Mentes poderosas de Alexandra Bracken

Creo que ya nos hemos acostumbrado a toparnos con las mismas premisas, respaldadas en los mismos recursos y tropezando con los mismos tópicos en el panorama de la literatura juvenil actual. Lo peor es que son explotados una y otra vez sin añadir mínimas cuotas de originalidad. Sí, me refiero a la norteamérica distópica, la protagonista adolescente, el triángulo amoroso —los más innovadores agregan una arista a la figura—, o el ya canónico formato de trilogía. Después de todo, si la fórmula funciona, ¿por qué alterarla? Mentes poderosas hubiese podido convertirse en un libro más de esta lista; sin embargo, Bracken trastoca su antojo los elementos que tiene a la mano, como una ciencia ficción muy soft o  el road trip, hasta entregarnos una historia tremendamente original y que, una vez agarrado el ritmo, no podrás dejar de leer.

Cuando Ruby despierta en su décimo cumpleaños, algo en ella ha cambiado. Algo lo suficientemente alarmante como para que sus padres la encierren en el garaje y llamen inmediatamente a la policía buscando ayuda. Ha sucedido. Un fenómeno inexplicable le ha arrancado de la vida que siempre ha conocido, y la ha repudiado a Thurmond, el escalofriante campo de rehabilitación del gobierno donde se destinan a los supervivientes. Ruby no ha sucumbido a la misteriosa enfermedad que ha aniquilado a la mayoría de niños de Estados Unidos, pero ella y los demás prisioneros se han convertido en algo mucho peor: porque han desarrollado poderosas habilidades mentales que no pueden controlar.

Son muchos los aspectos que disfruté de este libro, pero uno de los que encuentro más destacables es la voz narrativa. Cuando Ruby ingresa al campo de concentración no es más que una niña, y crecer aislada de la sociedad la formó como persona. Las secuelas de ello se mantienen como una constante a lo largo del libro, como heridas que siguen en carne viva. Hay una escena en particular —mi favorita en el libro— en la que Ruby se baña por primera vez fuera de Thurmond  y me encanta que la autora le da tanta importancia a este tipo de momentos. Cómo situaciones tan cotidianas se convierten un impacto inmenso en personajes a los que se les ha obligado a crecer tan deprisa. Esto se traduce en una narradora bien establecida, consecuente con ella misma, y afortunadamente el abanico de personajes sigue esta línea. Chubs, Zu, Liam; los personajes secundarios también evolucionan y tiñen sus perfiles de sombras, luces y más de un matiz.
Desde las primeras páginas de este libro caemos en cuenta que Mentes poderosas no presumirá de aquella acción a raudales a la que la mayoría de títulos de este género nos tiene acostumbrados. Quizás por eso lo definiría como un libro un poco más adulto dentro del young adult al que pertenece. La historia se cuece a fuego lento, y si no lo encontré tedioso fue en parte gracias a la melancólica pluma de Alexandra Bracken. Esta mujer sabe escribir. Muy a menudo nos encontramos con historias trepidantes, pero a la hora de definir el estilo del autor la única etiqueta que se nos ocurre es "adictivo" —adjetivo aplicable tanto como para una lectura como para una droga, así que precisamente positivo no es. La autora no subestima a su lector y eso se agradece. Aún así, creo que el Waterloo de Bracken son las escenas de acción, confusas y caóticas al nivel de hacerme preguntar de dónde salieron las cosas,a qué personajes se refiere, e incluso dónde están parados.
Así como el libro tiene sus más, tiene sus menos. Hubiera agradecido más worldbuilding, debido a que el libro es narrado por Ruby y pasa encerrada gran parte de su vida no tenemos mayor idea de cómo está el mundo allá afuera. De hecho, tienen la novela corta In time como un "complemento", pero a mí no me convenció. También tuve un conflicto con el final, después de haberme acostumbrado a un ritmo lento no encuentro coherente desarrollar en un par de páginas hechos que merecían mínimamente unos cuántos capítulos. En fin, el libro dista mucho de ser perfecto, sin embargo lo considero sobresaliente si lo comparamos con otros títulos similares. Tomen en cuenta que les escribe una negada a las distopías juveniles —guiño a algunos responsables— que terminó este libro con lágrimas en los ojos y picazón en las manos por tener Nunca olvidan. y el corazón conquistado por la historia que Alexandra Bracken tenía por contarnos.

«Teníamos que encontrar alguna forma de entretenernos, puesto que no teníamos más historias -ni sueños, ni futuro- que las que nosotros mismos nos inventábamos.»
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