Revista Diario

Michelle Kwan

Por Evaletzy @evaletzy
Tú, que ya has demostrado en más de una ocasión que eres la Reina Madre de las buenas ideas, aceptas un regalo que no deberías aceptar. Eres Reina pero no sabia, o eso parece. ¿1.000.000 de dólares pero sin sexo? No, no es esa suma de billetes lo que aceptas. ¿Un ramo de orquídeas de Kinabalu? Tampoco. ¿Un cachorrito de golden retriever color miel orgánica? No se trata de un perrito, lamentablemente. «Tu amable lector/a va a abandonar este post lleno de rodeos si es que no lo ha abandonado ya Letzy», te dices. «Ve al grano», te ordenas.
Al grano vas.
Hete aquí que tu regalo aceptado y tú os vais al parque del Retiro. Llegas con una sonrisa que no te cabe en el rostro, te sientas sobre el asfalto del Paseo de Carruajes y sacas tu regalo de su funda: un patín en línea para el pie derecho, otro para el izquierdo. Te pones uno, atas sus cordones, ajustas su velcro, aprietas su cierre plástico. Te pones el otro. Repites la antedicha operación. Te levantas.
Un terremoto de magnitud 8,9 en la escala Richter es nimio si lo comparas con las sensaciones debajo de tus pies. Menos mal que una farola cercana acude en tu ayuda. Te aferras a ella como si de un helado de dulce de leche se tratara. Pierdes la sonrisa pues tenías la esperanza de ser una patinadora nata, hasta llegaste a creer que podrías ganar alguna medalla de oro en las próximas Olimpíadas entrenando un poquito. Pasados unos minutos la farola te dice que se hartó de ti y te invita a que la abandones. La sueltas. Más o menos consigues mantenerte de pie, pero en cuanto intentas desplazarte te caes hacia atrás. En el momento en el que impactas contra el suelo tu cóccix te odia por haber aceptado un regalo que le provoca una fisura; tu huesito siente un dolor que ningún cóccix le desearía a otro cóccix, excepto que ese otro cóccix sea su peor enemigo.
Durante un mes escuchas insultos de toda índole por parte del último hueso de tu columna vertebral. Cuando deja de blasfemar contra ti y contra toda tu familia interpretas que es debido a que ya se recuperó, y como tú eres la Reina Madre de las buenas ideas, ¿qué se te ocurre?: volver al parque del Retiro acompañada de tu regalo. Esta vez tienes mejor suerte pues te caes hacia adelante, es tu muñeca derecha quien traba íntimas relaciones con el asfalto y regresa a casa con un tendón descolocado. «¿Por qué ha dicho con mejor suerte?», estará pensando tu querido/a lector/a si es que todavía está aquí contigo. Porque eres de las que siempre le encuentra lo positivo a lo negativo. Mejor suerte porque en vez de descolocarte un tendón podrías haberte fracturado un hueso, o varios.
«Lindo regalito, lindo regalito», repites cual mantra mientras el fisioterapeuta te masajea la muñeca con vehemencia.

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