Revista Cultura y Ocio

Mi nuevo héroe: Gianandrea Noseda (Requiem de Verdi en Castellón)

Publicado el 19 mayo 2011 por Titus
Mi nuevo héroe: Gianandrea Noseda (Requiem de Verdi en Castellón)
Miércoles 18 de mayo, ocho de la tarde, Requiem de Verdi en el Auditorio de Castellón. En un alarde de maldad y de falta de respeto hacia el público que deja a la pobre Helga a la altura de un osito amoroso, los organizadores tienen a bien incluir en el programa de mano a la soprano georgiana Tamar Iveri en lugar de a la anunciada Sondra Radvanovsky. Sin una mísera nota pidiendo disculpas o explicando el motivo de la supuesta sustitución, que al parecer conocían con suficiente antelación como para incluir en el programa a la sustituta pero que no anunciaron. Helga, aprende, esto es una gestión malvada e irrespetuosa de verdad.
El resto del reparto, tal y como estaba anunciado, lo formaban el bajo Ildar Abdrazakov, la mezzo Daniela Barcelllona y el tenor Maksim Aksenov, junto a la Orquesta y el Coro del Teatro Regio de Turín y la batuta de su director titular, Gianandrea Noseda.
Salen a escena los miembros de la orquesta, los del coro, los cantantes solistas y, tras unos incomprensibles minutos, el director. Aplausos de cortesía y empieza a sonar la música, poco a poco, en pianísimo. Entra el coro y de repente... suena un móvil. Noseda manda parar a los músicos, se gira en el podio y pide al público que apague los móviles (algo que ya se había pedido previamente por megafonía). Bien por Noseda. Aplausos de nuevo y vuelta a empezar. Levanta la batuta, las cuerdas atacan el pianísimo y... ¡vuelve a sonar el mismo móvil! Y Noseda deja la batuta en el atril y, sin mirar atrás, sale del escenario con gesto de indignación. ¡Bien por Noseda one more time!
Lo mejor fue ver como, tras la "espantá" de Noseda, muchos a mi alrededor sacaron sus móviles de los bolsillos y los apagaron. Se ve que el primer aviso del director no había sido suficiente para convencerles de que lo hicieran.
Tras unos minutos, el director regresa, visiblemente enfadado y el Requiem acaba llevándose a cabo sin más sorpresas hasta el final, en el que, cuando aún está la última nota flotando en el aire, un energúmeno grita un ¡Viva Verdi! que es secundado por breves aplausos por parte de sus vecinos de butaca. Afortunadamente el grueso del público no sigue esta exaltación de verdianismo extemporáneo y permanece en silencio unos segundos más hasta que, por fin, rompe a aplaudir. Pero el hechizo ya estaba roto, y la cara de Gianandrea Noseda cuando se gira para recibir los aplausos es un poema. Un poema trágico, concretamente.
Comentaré el concierto brevemente: Noseda se lució con una dirección estupenda, quizá algo excesiva en el Dies Irae (lo que para mí no es nada malo, excesivófilo que es uno). Mantuvo el dramatismo desde el primer al último compás, a pesar de todos los contratiempos, y supo dar a la partitura los matices necesarios de forma coherente. De entre los solistas, Daniela Barcellona estuvo tan bien como es habitual en ella, Ildar Abdrazakov no me hizo cambiar la opinión que me formé de él en su reciente Mefistofele de Les Arts (buen cantante, voz bonita pero clara y volumen justito) y Maksim Asenov, a quien no conocía y que debutaba en España con este Requiem, me pareció un tenor lírico muy del montón, con la voz totalmente atrás excepto en el agudo (el típico defecto de tantos cantantes rusos). Por último, Tamar Iveri, la encargada de llenar el hueco de Sondra Radvanovsky, no la hizo nada mal, y aunque en ningún momento nos hizo olvidar a la americana, lo cierto es que disfrutamos oyéndola cantar con una voz sana y jóven de centro carnoso y presencia tímbrica.
Supongo que, al acabar el concierto, Gianadrea Noseda le habrá pedido a su manager que apunte el nombre de esta ciudad en su lista negra para no volver jamás, y habrá hecho bien. Es un director con un gran presente y un esperanzador futuro y quien sale perdiendo de este desencuentro no es él, a quien no le faltarán compromisos, sino nosotros, por maleducados y por cafres. Pero, pese a todo, me ha gustado que alguien, por fin, haya puesto la cara roja de vergüenza a aquellos de entre el público que no conocen el respeto hacia los demás ni hacia quienes intentan llevar a cabo su trabajo sobre el escenario de la mejor manera posible. Si hasta ahora lo consideraba un gran directo, desde este momento pasa a ser un héroe para mí.

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