Revista Cultura y Ocio

Mis amigos creen que soy rico.

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez
Padezco hipoacusia postlocutiva. El adjetivo de la frase es determinante. Los sordos prelocutivos (de nacimiento, antes de aprender a hablar) tendrán determinado su pensamiento, su personalidad y su lenguaje por unos factores, para nosotros imperceptibles, pero trascendentales para desarrollar sus procesos mentales y comunicativos. Su cerebro aplicará patrones diferentes para un montón de procesos, entre los que destaca la comunicación. Todo el universo de rapidísimas secuencias tonales y auditivas del habla que a su vez está asociado a extensas secuencias gráficas se verá desplazado por elementos visuales con sus propias leyes y significados. Es por eso que es tan difícil (imposible, prácticamente) que un sordo prelocutivo llegue a hablar (oralmente) y escribir correctamente.
Pero los sordos postlocutivos experimentaron con todas esas secuencias y las procesan con habilidad. Pueden hablar y escribir perfectamente aunque ya no oigan en absoluto. Su cerebro tiene establecidos los circuitos necesarios. Por eso, cuando está junto a normooyentes, es difícil distinguirle en un primer momento. Todos dan por supuesto que escucha la conversación. Pueden pensar, a lo sumo, que es un poco raro, que no entiende los chistes, que está aburrido o distraído por algo... no pueden imaginar que no entiende ni papa.
En un master de audición y lenguaje, al que asistía por afinidad con mi déficit y como salida profesional de emergencia (soy maestro),  uno de los profesores (sordo) nos contaba que la gente con la que alternaba ocasionalmente acababan por creerle rico. Llegaban a esta conclusión después de varias rondas en las que siempre acababa pagando con un billete de 50 o 100 euros. Tras darse cuenta de lo bien amueblada en divisas que tenía la cartera llegaban a pensar que nadaba en la abundancia. Craso error como yo mismo he comprendido a lo largo de estos años pues  también acabé adquiriendo esta costumbre. Y es que no me queda más remedio; debo llevar una nutrida billetera si quiero pagar la ronda de turno. Llamar al camarero y preguntarle en medio del bullicio cuánto se debe es un martirio. Nunca se le entiende y si se porfía en la demanda se redobla la frustración. Así que extiendo un billete de bastante valor y pago sobrado que ya me dirán las vueltas el valor de la ronda y no quedaré por imbécil (a costa de parecer rico, eso sí).
Mis amigos creen que soy rico.
¡Qué difícil es entender la psicología del sordo! Después de convivir con algunos en el master, estudiar su lenguaje en diversos cursos o tratarlos en alguna asociación descubres que, a fuerza de intentos fallidos, desisten de explicar a los oyentes sus dificultades. Recuerdo otra anécdota del mentado profesor. Ésta me llamó grandemente la atención y me hizo reflexionar sobre lo poco que sabemos de su mundo. El profesor nos refirió el pasaje evangélico donde se narra la curación por Jesús de un sordomudo. Está tomado de un pasaje de San Marcos, capítulo 7, 31-37:
"De nuevo, salió de la región de Tiro, vino a través de Sidón hacia el mar de Galilea, cruzando el territorio de la Decápolis. Le traen a uno que era sordomudo y le ruegan que le imponga la mano. Y apartándolo de la muchedumbre, le metió los dedos en las orejas y le tocó con saliva la lengua; y mirando al cielo, suspiró, y dijo:
Effetha – que significa: “Ábrete”.
Al instante se le abrieron los oídos, quedó suelta la atadura de su lengua y empezó a hablar correctamente."

Y, nuestro sabio  profesor añadía por su cuenta:
"Y entonces corrió desesperado, fuera de sí, se subió a lo alto de una roca y se despeñó  arrojándose al vacío"Y ante la perplejidad de los asistentes explicaba a continuación:La gente no puede imaginar que una persona sorda que nunca ha escuchado sonido alguno al enfrentarse de golpe al universo sonoro, tan caótico y complejo, sienta la experiencia como enloquecedora y cruel. En su océano de silencios se desató una tormenta de ruido insoportable. Puede creerse perfectamente que quisiera evitar esta caos de estímulos incomprensibles y violentos  a toda costa.  

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