la profesora del curso de Cintia que además era su tía, le había pedido el favor de que la ayudara porque ella tenía materias en las que no le iba muy bien. Cuando Jeremiah vio esa belleza de piel de ébano, con ojos almendrados color miel, labios gruesos y cuerpo de diosa, le dijo sí a todo lo que su tía le pidiera con respecto a ella. Cintia era la chica más hermosa que había visto en su vida, se enamoró de ella inmediatamente. Se hicieron inseparables y cuando él se graduó, ella fue su cita para la fiesta de último año. Allí se dieron su primer beso y cuando un año después, ella se graduó, tomaron la decisión de irse juntos a la misma universidad. Al terminar se casaron y vivían muy felices, trataban de ahorrar para poder cumplir todos los planes que se habían trazado, tenían buenos trabajos y eso era una gran bendición.Cintia era otra bendición. Una mujer llena de vida, amorosa, inteligente, buena amiga, todos la querían porque siempre tenía una palabra de aliento para los demás. En cuanto a su vida como pareja, él no podía pedir más, ella era una mujer atenta, divertida, su apoyo en los momentos difíciles, en la intimidad era una amante generosa y además una mujer muy emprendedora. Ese fue el motivo para que ella quisiera ayudar a la gente de escasos recursos, gente de color que aún en esta época y viviendo en un país gobernado por un hombre afroamericano, todavía vivían mal y muchos eran discriminados por su color de piel.Cintia decidió ser una defensora de tiempo completo de la gente de raza y al igual que trabajaba con empeño en las mañanas en la floristería que su madre le había dejado al morir, también en las tardes se dedicaba por completo a ir de restaurante en restaurante a recoger lo que quisieran darle, para luego llenar su camioneta con todo esto e ir a uno de los barrios más peligrosos a darle a esa pobre gente siquiera un plato de comida, tal vez el único que habrían probado en todo el día.Llevaba haciendo esto casi 8 años y para los meses cercanos a su muerte, los restaurantes ya la conocían y siempre tenían mucha comida para cuando ella llegaba. La voz se fue regando y había personas que venían hasta la casa a dejar comida, desechables e incluso mantas y ropa para esas personas. Con el tiempo, más y más gente se enteró de lo que ella hacía y lo que empezó con 20 o 25 personas, se convirtió en filas de 100 y 120 individuos que muchas veces eran ilegales que venían de sitios de África totalmente marginados y violentos donde la gente se moría de hambre por las guerras. Estas personas venían tras el dichoso sueño americano, pensando que una vez aquí, su vida cambiaría. Lo que no sabían es que en Estados Unidos los ilegales eran vistos como una plaga que necesitaba ser devuelta con prontitud a sus países de origen y la mayoría de ellos se encontraban con un portazo en la cara cuando buscaban trabajo, otros tantos trabajaban por cantidades miserables que no les daban ni para poder pagar un lugar decente para dormir y si a eso le sumaban que no venían solos si no con su familia, la cosa era mucho peor.Esa era la gente que su Cintia ayudaba hasta ese fatídico día, que tuvo la idea de conducir en medio de una tormenta de nieve, porque no era capaz de dejar a esas personas esperándola en el lugar donde sabían que ella se colocaba para repartir comida. La dijo a Jeremiah que iría con o sin su ayuda y el tuvo que decirle que la acompañaría. No podía dejar que manejara con esa tormenta.Se fueron juntos, estaban hablando sobre varias cosas y de repente ella le dio la noticia de que iban a tener un bebé. El no podía de la emoción, se detuvo a un lado de la carretera y comenzó a abrazarla, sentía que todos sus sueños se estaban convirtiendo en realidad. La besó como si no hubiera un mañana y arrancó el carro nuevamente. Cuando llegaron al sitio, había todavía más gente de la que esperaban y les quedó faltando comida, aún así hicieron todo lo posible porque todos tuvieran un plato caliente y mantas para ese día tan frío. Se fueron y cuando iban camino a la casa Cintia no hacía otra cosa que decirle, “Te lo dije”.—Amor, si no hubiéramos venido, toda esa gente se hubiera quedado sin un plato de comida en un día como este  y con esta tormenta que cada vez está peor.—Es cierto, nena. Eres una mujer sorprendente.  Estoy orgulloso de ti.—Bueno, gracias por el halago señor. —ella rió y se acercó a darle un beso.—Nena, quédate quieta y ponte el cinturón. No veo casi nada con esta tormenta.Ella se estaba poniendo el cinturón nuevamente cuando de la nada apareció un camión en el lado de la vía por donde ellos iban. Jeremiah trató de ir hacia el otro lado, pero el camión frenó y al hacerlo las llantas resbalaron en el piso cubierto de hielo, perdiendo el control y viniendo totalmente de frente contra ellos. El maniobró la camioneta de tal forma que no recibiera el impacto y trató de salirse de la carretera pero al hacerlo tan rápido el carro se volteó y Cintia que no tenía bien puesto el cinturón salió por la ventana y fue a dar contra el pavimento golpeándose la cabeza, el impacto fue mortal. Él, en cambio tuvo que pasar casi un año de terapias y durante 3 meses respiro a través de una máquina, se rompió tres costillas, tuvo traumas en la cabeza y pulmón y casi pierde una pierna, además de estar conciente y saber que ni su esposa ni su hijo vivían, que cuando saliera de todo eso, no tendría a nadie esperándolo en casa.Aún así recogió los pedazos que quedaban de su corazón y trató de rehacer su vida, trabajando nuevamente como profesor en la universidad y tratando de terminar el libro que había comenzado. Pero su imaginación no había cooperado. Todo le recordaba a Cintia, si estaba en la cocina recordaba las galletas o los pastelillos que le hacía los Domingos o la comida Soul que preparaba los días de fiesta. Si estaba en la habitación recordaba los momentos de pasión que habían vivido, las veces que en esa misma cama que ahora estaba tan vacía, ellos habían hecho el amor de muchas formas. Si estaba en el baño veía la decoración, la forma en la que ordenaba las toallas, las sales de baño que tanto le gustaban cuando se sumergía en la tina…Entonces decidía salir al patio y respirar otro aire, pero entonces veía el jardín con las rosas que ella cultivaba y sin darse cuenta las lágrimas salían de sus ojos sin control.Por todo eso había decidido que lo mejor era vender la casa y salir de todo lo que le recordara a su amada esposa.El teléfono sonó y lo hizo saltar.— ¿Hola?—Hola, Jeremiah hijo, soy yo tu tía Lissi.—Hola tía Lissi. ¿Sucede algo?—No hijo, solo quería preguntarte ¿A qué horas llega tu vuelo a Nueva Orleans?—Se supone que llega a las cinco de la tarde.—Son las dos de la tarde. ¿No tendrías que estar en el aeropuerto a estas horas? —su tía siempre había sido exagerada para todo.—Pues hasta ahora voy saliendo, pero tengo media hora todavía. El taxi no debe demorar en llegar.—Está bien, entonces te mando un beso hijo. Que Dios te bendiga.—Gracias tía Lissi. Nos vemos pronto, adiós.En ese momento el taxi llegó. El tomó sus maletas y le dio una última mirada a la casa en la que había vivido tantos momentos felices y salió por la puerta, esta vez sin mirar atrás.

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