Más Pepiño

 

Decíamos el otro día sobre D. José Blanco que ignorábamos la procedencia de los fondos con los que liquidó la factura de su cirugía refractiva, pero las frases del ínclito gallego dan para bastante más. Ahora nos dice que su obligación es interesarse por proyectos empresariales para crear empleo, lo que parece más que razonable. No es dice, eso sí, que el interés de este político de primer orden pero segunda clase, se localiza en gasolineras aisladas, como si tal cosa. Uno siempre creyó que los incentivos para la creación de empleo tendrían luz y taquígrafos, y que las pertinentes reuniones sucederían en los despachos oficiales, que para algo están. Pero se conoce que estoy equivocado; lo correcto, perdón, “correto”, es charlar tranquilamente a la sombra de los surtidores, como si nada. Es acertado el nombre que la policía dio a esta operación: “Campeón”. Lo que es José Blanco, alias Pepiño. Bachiller y ministro de fomento. Concejal de pueblo y número dos de un partido mayoritario en un país de la vieja Europa. Sin título, sin otro oficio que la política y dueño de un apartamento ilegal en Arosa. Azote de la corrupción popular y mercachifle de su hermano en las estaciones de servicio. Un personaje irrepetible, pero indeseable. Lo pérfido no es que este señor pueda haber aceptado comisiones irregulares por su puesto preeminente; lo peor de todo, es que nos pueda representar a usted, querido lector, y a mi, algo que no quisiera que sucediese nunca, porque no puedo verme reflejado en el espejo de este gallego de menos venido a más. Tal vez tengamos los políticos que nos merecemos; sí desde luego, los que hemos votado. Pero es fecha de recordar que los errores se pagan en las urnas.