Revista Salud y Bienestar

Memoria de mi enfermera XXI: "Cruz y Cara"

Por Lolamontalvo

CRUZ:

  • Me llamo Manuel y tengo cuarenta y cinco años. Soy diabético desde hace más o menos tres, aunque supongo que padezco esta enfermedad crónica desde hace mucho más. En mi familia todos mis hermanos y yo padecemos esta enfermedad, pero sólo yo me pongo insulina. Ellos se controlan con pastillas, con antidiabéticos orales. He de reconocer que ellos están mejor y eso que yo soy el más joven. ¿Por qué? Sencilla y llanamente porque desde que me diagnosticaron la enfermedad me negué a cuidarme, a reconocer que estaba enfermo, porque aunque tenía más de 200 mg/dl de glucemia basal, me encontraba perfectamente. Tengo sobrepeso y me negaba a adelagazar o hacer ejercicio; menos aún, a seguir una dieta. Tengo Hipertensión y no consentía en dejar de consumir sal y tomarme las pastillas de la tensión... que me tomaba cuando me acordaba, lo que no era ni todos los días ni a la misma hora. El colesterol comenzó a subirme pero nunca acepté la medicación ni me limité en mis comidas. De todo lo que sufría y sufro le echaba la culpa a la médica... «¡cuanto más me busque, más cosas me encontrará!», le decía a mi médica con sorna. ¡Como si todo lo que padezco fuera culpa de nadie! Era un mal paciente, aunque ella intentó con todas sus fuerzas que entrara en razón, ella y el enfermero de mi centro de salud que nunca dejó de informarme y de intentar que me cuidara; pero yo me negaba a reconocer lo evidente. Un día me puse muy enfermo... me llevaron a Urgencias y me tuvieron que meter directamente en la UCI. Sólo fueron unas horas, pero me sirvieron para darme cuenta del daño que había sufrido mi cuerpo por negarme a reconocer lo evidente: sufro una enfermedad crónica, Diabetes tipo II, que requiere una serie de cuidados a todos los niveles: dieta, ejercicio, bajar de peso, medicación. Debí de aceptarlo desde el primer día porque ahora sufro consecuencias irremediables por mi diabetes mal cuidada: una afección cardiaca, inicio de ceguera, mala circulación en las piernas, úlceras y los primeros estadíos de una afección renal irreversible. Sí, mis hermanos están mucho mejor que yo... como yo podría estarlo si hubiera hecho caso a mi médica y a mi enfermero.

CARA:

  • Me llamo Manuel y tengo cuarenta y cinco años. Soy diabético desde hace diez. Mis hermanos mayores también lo son. En cuanto supe que ellos estaban enfermos acudí a mi médico y pedí que me hiciera una revisión, dado que la diabetes que sufren ellos, la tipo II, tiene un compenente familiar-hereditario. Y, efectivamente, también yo padezco esta enfermedad crónica. Al principio mi médica me indicó que existía la posibilidad de que me tuvieran que pautar insulina por las altas cifras de glucemia basal con las que empecé y el sobrepeso que padecía, pero como he llevado la dieta a rajatabla desde el primer día, he hecho ejercicio de forma regular y he bajado mucho peso, aún sigo tomando antidiabéticos orales que me controlan las cifras de glucosa en sangre muy bien. Yo mismo me hago los controles y me ajusto la dieta en base a mis necesidades. He aprendido a controlar mi enfermedad gracias a mi enfermero del centro de salud que me ha facilitado, por medio de unos sencillos cursos de autocontrol de la enfermedad y visitas regulares de refuerzo, las herramientas que me posibilitan que sepa qué debo hacer en todo momento, lo que me evita la angustia ante posibles subidas o bajadas de las cifras de glucemia. Cada cierto tiempo me revisan la vista, la función del corazón y la circulación y el funcionamietno de los riñones, órganos que pueden sufrir a corto y medio plazo con esta enfermedad, pero hasta ahora todo está muy bien y correcto. Soy un paciente bien controlado y sin afeccciones secundarias. Consciente del riesgo, he llevado a mis hijos al médico para que los revise; por ahora no debo preocuparme, están bien, así que llevan una vida sana en alimentación y ejercicio saludable, lo que les disminuye el riesgo, más que probable, de sufrir esta enfermedad... Cuando se conoce al detalle a lo que uno se enfrenta, se pueden utilizar las herramientas adecuadas para plantarle cara.

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Con motivo del Día Mundial de la Diabetes, que se ha celebrado el pasado 14 de noviembre, me animo a mostrar las dos caras de una enfermedad que arrasa la salud de miles de personas en nuestro país. Es una enfermedad crónica que, en inicio, puede no dar unos síntomas muy llamativos, motivo por el cual las personas que lo sufren no suelen tener conciencia de enfermedad... Ello hace que no acepten, en ciertas ocasiones, el estricto plan de cuidados que muchas veces se les plantea. La mayoría de los diabéticos que sólo necesitan hacer dieta o toman pastillas para el control de su enfermedad, se miran a sí mismos pensando que ellos tienen «azúcar de la buena», lo que podría hacer que miraran con demasiada benevolencia su mal y dejaran de controlarse y cuidarse. No existe «azúcar» mala o buena. Existen enfermos de diabetes. Cada uno precisa un tratamiento y un plan de cuidados personalizado. Por último, sólo añadir que, una diabetes bien controlada, evita un montón de complicaciones. Evitar el sobrepeso, hacer ejercicio físico de forma regular, llevar una dieta saludable y variada y vigilar nuestras cifras de glucemia es vital. Y fácil.

Y, por ahora, nada más.


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