Revista Salud y Bienestar

Memoria de mi enfermera XIX: "Mi vocación"

Por Lolamontalvo
Supongo que después de tratar el tema de la vocación en las profesiones sanitarias lo justo y adecuado sería hacer una exposición pública de la mía, mostrar en qué punto me encuentro después de 21 años de profesión -bueno, también trabajé un tiempo como auxiliar de enfermería, osea que serían algunos más-.Os abro mi corazón... de enfermera.Siempre, siempre, desde que tengo uso de razón, quise ser enfermera. Tuve una época, que duró poco la verdad, en la que creí querer ser policía, piloto de helicópteros o soldado... ¡Sí, fue durante poco tiempo!En mi familia la capacidad económica fue muy limitada, por lo que eso de estudiar bachillerato y una carrera universitaria se encontraba descartado, por ello mis expectativas se decantaron por la FP... ¡gracias al cielo! Estudié Auxiliar de enfermería y Técnico de Laboratorio y con la nota obtenida, pude, por fin, acceder a la Escuela de Enfermería de la Complutense, donde gracias a una beca, pude sacar mi carrera en tres fabulosos añitos.Mi vocación crecía y crecía por sí misma. Estudiaba lo que me gustaba y mis estudios de FP sólo consiguieron darme la razón: lo mío era ser Enfermera.Cuando finalicé mi carrera me ofrecieron un contrato en el Clínico de Madrid, llamado hoy San Carlos. Recuerdo, y en el inicio de mi novela lo plasmo con toda fidelidad, ese primer día como si hubiera sido ayer mismo: esa angustia, esa responsabilidad que una cree que le viene grande, ese miedo al error. Pero ese temor de los primeros días, normal y habitual en las personas a las que les importa lo que hacen, pasa y en su lugar va creciendo una seguridad en la propia labor y un enorme gusto por el trabajo bien hecho, por superarse, por saber más y mejor. ¡¡Una gozada!!Terminé ese contrato y durante algo más de 5 años estuve en un servicio de Medicina Interna en otro hospital de Madrid. Me encantaba mi trabajo. Me esforzaba a diario y me encantaba la labor bien hecha. Aprendí mucho de mis compañeros y llegó un momento en el que parece que la que aportaba algo de lo que aprender fui yo misma.Aprobé una oposición en el IMSERSO y trabajé otros casi 5 años en un Centro de Minusválidos Físicos en la provincia de Madrid. Allí el trabajo era menos bonito, más rutinario, pero igual de complicado y de esforzado. Fue una época de trabajo en equipo con unos profesionales como la copa de un pino. De allí pasé a otro hospital madrileño unos meses y, al final, me fui de Madrid. He de decir que yo terminé la carrera en un momento en que no había paro y que fui interina unos años y dejé de serlo para ocupar mi plaza en propiedad, obtenida por un concurso oposición. Nunca sufrí bolsa de trabajo alguna en MadridMe trasladé a una provincia andaluza y topé con el SAS. Aquí ya no volví a ningún hospital, trabajé todo el tiempo en centros de Salud, la mayor parte del tiempo en pueblos lejanos a la ciudad en mayor o menor medida a nivel físico, pero a nivel espiritual a una distancia como de la tierra a la luna. Eso era, en ciertos casos, el lejano oeste.En este trabajo, por lo menos durante el tiempo que yo lo llevé a cabo durante unos 4 años o algo más, sufrí de todo. Predominó el buen ambiente en los 5 pueblos en los que laboré, trabajé con muy buenos profesionales y me gustó mucho, mucho lo que hacía. Pero en dos pueblos en concreto, tuve la mala suerte de trabajar con compañeros enfermeros que dejaban mucho que desear, por decir algo que no sea ofensivo. Yo estaba acostumbrada a trabajar en equipo; pero allí viví días en las que estaba hasta el cuello de trabajo: urgencias unas detrás de otras, avisos, salas de curas con una media de 60 números, decenas de visitas programadas a domicilio... A veces alguien me ayudaba, cierto, pero otras muchas vi a algunos compañeros sentados en la sala de estar comiendo pipas o en el bar tomando cañas sin importarles nada más. Reconozco que no aguanté. Soporté en uno de esos dos sitios en concreto tanta tensión con dos enfermeros, uno de los cuales era agobiante, acosador de mi labor, insultante, difamador, grosero... y otras cosas más que me guardo, que cuando me ofrecieron un contrato largo en ese centro de Salud... ¡lo rechacé!Lo rechacé y me borré de la bolsa del SAS. También esta dichosa bolsa y el desprecio que hace de los profesionales que en sus listas se encuentran tuvo mucho que ver con mi decisión (pero no viene al cuento mi vicisitudes con la bolsa del SAS... algún día, quizá algún día explique su política nada justa de contratar en mis tiempos)Sentía mi vocación en estado de coma y con pocas posibilidades de recuperación. Derivé mi vida laboral hacia otras profesiones, como bibliotecaria, presentándome a oposiciones que no aprobé. Conseguí contratos de docencia para impartir cursos de FPO de auxiliar de Geriatría y de clínica que me tuvo ocupada varios años. Me presenté a otras oposiciones, esta vez de enfermería, que aprobé. Este es el trabajo que llevo realizando desde hace otros, algo más, de 4 años.Sí, mi vocación estuvo a punto de morir. Pero hoy está sana y fuerte, entusiasmada, pero resabiada y desconfiada. Cuando creí que ya no deseaba ser enfermera, llena de dolor y casi amargada por ello, empecé mi primera novela... terapia que me vino muy bien para hacerme recordar por qué elegí esta profesión y no otra y me trajo a la memoria lo que yo disfrutaba con mi labor, lo que me esforzaba porque estuviera bien hecha, la satisfacción y las amarguras sanas que me reportaba. Sí, tuve que recordarlo... para volver a saborearlo.Y hoy, nuevamente, ya no deseo ser otra cosa. Cierto que mi trabajo hoy día no tiene nada que ver con mis inicios. Es verdad. Pero disfruto con lo que hago y me gusta. Me encanta ir todos los día a trabajar, me gusta el trato con mis pacientes, sus dudas, sus inquietudes que procuro solventar y me gusta estudiar para ponerme al día. Me encanta a lo que ha llegado esta profesiónSí, mi vocación ha resistido.Pero ¿qué habría pasado si se hubiera muerto? No, no lo sé.Lo único que puedo afirmar bien alto es que, en mis momentos más bajos, mi trabajo con mis pacientes jamás se vio resentido, jamás dejé de intentar hacerlo bien, jamás me relajé ni ignoré las necesidades de los usuarios que estaban a mi cargo... y fue ese ralentí tan alto en el que me encontraba el que no pude soportar. Aún así, me retiré un tiempo de la enfermería asistencial porque me daba miedo hacer mi trabajo mal, no estar a la altura, obviar cosas importantes. Y ahora me alegro de dejarlo, pero en su día lloré amargas lágrimas, creanme. Porque la Enfermería, para mí, lo era todo... yo no podía, no entedía ser otra cosa.Esta es mi historia... mi vocación, pasado y presente. Siento haberme extendido tanto.Y, por ahora -¡uffffff!-, nada más.

Volver a la Portada de Logo Paperblog