Revista Cultura y Ocio

“Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía”, de Jordi Gracia

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«Se cumplen 400 años del fallecimiento de Cervantes, momento idóneo para esta biografía renovadora, que realmente se centra en retratar a Cervantes como hombre y como escritor»

Cubierta de Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía

Cubierta de: Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía

Esta biografía de Miguel de Cervantes, que aparece en el cuarto centenario de su muerte, tiene una tesis fuerte que resume su subtítulo: la evolución de la literatura de Cervantes supone una conquista fundamental, no sólo para su propia obra, la conquista de la ironía. Plasmado sobre todo en el Quijote, ese logro abre una puerta definitiva al mundo moderno; crea, de alguna forma, la modernidad, caracterizada por la abolición de las verdades absolutas. La alegría que desprende el libro y la melancolía que también contiene brotan de una luminosa desintoxicación de ideales excluyentes, de la pacífica duplicidad que anida en las cosas, de la cordialidad asombrada de quien prefigura un mundo sin verdades absolutas ni certezas imbatibles.
Jordi Gracia nos presenta a un Cervantes que es «un iluso escarmentado por la experiencia, pero libre del rencor del desengaño», alguien «tan real y genial como normal y corriente, tan jovial y burlón como estricto y comprometido, además de pasmosamente inteligente»; cuya obra de ficción «proyecta, recrea y transmite hasta el presente su personalidad y su temperamento».
Dentro de esa obra, destaca, naturalmente, el Quijote, un libro sin ley, nuevo, inimitable, que él saca a la luz cuando ya nadie esperaba nada del poetón viejo que era para entonces. El Quijote es un artefacto que duplica la realidad y con el que se adelanta a su tiempo y se inventa el modo de pensar moderno.

Aunque los azares de su vida hicieron que la mayor parte de su obra fuera muy tardía, su vocación literaria fue temprana. A Cervantes hay que suponerle una escolarización más o menos académica, y sabemos que, sobre sus veintiún años, empieza a estudiar con Juan López de Hoyos los modelos clásicos.
Hacia 1569 es un escritor sin obra y un cortesano sin corte, “un joven con estudios que asiste, escucha y quizá comparte versos y amores de poetas y cortesanos” de distintas generaciones. Un episodio oscuro (en el doble sentido) de su juventud es un duelo a espada que deja malherido a su contrincante y le obliga a poner tierra de por medio, saliendo de España hacia Italia para evitar ser prendido.
Enrolado como soldado, un par de años después participa en la batalla de Lepanto. Ese día, aunque tiene fiebre y temblores, se niega a permanecer en la cama, por miedo a qué dirían de él. Consigue que el capitán le mande a un lugar de peligro, donde es herido.
De regreso a España, es apresado por piratas que le llevan a Argel, donde va a pasar cinco años en espera de ser rescatado. Argel es un infierno, con una población de 25.000 cautivos procedentes de todos los puntos de la cristiandad. Las cartas de recomendación, de Juan de Austria y del duque de Sesa, que lleva encima le libran de las galeras, pero le perjudican al hacerle parecer más importante (y rico) de lo que es, lo que aumenta las exigencias por su rescate. Su experiencia de prisionero la plasmará en Los tratos de Argel.
Una vez libre e instalado en Madrid retoma La Galatea, manteniéndola como miscelánea de prosa descriptiva y narrativa, microensayos dialogados y muchos más versos de lo que es habitual, y que  seguirá el formato de la Diana de Montemayor.

El Cervantes que publica el Quijote es alguien que sólo ha publicado La Galatea hace mucho, no cuenta para nadie, hace teatro que no estrena y está eclipsado por la prodigiosa facilidad de Lope. Pero el libro tiene éxito y sus personajes se hacen populares, con lo que Cervantes piensa pronto en una segunda parte. El éxito le alegra, pero no el modo en que demasiados lectores lo rebajan a libro meramente cómico. El Quijote no deja rastro en la opinión culta; ha sido recibido como un éxito tumultuoso, pero irrelevante. Seguramente incordia a las autoridades formales y académicas que no salen de su irritación ante semejante extravagancia afortunada.
Cervantes empieza a pensar en la que considera su novela total, el Persiles, “libro misceláneo de aventuras y de saberes que ha de dar su nivel de gravedad más alto sin ser plúmbeo”, y cuyo laboratorio íntimo estuvo en La Galatea.
Por su parte, el Viaje del Parnaso es uno de los relatos más desnudamente autobiográficos a la vez que fantásticos que Cervantes ha de escribir en su vida; pensado para entretener a los demás con las pullas y rivalidades de la corte literaria.
El Quijote de 1615 va a dar un giro y va a tratar, sobre todo, del Quijote mismo: la naturaleza del libro, el carácter de los personajes, el modo de obrar y pensar. “Las ideas a Cervantes se le derraman en este libro como en ningún otro y en una medida muy superior al primero, porque está Cervantes en su casa y seguro de la elasticidad sin fin del artefacto… un libro cómico que además de entretener entrega una meditación casi incesante”.

«Cervantes es el primero y el único durante los ciento cincuenta años siguientes que sabe que ha hecho un libro que dentro lleva una visión de la existencia criada en un modo diferente de narrar».

Sobre la autoría del apócrifo de Avellaneda, que sale en esos momentos, puede decirse que es alguien muy cercano a Lope, al que se ensalza sin pudor en el prólogo. Avellaneda habla como si le soplase las palabras Lope de Vega. En todo caso, el autor debe de ser alguien cercano a Cervantes, que sabe muchas cosas de él.
Ni desvalido ni predestinado, Cervantes logró escapar de su tiempo para plantarse en el centro del nuestro porque solo los clásicos viven como auténticos modernos. Pero ninguno lo es tanto como Cervantes en el Quijote, cuando ya la edad le encorva la espalda, sigue entera la alegría y nada le amarga el ánimo. La ironía y el ideal se dan la mano por primera vez en una novela imposible en su tiempo y tan genial hoy como entonces.

Algunas de las razones para ese sortilegio están en esta biografía escrita con impulso narrativo, a pie de calle, fidedigna y renovadora que realmente se centra en retratar a Cervantes como hombre y como escritor.

Lee un fragmento.

Jordi Gracia

Jordi Gracia García

El autor:
Jordi Gracia García (Barcelona, 1965) es catedrático de literatura española en la Universidad de Barcelona y colaborador habitual de El País. Ha publicado varios libros de historia intelectual, entre ellos, Estado y cultura, La resistencia silenciosa, premio Anagrama de Ensayo 2004 y premio Caballero Bonald 2005, A la intemperie, con nuevas perspectivas en torno al exilio, y La vida rescatada de Dionisio Ridruejo. También ha escrito un ensayo sobre heterodoxos catalanes, Burgesos imperfectes, y es coautor con Domingo Ródenas del tomo de historia de la literatura española Derrota y restitución de la modernidad, 1939-2010. Y de 2011 es su panfleto contra el catastrofismo cultural El intelectual melancólico. De 2011 es su panfleto contra el catastrofismo cultural El intelectual melancólico, y de 2014 su prestigiosa biografía de José Ortega y Gasset.

El libro:
Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía ha sido publicado por la  Editorial Taurus en su Colección Memorias y Biografías. Encuadernado en tapa dura con sobrecubierta, tiene 470 páginas.

Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.

Para saber más:
Jordi Gracia en Wikipedia.


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