Revista Talentos

Memorias de un sofá

Por Majelola @majelola


Memorias de un sofá.
Llevaba algunos años separada. Era el primer mueble que yo compraba sola: sola lo busqué, sola lo elegí, y sola lo pagué. Era un sofá corriente, pero robusto. Nos entendimos bien desde el principio.
Llegó a casa oliendo a nuevo, con sus tres cojines rojo granate, regalo de la tienda. Desde entonces ha contribuido a hacer mi vida bastante más confortable. Por aquellas mismas fechas, algunos años antes de conocerle, el hombre de mi vida estaba comprando las sillas de su comedor con idéntico tapizado; exacto hasta en el color, y eso que había seis tonalidades a elegir si no recuerdo mal. Obra del azar desde luego, pero encantadoramente profético. 

Mi sofá y yo hemos vivido muchas cosas juntos: tantas y tantas horas de intimidad creativa, largas meditaciones, hallazgos deslumbrantes, soledades buscadas, compañias encontradas, sustanciosas lecturas, lágrimas surtidas, felicidades plenas, diarios escritos y olvidados, esperanzas rotas y cumplidas, palabras dichas y escuchadas, arrullos con los gatos, risas, siestas, abrazos, proyectos, adioses y besos. Él lo sabía todo de mí, y yo en ningún otro sitio me encontraba tan cómoda. Y así un día me dí cuenta de que nos habíamos convertido en cómplices.  Una vez entraron a robar en casa. Mientras esperaba a la policía y a un cerrajero que me abriese la puerta, yo imaginaba a mi discreto amigo acuchillado; sabía que a veces los ladrones lo hacían, no sé si de pura rabia. Confieso que esa visión me angustiaba más que ninguna otra pérdida. Al entrar fue donde primero acudí, y respiré aliviada al comprobar que no había sufrido daño. Podría quedarse vacía la casa, y eso me apenaría; podrían llevarse todos los demás muebles, y sería un pequeño desastre. Pero este sofá acumula tanta historia, que si quedara él solamente entre las cuatro paredes, mi casa seguiría siendo mi hogar.


Mariaje López.
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