Revista Cultura y Ocio

Mercados y desacuerdos. Las responsabilidades en Sarajevo

Por Lparmino @lparmino

Mercados y desacuerdos. Las responsabilidades en Sarajevo

Fachada principal del mercado de Markale, Sarajevo
Fotografía: Luis Pérez Armiño

El mercado, como emplazamiento donde se satisface un determinado tipo de necesidades en relación con el intercambio de bienes, juega un papel fundamental en la articulación social dentro de cualquier núcleo habitado. En los mercados se produce el encuentro entre aquellos que ofrecen determinados productos y servicios y las personas que los demandan y que están dispuestas a entregar otros bienes por los primeros. Como cualquier otro aspecto de la vida social, el mercado ha nacido, ha crecido y evolucionado, y así sigue haciéndolo en la actualidad. Prácticamente, hemos pasado de la materialización e institucionalización del mercado como un enclave fundamental en la ordenación de las poblaciones y demás centros urbanos a convertirlo en una especie de entelequia abstracta de muy imprecisa y etérea localización. Pero el mercado es algo más que un lugar de meras transacciones comerciales: es un punto de encuentro, uno de los principales polos de contacto y de socialización de una determinada comunidad, un espacio de intercambio cultural…


Mercados y desacuerdos. Las responsabilidades en Sarajevo

Interior del mercado de Markale, Sarajevo
Fotografía: Luis Pérez Armiño

El rol del mercado en la dinamización vital de un núcleo poblacional es indudable. Hasta tal punto asume el comercio su papel activador de las relaciones sociales, económicas e, incluso, culturales de una determinada comunidad, o entre comunidades, que son muchas las ciudades que han crecido en torno a mercados o puntos de intercambio económico. Este dato es más que palpable en zonas geográficas de transición, donde dos culturas y sociedades se encuentran y muchas veces chocan. En la península de los Balcanes, zona de secular roce cultural entre un Oriente y un Occidente condenados a malentenderse, las ciudades crecían en torno a los puentes que salvaban la complicada orografía de la región o alrededor de los mercados donde se producía el intercambio de todo tipo de productos.
En la ciudad de Mostar, los puestos de hortalizas y frutas se agrupan al abrigo del puente que cruza el Neretva. Todo el casco viejo de Sarajevo de época otomana es un gran bazar de estilo oriental que se esparce por todas sus callejuelas. Más tarde, los austro – húngaros, haciendo gala de esa imperiosidad necesidad de otorgar a todo un rígido orden germánico, decidieron imprimir su estilo peculiar en la capital bosnia. En la parte austriaca de la ciudad, en una de sus principales arterias y zona peatonal por excelencia de la actual Sarajevo, se levanta el mercado de Markale. Construcción de gustos neoclasicistas, de interior diáfano para poder observar, a primera vista, toda la oferta, especialmente carnes, quesos y demás productos de granja. Cruzando el mercado, a pocos metros, se llega a una explanada al aire libre que acoge los puestos de verduras y frutas donde la gente se arremolina en sus compras diarias. Hoy la normalidad es aparente y el trasiego comercial sigue su propia lógica traducida a unos cuantos marcos convertibles.

Mercados y desacuerdos. Las responsabilidades en Sarajevo

Placa en homenaje a los muertos en el
bombardeo del 28 de agosto de 1995
Fotografía: Luis Pérez Armiño

Sarajevo siguió viva durante el asedio que sufrió desde 1992 hasta 1995. Pese a la presión y los bombardeos constantes desde las posiciones serbias en las colinas que rodeaban la ciudad, la vida seguía, aunque lastrada por el peso del miedo y la amenaza constante. A pesar de los quince muertos diarios en la ciudad (la cifra varía dependiendo de las fuentes consultadas y de las fechas tomadas como referencia), Susan Sontag decide representar en el verano de 1993 Esperando a Godot de Samuel Beckett. Y en medio del brutal asedio, un sitio “medieval con armas modernas” como escribiría Juan Goytisolo, Sarajevo necesita vivir, necesita agua, alimentos, medicinas… En medio de los disparos de los francotiradores y la indiferencia internacional, florece un mercado negro que obtiene beneficios de la desgracia de una ciudad en la que los productos más primarios y básicos alcanzan precios desorbitados. El mercado de Markale opera bajo el fuego, cuando logra abastecerse de algunos productos y la población puede hacerse con algo de comida.
La lógica militar conoce esas rutinas diarias de los habitantes de Sarajevo. La estrategia bélica sabe dónde consigue el agua la población civil y las horas de afluencia en los mercados. Incluso, es fácil obtener la información precisa donde se va a realizar un determinado reparto de pan. En el mercado de Markale se vivieron dos de las grandes matanzas del sitio de Sarajevo. En plena hora punta, cuando más gente se concentraba ante los mal abastecidos puestos del mercado al aire libre, en los alrededores del edificio de gusto austriaco, en dos ocasiones, dos explosiones sembraron el pánico en la ciudad y la indignación en los medios internacionales. El primer bombardeo del mercado, el 5 de febrero de 1994, se saldó con 68 muertos y 144 heridos. En el segundo, el 28 de agosto de 1995, se contabilizaron 43 muertos y 75 heridos. 

Mercados y desacuerdos. Las responsabilidades en Sarajevo

Mercado al aire libre en Sarajevo
Fotografía: Luis Pérez Armiño


Es difícil, todavía hoy, establecer la responsabilidad de las dos matanzas pese a los informes oficiales que insisten en la teoría de la autoría serbia. Casi en el mismo momento de los bombardeos se producía un incesante cruce de acusaciones entre los beligerantes responsabilizando de las matanzas al enemigo. Para el Gobierno musulmán no era más que otra demostración de la brutalidad y el salvajismo de los chetniks que asediaban con crueldad Sarajevo; los responsables militares serbo – bosnios, por su parte, exigieron la formación de comisiones mixtas e internacionales que investigasen la procedencia de los proyectiles que impactaron contra el mercado para depurar culpas. Según los responsables serbios, las fuerzas musulmanas no habrían dudado ni un instante en provocar la muerte de sus propios conciudadanos con el objetivo de forzar una intervención militar de la OTAN contra el ejército serbo – bosnio y fortalecer la posición de los bosnio – musulmanes en las negociaciones de paz.
Sólo los muertos hicieron posible que la comunidad internacional, demasiado renuente a involucrarse en cuestiones balcánicas, siempre de difícil y provisional solución, se implicasen en el fin de un conflicto demasiado largo en pleno corazón de Europa. Las muertes en el mercado de Sarajevo se sumaron a las de Srebrenica, las de Visegrad, las de Bihac o las de los campos de concentración. Fue entonces cuando se decidió que debía ponerse punto y seguido a un asedio que duró cuarenta meses.
Luis Pérez Armiño

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