Revista Cocina
Pan de ayer, de anteayer o quizá más, pan del que ya le queda poco de su mullida juventud, un poco de aceite, unos ajos, pimentón según el gusto y, si hay para ello, algún pimiento y alguna presa. Las migas son un plato humilde, comida de pastores, de mañanas de matanza. Un plato de una cocina de subsistencia de antaño y hoy apreciado por todos, cualquiera que sea su condición y sus posibles.
Migas, apetecibles en esos días nublados, fríos, tormentosos.
2012, cuando más apretaba esa tormenta que empezó a caer en 2007, tormenta de infamias, injusticias, pobreza y desesperación, a alguien se le ocurrió que con una migas podría aportar algún rayo de sol en medio del aguacero. Donde no llega el Estado, llega la solidaridad y si no repara, al menos alivia.
Para ser cocinero hay que tener técnica, oficio, pero para ser un gran cocinero además hay que ser una gran persona. Y así es Javier García, se nota en sus platos y se nota en sus actos. Tomó la iniciativa y no estuvo solo: Pepe Alba, Ángel Pereita, Manu Ballesteros, Fernando Valbuena, José García, Kike
Rubio, Mariluz, Esther, José y muchos cuyos nombres ignoro, empresas, colectivos, Scouts… se sumaron a la iniciativa con productos, con premios, con su voz o nada más (y nada menos) que con sus manos.
Así van seis años: una mañana de invierno, este año por circunstancias, de primavera, el paseo de San Francisco adopta apariencia festiva, canta Nayara Madera y un cuentacuentos de Códice entretiene a los más pequeños. Y en un monumental desayuno (o aperitivo) colectivo, unas migas, muchas migas, ese humilde plato, se transforma en ayuda para la Fundación Banco de Alimentos.
Y nos acordamos de la frase de Gandhi que siempre repite nuestro amigo Eugenio: el pan que tiene mejor sabor es el pan compartido.