Revista Cultura y Ocio

Mejor en persona – @IstarCollado

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Sesenta y nueve mil euros brutos al año. Lo conseguí. Años y años trabajando duro, formándome sin descanso, sin apenas tiempo para salir más que días contados. Y por fin, llegó el ascenso, el reconocimiento, la satisfacción de haber hecho las cosas bien.

No me gusta madrugar, pero me encanta mi trabajo. No me importa pasarme horas y horas en la oficina porque me gusta lo que hago, disfruto estando ocupada, solucionando problemas, haciendo informes, analizando datos. Tengo un buen equipo de trabajo: gente que se implica, resolutiva, y en su mayor parte nada problemática.

Cuando salgo, suelo tener el tiempo justo de pasarme por el súper para coger algo para cenar y comer al día siguiente, preferiblemente algo ligero que no lleve mucho tiempo preparar. Llego a mi casa, que me espera en silencio, y disfruto de la soledad con esa ensalada que ha caído en la cesta y una copa de vino. Esa copa que me he ganado. Esa copa que me gano cada día.

Termino de cenar, y me conecto un rato. Miro a ver si estás en línea, hay días en los que tú aún no has llegado. Y te espero mientras echo un vistazo a Twitter, me río con algunos tuits y veo gente conocida, y más que conocida. Hay gente a la que realmente aprecio. Charlo un rato, me entretienen y entonces ya llegas tú y hablamos, nos contamos alguna parte de nuestros días, te digo que te echo de menos y me dices que no tanto como tú a mí. Y así pasamos los días esperando la próxima fecha en la que uno de los dos pueda coger un avión para acercarse por unas horas, nunca más de cuarenta y ocho, al otro. Nunca hablamos del futuro, porque la incertidumbre de cuánto tiempo podría pasar hasta que podamos hacer una vida juntos es demasiado dolorosa.

Me siento feliz cuando me acuesto. Tengo una vida plena. Me quieres y te quiero, tengo trabajo, tengo dinero, formo parte de una familia bien avenida y no tengo problemas. ¿Qué más se puede pedir?

Pero hoy, cuando he salido de la oficina, la idea de volver a casa me ha asfixiado. Y en lugar de coger la línea de todos los días, me he subido en un autobús que iba hacia la playa. Mientras bajaba las escaleras en la parada elegida podía sentir el mar. Mi olfato y mi oído lo han delatado. Y antes de bajar a la playa, una voz ha gritado mi nombre, y era Sonia, mi mejor amiga del instituto, a la que hace años que no veía. Hemos paseado juntas por la playa, nos hemos tomado unas cervezas, hemos charlado durante horas, y me he reído y me he sentido con ella como hacía años que no me sentía.

Y me he dado cuenta de que esto sí es felicidad. Me he dado cuenta de que la luz de una bombilla no es como la del sol. De que el aire del ventilador del techo de mi dormitorio no es lo mismo que la brisa del mar rozando mi rostro. Y de que los “jajajajaja” escritos no son como las carcajadas compartidas con un amigo mientras observas su cara. Me he dado cuenta de que es mejor el sol, mejor el viento. Y mejor, en persona.

Visita el perfil de @IstarCollado


Volver a la Portada de Logo Paperblog