Revista Cultura y Ocio

Microrrelato: Las puertas del paraíso.

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez
Microrrelato: Las puertas del paraíso.
A horcajadas sobre la luminaria de la farola, Bangou, contemplaba a sus pies la valla derribada. En el pasillo interior sus compañeros formaban una multitud que se apretaba contra la alambrada intentando trepar. Muchos de ellos se rasgaban la piel dejando jirones de carne entre las concertinas. Como un rebaño de cebras asustadas corrían de un lado a otro guiados por la loca brújula de las estampidas. Casi  la mitad había logrado atravesar las Puertas del Paraíso. Al otro lado les esperaba el soñado primer escalón del cielo: las abarrotadas dependencias del CETI. A lo lejos divisaba los montes marroquíes que rodeaban Ceuta. Habían sido su hogar durante meses. Allí vivió la larga espera alejado de los senderos, bajo su lona de plástico,  tratando de esconderse de los gendarmes marroquíes y pagando a duras penas el impuesto de las mafias. Llevaba tres días sin comer y fió toda su suerte al último asalto junto a más de mil compañeros. Se acordó entonces de su familia: de sus padres humildes tendiéndole las manos con sus escasos ahorros, de la mirada esperanzada de sus hermanos, de las lágrimas de su abuela mientras le abrazaba... Sintió un vahído. Pasó revista velozmente al último año de su vida: el largo viaje tan cansado, tan lleno de peligros; el calor del desierto y el frío de las montañas, las cosas inconfesables que tuvo que hacer para sobrevivir; el consuelo de la compasión y la solidaridad, la amistad... Había conocido la esencia del hombre en su miseria y su grandeza. Su cuerpo se inclinó levemente y su centro de gravedad dejó de proyectarse sobre la estrechas superficie de sustentación. Cayó a los pies del guardia civil. Los ojos del uniformado se humedecieron tras la visera protectora del casco. Bangou también llegó, finalmente, al Paraíso.
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 Jesús Marcial Grande Gutiérrez 


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