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Mis comienzos en un maravilloso trabajo de oficina

Publicado el 17 diciembre 2019 por Claudia_paperblog

17/9

Un

vals

que

me

da

a

ras

de

Que parece de verdad… No me dan tiempo para estar sola y hay mucho ruido, hacen mucho ruido, muchas voces explicando cosas que no me interesan. Hablándome de famosos, de series, de redes sociales. Ahora viene el frío, llevo una chaqueta puesta, que me va grande, huele bien y me resulta cómoda, para esconderme, para no tener que mirar a los ojos de nadie, ni sonreír, ni fingir que me interesa la conversación, y escucho música, pero hasta la música es de otros, y no me deja estar totalmente sola. Tengo que revisar si la alarma antirrobo está bien escrita en estonio, idioma que desconozco. Parezco una máquina a veces, me hacen trabajar en cadena y no uso el cerebro.

Me marcharía ahora mismo a un lugar bien lejos. Lo primero que me viene a la mente es una isla griega, pero necesito algo más alejado, una casa en la mitad de la nada, en la inland de Australia o en el estado de Utah, donde en invierno hace mucho frío, salir a dar una vuelta, recoger algo de leña para la chimenea, volver a casa, preparar la comida y escribir.

Mis comienzos en un maravilloso trabajo de oficina

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A veces siento que grito, que apabullo a cierta gente, que no quiero ser yo. Otros días, me gusto. Hoy me veo guapísima, pero no me siento cómoda, no para de mirarme todo el mundo, especialmente hombres, y supongo que mi mente se inventa las miradas de las mujeres también, que le pondrían unos centímetros de más a mi camiseta o harían lo que fuera porque el pantalón no se me ajustase tanto a las caderas. Sé que, en la mayoría de los casos, esto son solo imaginaciones mías, pero no puedo evitar darle vueltas al tema. Se ve el reproche en sus ojos. Digo que como lo que quiero y no engordo y mi compañera me mira mal. ¿Tal vez no debería hacer comentarios así sabiendo que hay personas a las que les cuesta tanto mantener un peso adecuado? Pero, ¿qué es un peso adecuado? Además, mi compañera también come lo que quiere, pero ella tiene después un sentimiento de culpa que yo, en cambio, no he sentido en mi vida.

Hay días en los que pienso que cualquier palabra que pronuncio puede malinterpretarse. Por eso a veces callo tanto, sobre todo con ellos, porque juzgan, porque no me dejan ser yo misma, y prefiero mil veces antes lo que yo soy a lo que ellos son.

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Le ha cambiado el humor, a veces me recuerda demasiado a su madre y eso me asusta. Veo reflejada en sus ojos la ira, la rabia o la frustración. Hay personas a las que les resulta imposible ser felices y eso me entristece. Porque no pensaba que a M. le sucedería lo mismo. A veces sonríe mucho y es divertida y me cuenta las locuras que hizo la última vez que salió de fiesta, pero es tan inconformista y quiere hacer tantas cosas que a veces su vida no le resulta suficiente. En eso no se parece a su madre, su madre es apasionada, sí, pero se puede pasar un fin de semana completo en casa, cocinando, leyendo, viendo la tele. Ella no. Aún recuerdo la noche que pasamos en aquella casa de campo cuando, llorando, me dijo que no sabía si sería capaz de soportar esta vida. En aquel momento, la abracé bien fuerte, pero no volvimos a hablar del tema, ni a la mañana siguiente ni nunca más, y no sé si soy una buena amiga al no sacar el tema otra vez.

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12/7

Y mientras habla de sus ideales feministas, va mirando el Instagram y se para en una fotografía concreta y la amplía, se cree que no la he visto, pero, por unos segundos, ha querido acercar la imagen para ver mejor la barriga de esa chica que ha subido una foto en bikini. Y ahí es cuando se juzga. Luego esperamos en la cola para comprar café. Yo no, no quiero caer en eso, que necesite café para empezar, para continuar y para acabar el día me deprime. Lo que miro es esa salida de emergencia: como la puerta es de cristal, puedo ver el exterior. Y hay luz, un cielo azul increíble y unas montañas verdes y frondosas porque a principios de semana llovió. Y de verdad que me entran unas ganas irrefrenables de acercarme a esa puerta. No la abriría, por supuesto, tal vez saltaría una alarma, pero quería acercarme y al final no lo he hecho por miedo a quedar como una loca, a que me mirasen raro solo porque he querido ver lo que podría ser mi libertad.


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