Revista Salud y Bienestar

Memoria de mi enfermera XXIII: "Nochevieja"

Por Lolamontalvo
Memoria de mi enfermera XXIII:
Miro el reloj del control. El tiempo pasa demasiado deprisa. Ya casi son las doce. De un momento a otro sonarán las campanadas...La auxiliar asoma la cabeza por el control y me avisa de que ya está todo preparado. Apenas levanto la vista de lo que estoy escribiendo y le contesto que ya voy.El médico, el adjunto de Medicina Interna, se dirige a toda prisa a la misma habitación que la auxiliar y yo. Francisco, el paciente de la 12-B, ha empeorado. Debemos cogerle una vía central para intentar controlarlo con una medicación más potente que por vía periférica no se puede ni se debe administrar.Con la pericia que sólo proporciona la experiencia, en unos minutos el paciente ya está colocado en la posición adecuada, el campo preparado y la zona desinfectada con el antiséptico. El pobre Francisco «llámeme Paco, señorita, me gusta que me llamen Paco» está muy apurado, con muy mal color, sudoroso. Su respiración agitada dice mucho más que todos los signos vitales. Se encuentra mal y está asustado, muy asustado. A través de la puerta me llegan el rumor de las voces de su hija y su esposa que esa noche la pasan con él. En la mesita del fondo, junto a la ventana, veo las uvas envueltas en celofán y los mazapanes que han traído en la bandeja de la cena. El pobre Francisco esta noche no se los tomará... y su familia, probablemente, tampoco.Escucho al residente de último año hablar con la familia en el pasillo, unas pocas palabras y entra en el cuarto. Intercambia cortos mensajes con el adjunto y se disponen a cogerle la vía.En ese momento, en la torre del reloj perteneciente a una iglesia cercana, comienzan a sonar las doce campanadas. Una, dos... cuatro, cinco...Una mano se mueve perdida bajo el paño verde que delimita el campo. La mano de Francisco, Paco. No puedo remediarlo y paso la mía bajo la verde tela y aprieto sus dedos entre los míos. Siento cómo se aferra a mí como si fuera una tabla en medio del mar.... siete, ocho...El adjunto murmura unas palabras al residente. Inmediatamente la sangre fluye por el catéter. El residente ayuda al adjunto a conectar el suero y a comprobar si el reflujo de sangre es correcto. La mano me aprieta más aún y yo correspondo a su fuerza. Quiero que sepa que no está solo, que estoy con él. Miro el rostro de Paco, sus ojos apretados, el sudor perlando su frente, una lágrima corriendo solitaria por su macilento rostro....diez... once y doce.Un lejano bullicio de fuegos artificiales llega amortiguado a través de la ventana cerrada.El nuevo año está aquí... sí, pero dentro de esa habitación el tiempo se ha detenido. Se ha detenido y ha pasado como un instante cualquiera, como unos segundos más en el reloj.Fuera bulle la alegría, la fiesta, la felicidad.En esa pequeña habitación de hospital, Paco abre los ojos y suaviza un tanto la presión sobre mis dedos. El mal rato ha pasado.Sonríe y le sonrío. Lo médicos salen y yo me quedo con Paco ajustándole el apósito en su nueva vía...Feliz 2011.Y, por ahora, nada más.Safe Creative #1012308166226

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