Revista Opinión

¡Mi aborto, qué alboroto!

Publicado el 10 abril 2011 por Crítica
¡Mi aborto, qué alboroto!¿Qué hay más moderno que abortar? Sin duda pocas cosas. Cada aborto es un vale a un futuro mejor, libre de ataduras convencionales, cargas familiares y gravámenes económicos. Sin duda el sueño de un roquero. Lo que habría que preguntarse es si destruir todos los años a más de cien mil futuros seres humanos es un precio razonable para una sociedad sana; aunque ¿quién soy yo para juzgarlo, no? Eso debe decidirlo el mercado: la ley de la oferta y la demanda. Si un ginecólogo quiere un mercedes y una fornicadora abortar ¿Quién es nadie para meterse en medio? Corrección: el Estado puede y debe meterse, porque España es un estado social-entrometido donde si hay negocio se comparte.
Que ninguno se equivoque: el aborto no es una guerra moral entre la rancia tradición religiosa y la glamurosa modernidad. Esa guerra la perdieron los curas hace lo menos treinta años. La batalla hoy es para ver cómo los socialistas hacen para controlar la lonja del aborto. En otras palabras: cómo hacer de 'cada aborto un voto’.
¡Mi aborto, qué alboroto!La cuestión la facilita mucho el que vivamos una sociedad narcotizada por el materialismo. Semejante sociedad da semejantes seres humanos. Muy distintos, desde luego, de quienes nos precedieron. Sin ir más lejos: hace doscientos y pico años unos reprimidos sexuales sentaron las bases de la Libertad del ciudadano, y lo hicieron sin nombrar siquiera la más importante de todas hoy en día: el derecho a ser accedido por vía coital. Así es: ni se les ocurrió ¿Pueden creerlo? Los socialistas no, por eso están a ver como lo arreglan.
En una sociedad  de ciudadanos que valoran, por encima de todo, las conquistas sexuales; donde los atributos más cotizados son la belleza, la juventud, la ostentación, las tragaderas, las mentiras y las cintas de vídeo; es una sociedad donde los pobres y feos salimos pitando a ponernos un tapón en el culo, porque para nosotros esto es como la fiebre del oro del Yukón, y ningún esquimal quiere cruzar su trineo con un blanco empalmado y febril.
Así es: el Código Civil actualizado a día de hoy, viene a santificar el que todos los fornicadores tengan un hueco reconocido por las leyes para manipular a todos y sacar tajada por ello. En este contexto es fácil juntar a dos o tres degenerados y convertirlos en un colectivo: para eso están los medios de comunicación. Los socialistas sólo han de dar forma política a ese ciudadano fornicador, tan grosero y degradado que no le importe unir su destino al del fracaso socialista.
Por supuesto, este hecho se manifiesta socialmente de muchas maneras, pero en concreto destaca en el tema del aborto. Desde un punto de vista objetivo y desapasionado, la fornicadora pretende que la sociedad se encargue de gestionar los desechos de sus fornicios. Nadie les puede reprochar que teniendo una oportunidad de beneficiarse legalmente la aprovechen. Los socialistas lo que hacen es un ten con ten para convertir una decisión amoral, pero legal, en un voto… y de paso en media docena de funcionarios afines.
La cuestión es si la sociedad debe satisfacer esa demanda de las fornicadoras, o si por el contrario debe castigar esa conducta y librarse de la burocracia del exterminio. Gente que destruye los mayores bienes sociales, que son los Seres humanos del futuro, no deberían tener cabida en una sociedad moderna. No me engaño pensando que se puede hacer borrón y cuenta nueva. No soy tan naif como para creer que el mundo que conocemos va a moralizarse de la noche a la mañana, pero eso no quita para que se puedan exponerse alternativas u opciones.
Personalmente volvería a considerar delito grave cualquier aborto. Por supuesto, eso obligará que la fornicadora lleve nueve meses al feto en su cuerpo, aunque eso contará como tiempo de mili. Por otro lado el Estado debería proporcionar todos los beneficios sociales y asistencia al feto para que tenga una buena y saludable estancia prenatal. Seamos objetivos, un Ser Humano no será lo peor que le hayan metido dentro a la portadora, así que tampoco hay porque hacer ningún drama. En caso de que ésta decida que no quiere a ese futuro o futuros ciudadanos españoles, deberá firmar una renuncia antes de, pongamos, la semana 16 y en caso de que aún con esta realice el aborto, aún fuera de España, se le tendrá en cuenta como agravante de delito de aborto.
¿Parece duro? Más duro debió resultar la desnazificación para estas mujeres que en su día fueron las más modernas de su época. Sin embargo al final todos quedamos encantados del resultado ¿O no? ¡Mi aborto, qué alboroto!

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