El mayor error de la Constitución fue reconocer los foralismos vasco y navarro que le concedieron a ambas regiones ventajas fiscales predemocráticas y derechos reaccionarios que ahora reclama para sí el Gobierno catalán del nacionalista Artur Más.
“España nos explota”, dicen los dirigentes de Convergencia y Unión (CiU) y los secesionistas de ERC, a pesar de que cada vez que fuera de allí se oye esa expresión más clientes pierden los productos catalanes.
Ni España ni los españoles no catalanes explotan a nadie. Si los catalanes medios todavía aportan más IRPF que otros españoles de Comunidades más pobres es porque ganan más.
Aunque esos ingresos están en algún peligro. De ser la región española número uno en desarrollo humano Cataluña ha pasado al octavo puesto en los últimos años.
Sólo un ejemplo, y sin que lo que sigue sea un sondeo: estos días el cronista compró productos habituales para estas fiestas. En distintos lugares le indicaron que mucha gente rechaza el cava y otros productos catalanes que antes se aceptaban masivamente.
Amenazar como el líder catalán con que “los puentes entre Cataluña y el Estado se debilitarán aún más de no concedernos el concierto fiscal”, hace preguntar qué haría Cataluña sin esos puentes, que son los demás españoles, más de la mitad de su mercado.
Pretender ampliar la injusticia de los foros a otra región con 7,5 millones de habitantes de los 47,5 de España, cuando la Generalidad catalana gasta enormes fondos en “crear nación” retrayéndoselos de los servicios fundamentales, debería provocar el rechazo de la población, especialmente de los empresarios.
El problema de Cataluña es que el nacionalismo y sus gritos contra la supuesta injusticia de España adormecen a una población que no ve que va quedándose atrás, y que debería saberlo.
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