Revista Cocina

Mis 10 aprendizajes más importantes en 10 años como entrenador personal

Por Robertosancheze

Voy algo tarde. En realidad son casi dos años más, pero los números redondos suelen llamar más la atención y, de verdad, lo que hoy quiero compartir es vital, fundamental, existencial, algo que creo que le puede servir a muchísima gente como inspiración. Como siempre digo, después que cada uno haga lo que quiera con todo esto.

Ahí van las 10 cosas más importantes que he aprendido acerca del movimiento y la actividad física en mis más de 10 años trabajando como entrenador personal.

1. No hay motivación para el movimiento

Es una conclusión a la que llegué hace ya algún tiempo, algo que traté ampliamente en mi primer libro ¿Hacer ejercicio? ¿Para qué? ¡Para nada! (Des)motivación para el movimiento

Hasta hace muy poco tiempo, la motivación del ser humano para moverse no ha sido algo voluntario, sino algo necesario. De hecho, el movimiento es una necesidad orgánica desde el propio inicio de la vida, algo que supera con creces el tiempo que llevamos aquí como especie. Cada una de nuestras células está impregnada por esa necesidad de moverse, originada hace miles de años.

Evolutivamente hablando, para el reloj de la historia de la vida no hace ni un segundo que hemos dejado de necesitar movernos para saciar otras dos necesidades vitales, relacionarnos socialmente y comer. Mientras, adaptado a un contexto ambiental muy diferente –mayormente paleolítico–, absolutamente todo nuestro organismo se nutre del movimiento. Todo lo que no se mueve muere. Es lo que en su momento denominé la paradoja de la necesidad innecesaria del movimiento.

Al no existir la necesidad “externa”, inventamos motivaciones. Estar en forma, competir en un deporte, ligar más, prevenir enfermedades… Todo bobadas; de ahí que ninguna de ellas sea completamente eficaz, sostenible en el tiempo y sufran tantos altibajos –ni tan sólo la prevención o el disfrute de la salud.

La motivación no es ni necesaria ni útil.

Lo que se requiere son tres cosas –como responsabilidad pro-evolutiva:

- La comprensión, conciencia y conocimiento del movimiento en sí mismo y del gran peso que ejerce en la propia vida y en todos los sistemas que nos conforman –individuales y sociales.

- La aceptación de la necesidad innecesaria. Es decir, nos guste o no, y requiera de más o menos esfuerzo, el movimiento es necesario e innecesario a la vez. No podemos resistirnos ni luchar contra esta realidad. Vivimos en un cuerpo. El cuerpo es nuestro canal relacional, nuestro vehículo vital.

- La realización. O la puesta en práctica. En fin, movernos constantemente.

Moraleja: somos movimiento.

2. El movimiento es una necesidad evolutiva

Quedaba claro en el punto anterior, aunque faltan pequeños matices prácticos.

Al ser una necesidad evolutiva, no podemos romper de un día para otro con todos los factores, tipos y formas de movimiento que se han visto implicados y nos han acompañado a lo largo de toda la biografía humana.

En un plano más “interno”, nuestro cuerpo espera ese estímulo. Todos los sistemas y componentes de nuestro cuerpo han evolucionado en y para el movimiento: las arterias y venas, los pulmones, el tracto digestivo, las glándulas endocrinas, los músculos y huesos, los sentidos… Y por encima de todos ellos, la esencia de la vida: las neuronas, el sistema nervioso y el cerebro, que evolucionó sólo por y para un motivo, el movimiento –lo explica maravillosamente bien el doctor Daniel Wolpert.

Por si no fuera poco, en un plano más “externo” esa necesidad total y global se hace más evidente: la especialización tiene un precio.

No basta con correr. No basta con levantar peso. No basta con jugar con una pelota. No basta con bailar. No basta con hacer yoga o Pilates. No basta con nadar.

Y no es suficiente con estimular la fuerza. Tampoco con acumular resistencia. Ni mucho menos con trabajar la flexibilidad, o la coordinación, o el equilibrio, o la memoria gestual.

El cuerpo, un resultado evolutivo, necesita y espera sus dosis de cada uno de esos nutrientes que le han formado durante tanto tiempo.

El movimiento, como el aire, la luz solar o el alimento, es un nutriente esencial para la vida del ser humano.

3. El movimiento ha de ser social

La práctica de movimiento en soledad, como herramienta de auto-conocimiento y auto-realización, es necesaria.

Pero todavía lo es más el movimiento en grupo, en sociedad.

Podría observarse tal hecho desde un punto de vista primariamente evolutivo, celular. No sabemos cómo, pero sí por qué los primeros organismos unicelulares empezaron a moverse. Fue entonces cuando nacieron las primeras sociedades, las que dieron lugar a formas de vida más complejas, las que sustentan la vida todavía hoy.

Y podría comprenderse desde una perspectiva evolutivamente más reciente. El ser humano es un ser fundamentalmente social. Sumado al sedentarismo –luego voy a por él–, una de las grandes enfermedades que nos azotan actualmente es la soledad, curiosamente cuando parace que más conectados estamos.

A nivel práctico se hace todavía más evidente, como en la misma vida. El movimiento compartido, social, sabe mejor.

Insisto, el individual también es necesario, a pesar de que al mismo tiempo pierde todo su sentido si finalmente no se comparte con otros, aunque sea para jugar un partidillo en la playa, bailar un rato o salir de excursión por la montaña.

De hecho, ésta es una de las razones por las que existe mi trabajo. Además de por otros motivos –aprovechar sus conocimientos, su experiencia y su guía–, muchas personas contratan un entrenador personal para comprometerse con alguien para entrenar, para moverse, algo que, al menos al iniciarse, no harían ellos solos.

4. La educación física infantil da pena

Es un hecho que, a pesar de todas las alarmas que ya se han disparado frente al sedentarismo, no ha cambiado prácticamente nada en los últimos años.

En las escuelas y los institutos, la dedicación a la actividad física comparada con las horas de “trabajo intelectual” –sentados, quietos y callados– es ridícula. Aprovechando la mención anterior a la evolución del cerebro, ésta es la prueba de lo desencaminados que vamos en lo que se refiere al desarrollo de la “inteligencia”.

Dejando a un lado la educación infantil, ¿cómo no vamos a tener adultos –ya desde jóvenes– enfermos de sedentarismo, si desde los 6 años hasta los 18 te tienen sentado en una silla, como mínimo, seis horas diarias? Eso sin contar las horas de estudio, deberes, clases de inglés o de piano, y el más que necesario –lo digo en serio– entretenimiento, aunque sea frente al televisor, el ordenador o la consola.

– Rober, ahora las clases son más dinámicas, y se enseñan los nombres de los huesos, y de los músculos, y sus funciones…

¿Nombres? ¿Funciones? Sólo memorizan datos, pero no conocen su cuerpo, porque no lo mueven, ni las sensaciones que continuamente les manda, ni todo lo que pueden hacer con él.

De veras, no exagero, es catastrófico haber reducido educacionalmente al ser humano como si sólo fuera una mente pensante –y obediente. Así nos va.

Por no ser únicamente un crítico destructivo, por si mi insignificante opinión cuenta, propongo: todos los días, de buena mañana, en ayunas, todos los niños y adolescentes a jugar, a moverse, a aprender, a conocer su cuerpo palmo a palmo, a experimentar con deportes, danzas, artes marciales, movimiento puro. Garantizo niños y adolescentes, y después adultos, más atentos, concentrados, motivados y, definitivamente, sanos y felices.

5. La formación académica del movimiento es una estafa

La oficial y la no oficial.

Las universidades, escuelas de especialización y academias no tienen la culpa. Este hecho no deja de ser una consecuencia resultante del punto anterior.

No quiero extenderme mucho en este punto, porque no afecta a mucha gente, pero seguro que sí a algunos lectores que estudian o se estén planteando estudiar algo relacionado con la actividad física y el movimiento.

Lo resumiré en una palabra: indignación.

Repito, es indignante. En el 99% de carreras, cursos, talleres, seminarios, convenciones, etc. sólo se trata y te encaminan hacia un lugar: la industria del fitness, el rendimiento, la estética y lo que llamo “salud locomotora robótica”.

Y uno cumple, asiste, estudia, se forma y se examina, y finalmente se cree que la realidad del movimiento es lo que le han enseñado en esas clases magistrales.

No creo en conspiraciones, porque no hay dueño ni gobernador del sistema, formado por todos nosotros. De hecho, por lo que sé, he leído o me han contado, es algo que ocurre en otros campos, como la medicina, la nutrición, la farmacia, la economía… Las escuelas formadoras, con la universidad a la cabeza, responden a las demandas económicas de ciertos lobbies que ejercen una presión brutal en lo que se enseña o, mejor dicho, lo que se adoctrina.

¿Y qué pasa después? Que, con un poco de suerte, la vida te va llevando por otros caminos, y descubres otras cosas, otras realidades, y mientras disfrutas y te entusiasmas con nuevos paradigmas y visiones –es algo maravilloso– que provocan el derrumbamiento de mitos y creencias convencionales, echas la vista atrás y dices “madre mía, cómo me han timado…”.

Sea como sea, al fin y al cabo, es un aro por el que tenemos que pasar. Ahora bien, jamás te creas todo lo que un catedrático, un experto, un investigador o un gurú te cuente hasta que no lo hayas experimentado tú mismo o, como mínimo, lo hayas contrastado con más fuentes, muchas más –lo que estoy diciendo ahora mismo también.

Después, búscate la vida y explora los lugares más insospechados. Afortunadamente, hay gente por ahí compartiendo información, ofreciendo formaciones y dando talleres de algo mucho más cercano al movimiento real. Es ahí donde aprenderás a moverte.

6. El fitness y los gimnasios representan un 1% del movimiento

Es el culmen de la estafa que comentaba.

Pedalear, caminar, correr, saltar o remar tres cuartos de hora, o sentarte en una máquina a doblar tu columna, levantar los brazos o extender las piernas para 3 series de 15, incluso usando mancuernas, poleas o barras, es una caca pinchada en un palo comparado con tu potencial real de movimiento, y con todos esos “nutrientes móviles” que el cuerpo necesita y espera.

¿Quieres moverte de verdad? ¡Bórrate del gimnasio ya!

Y sal a la calle a hacer Parkour, o a una escuela de artes marciales, o a un box de Crossfit o halterofilia, o a un curso de baile, o a una academia de yoga. Y además juega a fútbol, y a palas en la playa, y haz surf, y ves a la montaña. Y camina, camina muchísimo. Y hazlo todo a la vez. “Es que no tengo tiempo…”. Dicen por ahí que podemos dedicarnos a morir o podemos dedicarnos a vivir. Tú eliges.

7. No existe un movimiento universal

Es cierto que la evolución del movimiento nos une y, consecuentemente, si se piensa en el movimiento universal ideal, seguramente sería muy común para todos nosotros. Mi apuesta por el Método Natural de Georges Hébert se basa en este hecho, aunque de una forma mucho menos dogmática y más flexible que hace un par de años –uno sigue evolucionando.

Pero la maravilla de la vida nos ha regalado algo increíble: cada uno de nosotros es único. Es algo que muchos conocen como principio de individuación o individualización.

El movimiento no es una excepción.

Por eso el movimiento es un aprendizaje vital e individual. Pueden haber principios o aproximaciones que te cuente un experto, un gurú, un maestro. De hecho, yo, que espero por mi bien no ser nada de eso, dedico este blog principalmente a eso, a compartir aprendizajes, experiencias, opiniones. Pero cuidado, al final eres tú el que tiene que poner en práctica toda esa inspiración que puedas ir encontrando por ahí en personas como yo, profesores, internet, revistas, gimnasios…

Las necesidades y las fases vitales de movimiento son distintas para cada persona. Nadie puede decirte con exactitud cómo, cuánto, cuándo moverte. Es algo que debes descubrir tú. Vaya putada, ¿no? Sobre todo cuando te han educado en la cultura de la obediencia. ¿Cómo hacer algo que nadie te dice cómo hacer?

En fin, encuentra y desarrolla tu propio movimiento.

8. El movimiento nunca se acaba

Cuando te formas, o cuando te dedicas a un deporte, o cuando te especializas, crees que el movimiento tiene un final. Es lógico, sólo estás explorando una pequeña parte, un sistema, una disciplina. Sin embargo, son mundos finitos. Yo mismo caí en la trampa –y de ahí parte de mi indignación– cuando creía que estaba en plena forma al acumular 60km a la semana, levantar pesas y dar tres o cuatro clases de Pilates a la semana.

Pero cuando te metes de verdad, cuando te pones en contacto con otra gente, o descubres otros tipos de movimiento en internet, o acabas de rebote en un curso de véte a saber qué, te das cuenta de otra nueva realidad –ya van unas cuantas–: el movimiento es infinito.

Y no quiere decir que debas moverte de todas las formas que existen. Por mis condiciones, por mis antecedentes y por viejas creencias, por ejemplo, a mí se me hace difícil verme practicando acrobacias, bailando jotas o jugando a golf. Pero cuando antes podía descartarlo totalmente convencido, ahora me rindo y sólo puede decir “no lo sé, el tiempo dirá”.

Una vez más: el movimiento es infinito. Cuando uno lo comprende sabe que jamás podrá cerrarse a nada y, sobre todo, que uno siempre será un novato en esto de moverse.

9. El sedentarismo es la enfermedad

Dicho de otro modo, la obesidad, la depresión, las cardiopatías, la osteoporosis, las mil y una tendinitis y artrosis y hernias y esguinces, la depresión, etc. Todas ellas, más que enfermedades, son síntomas del sedentarismo, entre otras –mala nutrición, pobres relaciones sociales, incoherencias y vacíos emocionales…

No hay ni una sola de esas consideradas enfermedades que no estén relacionadas de manera general con carencias de movimiento, al igual que no hay ni una sola de ellas para las que no se prescriba en su tratamiento algún tipo de actividad física –o debería. ¿Por qué será? ¿Por la influencia sistémica del movimiento?

Y con sedentarismo no sólo me refiero a estar sentado todo el día.

Sedentarismo es no moverse. Y ya hemos visto que especializarse en una actividad o ir al gimnasio, repitiendo una y otra vez gestos que sólo representan un 1% de nuestro potencial de movimiento es no moverse.

Sólo hay una cura: el movimiento real, variable y muy frecuente.

10. Hacer ejercicio no es suficiente

Éste es mi gran aprendizaje después de más de diez años de horas y horas dedicadas a hacer ejercicio, tanto para mí mismo como con mis clientes.

De hecho, casualidades –o causalidades– de la vida, cuando ya tenía escrito todo esto de cara al quinto aniversario del blog, hace unos días se publicada esta noticia en el diario El Mundo “Cuando hacer ejercicio no es suficiente“, en referencia a un estudio que también mencionaba Muscleblog en su foro.

Hacer algo de actividad física una hora tres días por semana y salir a caminar todos los días media horita, siguiendo el hilo de la nutrición del movimiento, es como vivir a base de nuggets y donuts. Puedes aguantar un tiempo, tal vez incluso toda una vida –con varias enfermedades de por medio y unos cuantos medicamentos que te mantengan vivo. Pero más tarde que temprano te acabas pareciendo más a una especie de zombie que a un ser humano, no sólo a nivel “motriz”, sino en todos los aspectos que conforman a un hombre.

Coloca esas 3, ó 6, ó 10 horas semanales de actividad física especializada–bastante pobre en cuanto a diversidad y globalidad– a un lado de la balanza. En el otro platillo pon todo el tiempo que pasas durmiendo o sentado. Y no sentado de cualquier manera o de mil maneras diferentes –como hemos hecho durante miles de años antes de inventar una serie de “comodidades”, algo que también es una forma de movimiento–, sino sentado en la misma silla, el mismo sofá y el mismo asiento de coche exactamente de la misma forma y con la misma postura, horas y horas y horas, durante días, semanas, meses y años. ¿Qué crees que pesará más para el estímulo y la salud de tus articulaciones, tus músculos, tus huesos, tu sistema nervioso, tus arterias y venas, tu aparato digestivo, tu mente?

Tal vez gran parte de este fracaso se deba a una gran confusión, el haber reducido el movimiento a la idea de hacer ejercicio físico.

Entonces creemos que si cumplimos con ese “hacer ejercicio” ya tenemos bastante –replicando la doctrina de la hora a la semana de gimnasia en el cole, contra las cuarenta o cincuenta de “pensar”.

Y entonces creemos que cuando alguien nos invita a movernos es para “hacer ejercicio”, y sudar, ir al gimnasio, levantar pesas o correr maratones, cuando uno puede moverse en una silla de mil maneras distintas mientras trabaja, por ejemplo, o renunciar a ciertas comodidades que han hecho nuestra vida un tanto incómoda, como el ascensor, el coche o el carrito de la compra.

El pre-anuncio

Ahora lo exclamo: ¡¡¡¡hacer ejercicio no es suficiente!!!!

Es necesario, sano, incluso a veces divertido. Así que, por tu bien, ni se te ocurra dejar cualquier tipo de actividad física que estés practicando, por mucho que un don nadie como yo la haya criticado.

Pero no basta.

Después de leer todo esto, uno podría pensar “pues vaya mierda de crítica destructiva”. No quisiera que nadie se quedara con ese sabor de boca, ni tampoco unirme a la cultura de “me quejo y que otro lo arregle” tan típica de estos tiempos. Cuando uno lleva todo este tiempo trabajando y alcanza estas conclusiones no se puede quedar de brazos cruzados. No puedo quedarme de brazos cruzados.

Y por eso, si estos diez aprendizajes han resonado en ti, si venías pensando o sintiendo algo parecido aunque no terminaras de definirlo, te invito a estar muy atento a este blog, que prontito cumple cinco años, y que la semana que viene pondrá en marcha un proyecto sin precedentes para que, además de hacer ejercicio, te muevas de verdad todos los días.

Mantente atento.

Creo que este es el post más largo que he escrito jamás –al fin y al cabo, es un resumen de 10 años de trabajo–, y mira que hay algunos bastante largos.

De todas formas, si has llegado hasta aquí, muchas gracias.

Y si además te ha inspirado y crees que puede inspirar a más gente, compártelo con ellos. Gracias otra vez.

All you need is move.

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