Todos los días me arreglo frente al espejo: en el pequeño para la cara, en el de medio cuerpo y el de cuerpo entero.
Hoy, quiero dejarte una propuesta para lo que vemos bien de cerca: nuestro rostro.
Cuando estoy frente a un espejo (y sola, esto es importante para que no crean que estoy más loca de lo que ya creen) empiezo a jugar con mis arrugas: estoy tratando de averiguar de qué expresión surgen para intentar quererlas un poco más.
Por ahora descubrí lo siguiente:
- Tengo muchas por sonreír, bien marcadas en los costados: tantos momentos lindos, felices, dejaron su marca en mi corazón y en mi rostro. Lo bueno de estas es qué si seguís sonriendo ya no se notan
- Encontré varias por reír a carcajadas: las veo profundas, como que cada risa exagerada me hizo más yo, alimentó mi alma, mi espíritu y dejó un camino para volver a recorrer. Me tranquiliza saber que en los momentos de descontrol y alegría plena, estás quedarán en último plano.
- Descubrí las que surgieron por enojos y preocupaciones. Esas no me gustan tanto. Claro que la vida no es siempre rosa, pero espero poder manejar mis emociones para que no se hagan más profundas.