Revista Educación

Mi espejo

Por Petito2000

Cada mañana me levanto y voy directo al baño. Veo el estado de mis ojeras y procedo al afeitado vespertino. Una duchita y a por el traje. Sin la necesidad de escuchar nada, ni ver ninguna luz encendida, sé bien que mi padre estará levantado y que, probablemente lleve varios folios redactados y ya se sepa las principales noticias del día. No falla, nunca.

Una poesía muy conocida y muy importante para mi, empieza diciendo:

Si guardas en tu puesto, la cabeza tranquila,
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan
y no desprecias nunca, las dudas que ellos tengan.

Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera.
Si engañado, no engañas,
Si no buscas mas odio, que el odio que te tengan…

Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres,
Si al hablar no exageras lo que sabes y quieres.
Si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo.
Si piensas y rechazas lo que piensas en vano.

Esta poesía fue escrita por un gran poeta y escritor llamado Joseph Rudyard Kipling, nacido en la India aunque inglés de nacionalidad, a los 31 años. Desconozco si en aquel momento era padre o no pero su poesía puede traducirse, en mi opinión, como una guía para la educación de un hijo. Cada frase es un matiz que podemos considerar deseable de cualquier persona y, ¿como no?, de un hijo. La sinceridad, la paciencia, la lealtad, la tenacidad, el esfuerzo son ejemplos de todo lo que la poesía nos ofrece. En mis años de estudiante no he tenido ninguna asignatura que me haya enseñado nada de esto. Sí he podido ver que quienes más se esfuerzan, llegan más lejos, que quienes son más sinceros, tienen más amigos; pero ningún profesor me enseñó nada de esto en un clase. Los más rápidos, ya se habrán dado cuenta que estos valores no se enseñan en clase.

Otro tipo, Randy Pausch, diseñó una de las conferencias más educativas que he visto nunca, llamada la “última lección”. En ella, hay un momento en el que dice: “para ser feliz, lo primero que recomiendo es tener unos buenos qpadres”. Pone ejemplos como no hacer que un niño se sienta mal por vomitar en el coche o un jugador de béisbol que debía soportar los escupitajos del público por ser negro. Todos ellos ilustrativos de valores deseables para nosotros y nuestros hijos.

La parte negativa de mi artículo es esta: no basta con desearlo, hay que enseñarlo con el ejemplo. De la misma forma que aprendemos del más listo de clase, de la misma forma que entendemos que un jugador luche hasta el punto comentado por jugar profesionalmente, solo aprenderemos ciertos valores si nos los enseñan con el ejemplo.

No hay mayor fortuna que tener un padre al que resulte difícil, o muy difícil, superar y en el que puedes confiar. No hay mejor consejero que un padre dispuesto a escuchar, no hay mejor apoyo que un padre que se esfuerza a muerte por sus hijos, no hay mayor suerte que tener un padre ejemplar. Un padre que sea confidente y profesor, bueno y objetivo, listo y sensible.

Mirarse al espejo es un ritual que todos llevamos a cabo varias veces al día. Necesitamos saber la cara que tenemos, ver si estamos peinados o si la corbata está en su sitio. Si reflexionamos sobre esta costumbre, no es difícil darse cuenta de que cuando nos miramos en un espejo siempre terminamos mejor de lo que hemos empezado. El mejor espejo en que puedo mirarme tiene nombre y apellidosy no hay día en que no me mire en el, aunque el resultado siempre es el mismo, “iñigo, puedes hacer más”

Gracias Papá por ser el espejo en el que quiero mirarme siempre.


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