¿Cuántas veces has creído que un grupo de personas se llevaba de lujo, y por alguna circunstancia, al acercarte, has descubierto que las cosas no eran lo que parecían?
En todo instituto hay un grupo de gente “guay”, un grupo al que todos queremos pertenecer pero solo son unos pocos los privilegiados. Mi instituto no iba a ser menos. Eran los guapos, los que sabían relacionarse, siempre felices, siempre sonrientes. Tan unidos entre ellos… MENTIRA. Detrás de esa apariencia de color de rosa, se escondían mil historias de envidias, venganzas, cotilleos, críticas, enfados. Pero eso desde fuera no se veía.
Qué decir de las familias… Unas tan mal avenidas que se aprecia desde lejos. Otras donde reina el amor, la armonía, con unos lazos tan fuertes que resultan inquebrantables… MENTIRA. Detrás de muchas de esas familias modélicas hay tantas o más rencillas que en las primeras. Traiciones y mentiras. Y en las parejas, igual.
Si observamos el ámbito laboral, nos encontramos con más de lo mismo. Gente falsa y trepa que te pone buena cara y a la mínima te da una puñalada con tal de quedar bien delante de los demás. MÁS MENTIRAS.
La cúspide llega a través del fenómeno de las redes sociales. Twitter, Instagram… Y el premio gordo, que se lo lleva Facebook, donde alguien publica una foto y a la hora se ha plagado de comentarios enalteciendo una belleza en la mayoría de los casos inexistente y de la que se ríe el propio autor; donde se proclama la felicidad absoluta en un matrimonio que en realidad está desmoronado pero por supuesto, no de cara a la galería. Besos, abrazos, amistades para siempre que duran cinco minutos, amores verdaderos que aguantan una noche entera, y como siempre, MÁS MENTIRAS.
Ese es el mundo en que vivimos. Ese es el mundo que hemos creado nosotros solos. Un mundo más falso que Judas.
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