Revista Cultura y Ocio

«Medea», con Aitana Sánchez Gijón, para Teatro de la Ciudad

Publicado el 21 mayo 2015 por Juliobravo
«Medea», con Aitana Sánchez Gijón, para Teatro de la Ciudad
El papel de Medea está reservado para actrices excepcionales, únicas. La historia de la hechicera. que contaron autores como Séneca y Eurípides, presenta a una mujer al tiempo fiera, frágil, temerosa, dulce, maternal, aterradora, vengativa, enamorada, despechada, despreciada, terrible, desesperada, indomable, salvaje... Una mujer capaz de amar (y por lo tanto capaz de odiar) de forma desmedida; una mujer capaz también de cometer el más atroz de los crímenes: inmolar a sus propios hijos.
A Medea la han encarnado las más grandes actrices; en España son especialmente recordadas Margarita Xirgu y Nuria Espert. También grandes cantantes, como Maria Callas (Pier Paolo Pasolini la escogió para su version cinematográfica, en la que la soprano griega no tenía que cantar); y bailarinas: la «Medea» de Sanlúcar, Granero y Narros ha tenido excepcionales intérpretes como Manuela Carrasco, Merche Esmeralda o Lola Greco.

Aitana Sánchez-Gijón se ha unido a esa nómina de actrices excepcionales con su encarnación de la hechicera en la versión de «Medea» que dirige Andrés Lima en el teatro de La Abadía dentro del primer proyecto de Teatro de la Ciudad. En una desnuda, esencial y muy airada versión de la tragedia, Aitana Sánchez-Gijón firma una interpretación portentosa y deslumbrante, tan honda como comprometida, tan valiente como conmovedora. 

Andrés Lima -él mismo encarna morosamente a Creonte y a Jasón- traza la tragedia con una acertada tensión. Su relato de los antecedentes históricos anuncia ya el tono lúgubre que envuelve la función, que avanza espesa y umbrosa, con momentos tan hermosos (y a la vez tan largos) como el del conjuro, en el que el propio Lima, junto a Laura Galán y Joana Gomila (excepcionales) untan en sangre y barro a una enardecida Medea. Aitana Sánchez-Gijón se entrega sin reservas a la excesiva mujer que es Medea y se deja poseer por su desmesurado amor y su desmesurada furia, en un trabajo agotador y admirable, punzante y estremecedor, compuesto con sinceridad ya desde los variados colores de su voz. y que tiene en su mirada sanguínea el mayor imán de una interpretación, insisto, poderosa y estremecedora.



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