Revista Política

Milonga de la cajerita germana

Publicado el 25 agosto 2014 por Noostradamus
En un par de días seguidos he escuchado a diferentes tertulianos y especialistas económicos en los medios españoles de manipulación de masas el cuento de la cajera. Desde que escuché por primera vez la letra del tango "la cieguita" no había oído una historia tan lacrimógena y demencial. Como es digna de una antología de la estulticia, paso a narrar de qué va la historia de la milonga de la cajertia.
Esta milonga básicamente consiste en que hubo una vez una cajera de una hamburguesería de Hamburgo que ingresó cien euros en su cuenta del Deutsche Bank, buque insignia de la banca alemana. Ella toda confiada continuó con su trabajo de cajertia de la hamburguesería de Hamburgo, aunque podía haber sido una cajerita de una perfumería de Colonia, que suena igual de bien y hasta huele mejor.
Estaba toda confiada la cajerita en que sus cien euros estaban en buenas manos, cuando hete aquí que el banco germano prestó su dinero a una entidad financiera española. En una versión es uno de los dos bancos que quedan en España, en otra es un banco que antes eran varias cajas de ahorros en quiebra por saqueo de sus administradores que estaban puestos a dedo en representación de las distintas administraciones que participaban de la gestión del quebrado invento.
El caso es que la entidad financiera, banco o caja de ahorros, cogió el dinero de la cajerita de la hamburguesería de Hamburgo o de la perfumería de Colonia y se lo entregó a un malvado promotor inmobiliario-constructor, el cual metió los cien euros de la pobre alemana en construir millones de viviendas a precios de burbuja inmobiliaria que nunca pudo vender por no haber españoles con dinero para pagar tales precios, una vez estaba completado el cupo de españoles estafables con el cuento de la burbuja inmobiliaria difundido por las autoridades que cobraban sobornos de la constructora a través de los correspondientes departamentos municipales, provinciales, regionales y estatales dedicados a tales actividades.
El caso es que estalló la burbuja, por culpa de Wall Street, porque en España nunca tienen culpa alguna las autoridades por muy corruptas que sean, y la empresa constructora-promotora-inmobiliaria dio suspensión de pagos, que consiste en que el dueño se lleva todo el dinero y los demás no cobran, con lo que la caja-banco se encontró con millones de viviendas a medio construir o sin haberse empezado y millones de metros cuadrados de suelo pendientes de recalificar por las autoridades como urbanos, que no valían ni un euro.
Aquí es cuando la milonga española supera en lo lacrimógeno al tango de la cieguita, pues dicen los voceros de la versión oficial, ¿cómo vamos a permitir que la pobre cajerita de la hamburguesería de Haburgo pierda sus cien euros que con tan buena fe depositó en el banco (o caja de ahorros) alemán?. Eso no se puede consentir, por eso es por lo que las autoridades españolas han asumido que las deudas siempre hay que pagarlas, porque España es un país serio que devuelve sus deudas, y no consentirá que la cajerita pierda sus cien euros.
Por eso, es lógico que los españoles, por salvar el honor de las autoridades de España que los encarnan, deben aceptar tener un tercio de la población activa en situación de desempleo, que genera a su vez que un tercio de la población viva por debajo del umbral de pobreza. Así que 15 millones de españoles deben optar entre la resignación y apretarse el cinturón o la desesperación y colgarse usando el mismo. Todo por culpa de la jodida cajerita germana de la hamburguesería de Hamburgo que metió cien euros en su cuenta de un banco alemán, euros que ella no puede perder, porque antes pierden la vida los españoles que sus euros la puñetera.
Lo asombroso es que esta milonga la puedan cantar en las televisiones sin que se les escape una carcajada a los que lo hacen, porque el argumento no es que parezca destinado a personas con el cerebro extirpado, es que sin duda el que lo inventó debe serlo si cree que alguien en su sano juicio se lo puede tragar. 

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