Revista Humor

Mi secreto más secreto: tuve un flirt con steve jobs

Por Puramariacreatriva

MI SECRETO MÁS SECRETO: TUVE UN FLIRT CON STEVE JOBS

 

Parece mentira, pero he acabado por hacer lo mismo que Romina Power, la Pantoja, Bárbara Rey y otros tantos famosos y famosas: abrir el pico y dejar filtrar, sin darme cuenta, una información secreta-secretísima que había mantenido silenciada hasta ahora y que, precisamente porque me debo a mi público, que tanto me quiere, he decidido…(joer, no me he dado cuenta y me he puesto en modo “folclórica autojustificándose-mientras-chupa-cámara-dando-su-lado-bueno-a-la-cámara-con-el-piloto-en-rojo·, discúlpenme…)

Bueno, pues sí. He de admitirlo. Nunca antes lo había afirmado, entre otras cosas, porque por mi modesta maison no se ha acercado, en mi puñetera life, ningún paparazzi, ni ninguna “Chelo-García-Cortés” para sobornarme, cheque con muuuuchos ceros por en medio, para “cascar” sobre mi vida privada (ni sobre los momentos en que he estado privada de vida privada, los menos de mi vida, no voy a engañaros, a los que, como mis allegados  saben yo llamo “etapas de barbecho” o “stand-by-sesual”).

Y sí, es cierto. Si han escuchado algún rumor sobre lo que voy a decirles (además de que asistiré, por fin, a un milagro) y lo han negado, aduciendo que “eso” a Candela no puede haberle pasado o ella es “incapaz” de hacer “esas cosas”…pues cojan ustedes tipexx bucal, porque han metido la pata, se han equivocado y más vale que rectifiquen.

Voy a explicarles la verdad, y lo digo de ídem. Lo único que les pediría, ya que voy a hacer algo similar a un striptease de mi pasado, es que procuren que la información no traspase este papel virtual, no se extienda y, en un recreo, a mis pobres gemelos, un compañero empollón, de esos con gafotas de no alain deflú o como se llame, les ponga más coloraos que un tomate raff diciéndoles: “¿Qué?  ¡Qué mamá tan moderna tenéis, no?

Ahora no me ven, pero estoy tragando saliva.

En realidad trago saliva siempre, porque si no es para tragar, como diría Groucho, ¿para qué sirve la saliva, ahora que ya no se puede escupir sobre las calles, como hacia el ídolo de mi Adán, el Clint Estamwood, o como se pronuncie?

Estoy tragando saliva, y esta vez no es porque esté pensando en el struddel de manzana que cocina mi madre para navidad, sino porque intento prepararme, como dice mi psicoanalista, mientras fuma y mira para el lado contrario del diván en el que me tiendo y no me entiendo, para “desenraizar mis temores y dejar fluir la verdad” ¡Toma ya!

Sí: tuve una relación amorosa con STEVE JOBS, que, por si alguien no se ha enterado y no está muy puesto en la actualidad, no es el hijo del santo ese de luengas barbas que era más paciente que la Cher de su médico de cirugía estética. Nada que ver. Tuve un episodio amoroso, un flirt (que no flit, como  le llaman en Cuenca y enderredores, al espray con matamoscas) con el padre de la informática, bueno, con el segundo padre de la informática: la informática debía ser una tía muy fresca y muy tendente al forward (vamos, muy tirada pa adelante, en traducción del English al Espanglish) porque, hasta donde una sabe, era bígama (nada que ver con la especie esa de marisco que se cría entre algas, eh!) y estaba casada con dos grandes de los grandes, dos machos con unos pedazos de discos “duros” que “pa-qué”; a saber, el de a Otan.las gafitas y cara de peterpan de pueblo, el ventanero, el de guindous (no el ministro nuestro, sino el de esa cosa que es Windows equixpe y home, como Zara) ese tal Bill Gates (para colmo, casado a su vez con una mujer que tiene un nombre tan feo que no usa, para firmar, ni la inicial, la Melinda señora de Gates) y, para completar la bigamia (bueno, la bigasuya, porque la mía…nanai) debió contraer nupcias (las nupcias deben ser algo se contrae, como la barriguilla post-agosto cuando le metes una faja reductora for slimming de esas) con el otro padre, el Steve.

Corrían los setenta y algo…y corría yo con ellos, vamos, que de hecho yo era adolescente y mi sueño era correr y recorrer mundo (en otro tipo de “correr” también pensaba, por supuesto, o ¿no os acordáis ya de vuestra juventud y las evidencias acnéicas de las calenturas juveniles?) así que convencí a mis padres de que me dejasen pedir una beca para estudiar eso que hablan los que saben tanto, la lengua de los muchachos del flequillo rebelde ,los bitels, que decía mi abuela. Como se ve que en América ya debían intuir que tenían que ir preparando una cantera de becarias (porque más tarde llegaría ese Clinton y la Lewisky) y mi nombre, puesto en la solicitud, y en inglés, les sonaría a muy “divine” (Mary Candelation)…me dieron el yes y para San Francisco, no el de Asís, sino el de California. Allí trabajé como au-pair, que es el modo fisno de decir que hice de Gracitamorales-ay-qué-cosas-tiene-el-señorito en una casa la mar de grande, donde vivía un matrimonio con un niño, al que habían adoptado, con gafitas y muy shy (tímido, decía su madre) que no sé yo qué “cocepto” tendrás los americanos de la timidez porque el Estebe, que le llamaba yo, nada más verme, me dijo algo así como “don’t worry, todo va a ig bien”, pero, a la vez, me embadurnó el careto con peanut butter, una mantequilla de cacahuete que se la podía haber puesto él en lo que luego sería su ínclita calva. Tras el cacahueteo inicial, la verdad, tomamos mucha confianza: él me enseñaba su disco duro (que entonces no tenía mucha capacidad) y me pedía que le mostrará no sé qué de las gigabaits…era muy raro, y muy informático, ya entonces, pero me pasaba los pedazos de vasotes de helado que compraba su madre y me daba las oreo por bajo manga y, claro, me tenía arrebatadamente enamorada. El fin de la beca llegó, yo le vi por fin el disco completamente duro, pero, siguiendo los consejos de mi tutora en las teresianas, le dejé con las ganas de contemplar mi “gigabait”, con lo que, al mes de venir para Spain, me encontré, nos encontramos, mi familia y yo, con la sorpresa de que el Estebe (aún con pelo) se las había arreglado para venir a verme y apareció tras la puerta una mañana de sábado, que eran los días que mi madre mutaba en androide, porque se colocaba todos los rulos posibles en la cabeza, protegidos casi herméticamente (y no sé yo si incluso uperizados) por una redecilla capilar que ríete tú de las artes de pesca de los pescadores galegos. Mi madre, al verle, se escondió en la cocina, detrás de mi abuela, que por aquel entonces ocupaba un volumen considerable, en cuanto a capacidad corporal, y podía ocultarle, a ella y a las tropas y tanques de la Otan sin ningún problema ¿Y qué le damos al guiri de comer?, no paraba de gritar, ¡no he ido al mercado aún! ¡Ay, madre de dios y virgen del amor hermoso!

De repente, en medio del lío, mi abuela Candelaria, se hizo a un lado (Estebe pensó que se había producido un pequeño terremoto), abrió un cajón y sacó algo que le tendió super-amable, con su mejor sonrisa: ¡Toma this, hijo, a ver si te laik, is veery sano, la fruit, a que yes, eh? Le dio la manzana que quedaba en nuestra nevera, más vacía que la cabeza de Yola Berrocal, y el Estebe le pegó un bocado. Años más tarde, llegué a pensar que se había venido a Espain con un low cost, o un avance de ello, porque llegó con hambre como de haber hecho un vuelo y no haber cataó ni unos puñeteros anacardos (nunca he sabido qué son, pero sé que te los dan en los vuelos de iberia para matar el jet-lag o lo que sea) y le pegó un mordisco a la manzana, tan a gusto, que las marcas que dejó hubieran encajado con las de la dentadura que mi abuela, cada noche, ponía a remojo en su vasito de duralex, sobre la mesita.

El Estebe se quedó en mi casa, para escándalo de mi madre y mi padre (mi abuela se limitaba a observarle, suspirar y decir ¡Ay, ay, ay, ay!) ya que venía full equiped: con un saco de dormir y un bote de gomina (ya entonces no se duchaba mucho o, si lo hacía, el procedimiento no se completaba con el refriego de jabón ni la puesta de desodorante). Mi abuela, cuando se acercaba a él, torcía l anariz y, de nuevo, soltba esa cadena de “ayes” infinita: ay, ay, ay,ay, en esta ocasión, con algún “uf, qué olor a cebolla” intercalado.

Al cabo de dos semanas, y de varias sesiones de “mira mi duro disco duro” y de “have a look to my gigabit, de espanish girl’s gigabait, genitivo sajón incluido”, el Estebe nos dejó, tras haberse comido todas las torrijas que mi abuela pudo hacer con el poco de pan duro que el americano-amante-de-los-sandviches no ingería, y se fue a San Francisco (para joder a los de Iberia, mi madre le preparó un bocata de chorizo que creo que tuvo que destapar y declarar porque, sin duda, era un souvernir from Espain veri diferent!) Luego, la vida hizo senda (otra expresión conquense de uso habitual por mi abuelita) y el tiempo, la distancia y supongo que la no nostalgia, yo, de su disco duro, y él, de mi gigabait, hizo que el Estebe se recluyera en el cajón de mis recuerdos de juventud ponds.

Años más tarde, cuando vi que se convertía en un personaje famosísimo (seguía sin ducharse mucho, por los cerquillos que le vi en los sobacos de las camisetas negras, que no se quitaba ni el domingo de ramos) y que generaba millones con unos “paratos” (mi abuela dixit) que tenían como imagen de marca una Apple, una manzana, mordisqueada como había hecho con la manzana de welcome con la que le había abierto los brazos (y el estómago) mi abuela, en representación familiar, comprendí que yo había dejado una profunda huella en él y decidí mantener mi relación con él en el más absoluto de los secretos. Lo que sucedió es que, la puñetera de mi abuela, que jodía era un rato, no paraba de intentar tirarme por tierra esa idea romántica de que yo había sido su amor-e-inspiración: Hija, ¿pero no te das cuenta de que la “enspiración” del guiri he sido yo?¿pos no ves que a todos los “paratos” que se ha inventaó les ha puesto ai, como yo le “dicia”?

Y en efecto, el Estebe no se quedó prendado de mi gigabait, sino de mi abuela, y supongo, en prueba de estima le puso a sus paratos nombres que empezaban por la misma sílaba, la preferida por mi abuela Candelaria: ay-pad, ay-fon, ay-pod, ay-podchufle; aiy-pad esmart; ay-zone y un ay-etc extensísimo….Lo malo es que mi abuela, cada día, insiste en que le escribamos a su viuda y le pidamos una “endemnización” por usar su “enspiración” para el “copirait”…ay,ay, ay (sin pad, esto es lo que digo yo, eh!!!)

PD:cualquier parecido de esta ai-historia

con la realidad es ay-pura ficción…¿o no?

Ay…no lo sé…ay,ay…( sin -pod, ni -pad)

 


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