Revista Insólito

Misterios sin aclarar de la Dama de Elche

Publicado el 21 agosto 2016 por Redespress60

Aquel 4 de agosto de 1897 quedó señalado para siempre en la historia de Elche. A las diez de la mañana el joven Antonio Maciá dio con su pico contra una piedra cuando trabajaba junto a otros compañeros en una finca de La Alcudia (actualmente yacimiento arqueológico). No salieron de su asombro al apartar la tierra que rodeaba a la figura que acababan de descubrir :  la “Reina Mora” ..

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Una vez concluida su jornada, los obreros llevaron la figura al dueño de la finca, el médico Manuel Campello Antón, que la exhibió sobre un taburete en el balcón de casa. Veintiséis días después la Dama de Elche sería vendida por 4.000 francos de oro (unas 5.200 pesetas de entonces) al arqueólogo francés Pierre Paris y comenzaría un periplo plagado de controversias que aún hoy no se han resuelto.

El 30 de agosto salió de Elche con destino al Museo del Louvre, en París causando el disgusto y la desaprobación de los ilicitanos y del resto de españoles. Pierre Paris a decir que «pocas ciudades he visto en el mundo cuyos hijos se muestren tan sensibles con su pasado». En el Louvre permaneció entre antigüedades orientales hasta que con el inicio de la II Guerra Mundial en 1939 fue trasladada por motivos de seguridad al Castillo de Montauban, en el sur de Francia.

Dos años después, tras intensas negociaciones con el Gobierno de Vichy, la Dama de Elche entraba en España por la frontera de Portbau el 10 de febrero de 1941. La entrega tenía condiciones según las noticias ofrecidas por German Bazín en la «Revue des beaux arts de France» y recogidas por la Real Orden de la Dama de Elche. España tuvo que entregar a cambio varias obras de arte como el retrato de Doña Mariana de Austria de Velázquez (el Prado poseía otra versión casi idéntica y se transfirió la versión considerada de inferior calidad), el retrato de Antonio de Covarrubias de El Greco, tapicería de Goya «La Rixe de l’anberge nouvelle» y los dibujos del Siglo XVI «Vie d’Artheuise» de Nicolás Monel.

Durante el régimen franquista, su fama aumento considerablemente ya que los jerarcas la utilizaron como modelo de la mujer española antigua. Empezó a aparecer en sellos, carteles, etiquetas de bebidas… su empleo publicitario fue incontable.

La escultura fue alojada en el Museo del Prado durante 30 años hasta que en marzo de 1971 fue trasladada al Museo Arqueológico Nacional donde hoy puede contemplarse en la sala dedicada a la Protohistoria. Elche no ha renunciado nunca a su «Reina Mora» y desde 1975 pide incesantemente su regreso a la ciudad alicantina. Solo en 1965 viajó a Elche para una exposición.

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Retrato de una mujer

En el mundo íbero prevalecía el culto de las divinidades femeninas, a pesar de también rendir culto al sol y la luna. Su base religiosa era matrialcal con una diosa única. Por esto mismo le otorgaban gran importancia la casta sacerdotal, en la que las mujeres, como se observa en los túmulos funerarios, eran el vínculo de la vida y la muerte. Las sacerdotisas gozaban de gran prestigio, ya que eran las que estaban en continuo contacto con el mundo de los dioses.

‘Damas’ es el nombre que reciben las esculturas funerarias aparecidas en diferentes necrópolis ibéricas. A nuestra ‘Dama de Elche’, datada hacia el sigloIV aC., siempre le ha acompañado la controversia. Una sacerdotisa, una diosa o quizá la opulenta esposa de un caudillo ibérico. Su identidad es un misterio el que se barajan diversos perfiles.

El investigador ilicitano Pedro Ibarra vio en ella una imagen de Apolo en su aspecto de Mitra, al interpretar que sus cabellos trenzados podían simbolizar las ruedas del carro del dios greco-romano, pero la opinión más generalizada es que se trata del retrato de una mujer.

De acuerdo con William H.Swatos el autor de “La enciclopedia de la religión y la sociedad” se trataría de una Diosa. Podría tener una estrecha relación con Tanit, la diosa y patrona de Cartago, a la que rendían culto los íberos púnicos. Tanit fue una diosa fenicia que representaba a la luna y a sus fases, el culto a esta diosa se extendió por toda la zona mediterránea, de Malta a Gades en tiempos del imperio helenístico.

La Dama de Elche de 0,56m de altura, presenta una oquedad en su espalda de 0,18m de diámetro y 0,16m de profundidad, que «sugiere un posible uso como urna cineraria. O bien servía para conservar las cenizas de algún difunto o tal vez el orificio se utilizaba para ofrendas y  simular una falsa voz divina a modo de oráculo.

Según el arqueólogo Ernst Langlotz, podría tratarse de una sacerdotisa ya que los rasgos de la dama recuerdan a los de las esculturas del templo de la diosa Hera en Seliunte. Esto, unido a las riquezas de la vestimenta ha inducido a pensar en la posibilidad de que la dama fuese una vestal o sacerdotisa que probablemente sirviese a la diosa Tanit.

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Crónica de una leyenda

En 1995, el historiador hispanista John F. Moffitt publicó un “librito en estilo policiaco” como él mismo define en sus dedicatorias, en que recogía una serie de pruebas que demostraban, según él, que la Dama de Elche era una obra del siglo XIX (es decir, una falsificación), apuntando incluso la identidad del autor.  La publicación de la versión española de El caso de la Dama de Elche Crónica de una leyenda (Ediciones Destino)  fue en 1996, donde John F. Moffitt resume los 20 años de una primera intuición sobre la falsedad de la escultura.

Ciertamente el libro se puede leer con gran facilidad, y es sumamente entretenido. Los argumentos que utiliza son muy sugestivos, utilizando el rigor y la seriedad propias del estudioso. Puede ser ofensivo para los grandes especialistas, e incluso que malverse algunos datos para favorecer sus argumentos, pero lo que no cabe duda es que desde la lejana de la Universidad Estatal de Nuevo México (EE.UU.) fue capaz de plantear preguntas que no son claramente respondidas por los especialistas.

Para Moffitt se trata de un caso policíaco que sigue sin resolverse, y en su estudio plantea numerosos interrogantes, desde su aparición en Elche, su venta al Museo del Louvre, donde estuvo expuesta hasta 1941, y el acuerdo entre Franco y Pétain para su devolución en un canje de obras de arte. El historiador pidió en reiteradas ocasiones que se hicieran exámenes a la escultura, a través de “sencillos rayos ultravioleta” para determinar su antigüedad y que dejase de convertirse en ‘un símbolo del alma de España, potenciado desde la crisis del 98 por el franquismo’.

El historiador del arte Juan Antonio Ramírez, autor del prólogo -la edición española no la incluyó-, simpatizaba con las tesis de Moffitt. “La Dama tendría que estar en el Reina Sofía y no en el Arqueológico; es una pieza importante del arte contemporáneo que tuvo mucha influencia en artistas como Picasso y Brancusi”.

Una faceta de John F. Moffitt fue también la literaria y por su estilo podríamos apodarle como el Julio Verne del sigloXX, pues sus obras, aunque tratadas dentro de un marco bien estudiado y analizado, tienen un enfoque  entre la ciencia-ficción y las teorías conspirativas. Como ejemplo el libro ‘Alienígenas’

Importantes sectores del mundo académico se rasgaron las vestiduras y convirtieron a Moffitt en un apestado (aunque no parecen haber forzado una refutación definitiva mediante el análisis físico-químico de la disputada pieza). Moffitt falleció en el 2008.

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Buscando su identidad

«Cuatro misterios son los que rodean a esta singular escultura», según la Real Orden de la Dama de Elche. Esta asociación fundada en 1968 a la que pertenecieron personajes ilustres como Gregorio Marañón o Dámaso Alonso, también destaca que se desconoce su utilidad, la filiación artística de su autor y la fecha exacta de su creación.

De lo que no cabe duda es dónde fue encontrada. La finca se ha convertido en un yacimiento de gran valor donde se han encontrado restos prehistóricos, ibéricos, romanos, visigodos y bizantinos. Hasta allí acuden cada 4 de agosto los ilicitanos para recordar su descubrimiento y reivindicar su vuelta a Elche.

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El geógrafo e historiador Estrabón nos dice respecto a los Íberos : “… Las mujeres trabajan la tierra y paren en el mismo campo, bajo un árbol y luego siguen trabajando.  El esposo es el que dota a la mujer y son la hijas quienes heredan y eligen las esposas para sus hermanos.. Tales costumbres apuntan a una ginecocracia que no puede llamarse civilizada…”


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