Revista Salud y Bienestar

Mitos y verdades sobre las encuestas electorales

Por David Ormeño @Arcanus_tco
Mitos y verdades sobre las encuestas electorales

¿Existe manipulación en las encuestas electorales? ¿Cómo se cocinan los datos obtenidos? ¿Son más realistas los sondeos realizados por los partidos políticos a nivel interno? En la recta final de la campaña, explicamos cómo se llevan a cabo estas investigaciones.

En la primera temporada de House of Cards, Frank Underwood y Peter Russo se muestran confiados ante la inminente aprobación del proyecto del río Delaware en el Congreso. Las votaciones, finalmente saboteadas por Claire Underwood y Remy Danton, son un ejemplo del complejo equilibrio entre las expectativas, cálculos y deseos que ocurren en cualquier elección. En los últimos días, con motivo de la celebración de las elecciones municipales y autonómicas, hemos asistido al tradicional baile de propuestas, presentación de candidatos y publicación de sondeos que sucede cada cuatro años. De nuevo, la mezcla de expectativas, cálculos y deseos políticos salta de la ficción a la realidad.

Robert Orben, el cómico que trabajó escribiendo algunos de los discursos del presidente Gerald Ford, dijo que "a veces tenía la sensación de que uno vota sólo para saber si las encuestas tienen razón". Los objetivos de los sondeos son diversos, ya que gracias a ellos podemos pulsar el latido de la calle, conocer la opinión de la sociedad y averiguar su intención de voto. ¿Pero son las encuestas electorales una herramienta adecuada para ello? ¿Cómo predicen los resultados y por qué se equivocan tanto?

¿Cómo predecir la realidad?

En campaña, tan importantes son los sondeos como los mítines y las propuestas. Los resultados de las encuestas electorales llegan a reavivar la carrera por alcaldías como la de Madrid -donde Esperanza Aguirre y Manuela Carmena pelearán hasta el último suspiro por alcanzar el Palacio de Cibeles, según Metroscopia-. También dan por desaparecidos a partidos importantes en el pasado como Izquierda Unida o UPyD. E incluso pueden equivocarse de forma estrepitosa.

Ander Gurruchaga, Catedrático de Sociología de la Universidad del País Vasco, explica que "tendemos a pensar que las encuestas son la realidad". Sin embargo, no son más que una "técnica predictiva que trata de marcar tendencias que, hipotéticamente, si se cumplen una serie de parámetros, se pueden cumplir". Esta apreciación, por trivial que parezca, es clave. Las encuestas electorales captan imágenes de una pequeña parte de la realidad, pero en ningún caso ofrecen la foto finish.

Fermín Bouza, investigador de la Universidad Complutense de Madrid, también insiste en esa idea en un artículo publicado en Praxis Sociológica. A pesar de estar fundadas en técnicas de la estadística predictiva, la predicción que hacen las encuestas electorales es instantánea a su realización. En otras palabras, "predicen el resto de los datos buscados a partir de un número limitadísimo de éstos". Por estas características, la imagen captada en los sondeos no es más que "una predicción del presente que va de las partes al todo". Y sus conclusiones no pueden anticipar el futuro.

La famosa cocina electoral

La complejidad de las encuestas electorales se hace patente en los últimos resultados ofrecidos por el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas. El Partido Popular, con una intención directa de voto del 13,5%, contaba con una estimación de voto del 25,6%. Esta diferencia de doce puntos puede resultar sorprendente.

Bouza, sin embargo, lo explica diciendo que los sondeos pueden ser usados para la prognosis, aunque "el que realiza el pronóstico es el intérprete, no la encuesta, que sólo aporta datos de un espacio y de un tiempo". ¿Pero cómo adivinar lo que no sabemos? Al analizar los datos de los barómetros del CIS en el último año, vemos los cambios de tendencia en la opinión pública, como el ascenso de Podemos y Ciudadanos o la caída de IU y UPyD. Hay algo que no varía: el porcentaje de personas que no saben o no contestan cuando se les pregunta acerca de la intención directa de voto, manteniéndose en una horquilla de entre el 20 y el 23%.

Según Bouza, los sociólogos, por las presiones de medios y partidos, se ven obligados a "imputar a los indecisos un voto y predecir lo que ocurriría hoy si se celebraran las elecciones". Estas conclusiones se reflejan en la estimación de voto, un concepto resultante de la cocina electoral de los datos obtenidos en la intención directa de voto. Esta segunda información -también llamada a veces datos brutos- es la única avalada por la estadística predictiva, pues procede directamente de la opinión de los individuos de la muestra.

La cocina electoral, aunque muchas veces se relaciona con la manipulación de los resultados obtenidos, es un proceso bastante complejo. Los sociólogos plantean cuestiones adicionales en los sondeos, cuyas respuestas les servirán para cocinar la intención directa y transformarla en estimación de voto. Con esas preguntas, los investigadores tratan de adivinar hacia dónde se decantará el voto del No sabe/No contesta. Pueden hacerlo, por ejemplo, planteando cuestiones con las que atribuyen simpatía ("¿Con qué partido simpatiza usted más?" o "¿De qué partido se siente usted más cercano?") o fórmulas relacionadas con el recuerdo de voto ("¿A qué partido votó usted en las últimas elecciones?")

Estas técnicas parecían válidas en el pasado, cuando el apoyo del PP y el PSOE rondaba el 80% de los votos. Si una persona se consideraba como simpatizante socialista, era más probable que votara al PSOE en las siguientes elecciones, aunque no lo manifestara directamente. Por el contrario, un individuo que se identificara ideológicamente en la derecha tendría más probabilidades de decantarse por el Partido Popular. ¿Sirven ahora las mismas fórmulas de cocina electoral para realizar las previsiones?

Nuevos tiempos, viejas encuestas

Manuel Bagues, investigador de la Universidad Carlos III de Madrid, apuntaba hace un año en el blog Nada es Gratis el enorme error de previsión del CIS y de las empresas privadas que realizan sondeos. El organismo público predecía, por ejemplo, que la suma del PP y el PSOE en las elecciones europeas de 2014 alcanzaría cerca del 60% de los votos. La realidad mostró que ambos partidos obtuvieron un 49% del apoyo.

¿A qué se debe este error de cálculo? Hay quien ve en la cocina una forma de manipular las encuestas electorales. Bagues, por el contrario, se decanta por un fallo más inocente. El CIS y las compañías demoscópicas podrían haber atribuido el voto de los indecisos en función de su ideología a alguno de los dos grandes partidos. Si eres de izquierdas y no sabes o no contestas tu intención, votarías al PSOE, y viceversa. Una táctica descrita por Bagues de manera magistral, al explicar que esta metodología "funciona bastante bien en ausencia de cambios estructurales pero, no sorprendentemente, cuando llegan las curvas, no es una buena idea seguir conduciendo en línea recta".

Mitos y verdades sobre las encuestas electorales

Como se ve en la imagen superior, que refleja las variaciones en la tendencia de la opinión pública desde finales de 2011, algo está cambiando. ¿Pero se adaptan las viejas encuestas a los nuevos tiempos? El CIS, por ejemplo, publicó que Podemos obtendría un 1,8% de los votos en las elecciones europeas, lejos del 3,5% que le otorgaban empresas demoscópicas como GAD3. La realidad es que la formación de Pablo Iglesias obtuvo un 7,97% de los votos, convirtiéndose en la gran sorpresa de aquella noche.

Podría parecer que el Centro de Investigaciones Sociológicas, dependiente del Ministerio de la Presidencia, cocina la estimación de voto de forma partidista. Sin embargo, en las elecciones andaluzas de 2015, la entidad pública consideró que Podemos obtendría el 19,2% de los votos, mientras que las compañías demoscópicas otorgaron una media del 15% de los votos al partido de Iglesias. ¿La realidad? La candidatura liderada por Teresa Rodríguez consiguió el 14,84% de los votos.

Algo similar ocurrió con Ciudadanos. Mientras que las compañías privadas apuntaron que tendría una media del 11,18% de los apoyos, el CIS rebajó este porcentaje al 6,4%. De nuevo, las encuestas electorales de las empresas iban en la buena dirección (posiblemente al valorar más la intención directa que el recuerdo de voto), pues el partido de Albert Rivera obtuvo en Andalucía un 9,28% de los apoyos. La desconfianza que despierta el CIS se incrementa al no conocer la metodología que emplea en la cocina de los datos, como reconocen en su página web:

La Estimación de Voto no es un indicador comparable al resto de los que se presentan, en la medida en que su método de cálculo nunca se ha hecho público y ha cambiado con los distintos equipos de dirección del CIS

¿Qué tamaño de muestra necesito?

Al comparar las diferentes encuestas electorales, también debemos fijarnos en la ficha técnica que acompaña a los resultados. En el caso del último barómetro del CIS, el tamaño de la muestra fue de 2.500 entrevistas, aunque finalmente se realizaron 2.479. Esta cifra es importante, ya que está relacionada con el error de la propia encuesta. Como explican José M. Pavía y Belén García Cárceles, pueden observarse problemas como el error muestral, el sesgo en la estimación, errores en los resultados y otros factores relacionados con el diseño del cuestionario, el efecto del entrevistador o la forma en la que se recogen los datos. Estos parámetros afectan directamente a las conclusiones obtenidas en la investigación.

Pensemos por ejemplo que una determinada encuesta electoral otorga un 48% de los votos al PSOE y un 52% de los apoyos al PP. ¿Qué ocurriría si en las votaciones estos porcentajes se invierten? El error habrá sido de cuatro puntos, pero el estudio será muy criticado al no haber previsto correctamente quién ganaría. Pero si una investigación apunta a que un partido tiene un 3% de los votos y otro el 97%, y finalmente en las elecciones resultan ser 7% y 93%, el error volverá a ser de cuatro puntos, pero el estudio no será tan polémico. Como explican desde la Universitat de Vàlencia, "siempre es más difícil y peligroso trabajar con valores porcentuales cercanos al 50% y por tanto más necesario elevar el tamaño muestral".

A la hora de hacer las encuestas electorales, debemos tener en cuenta la relación entre el margen de error, el nivel de confianza y el tamaño de la muestra. Si planteamos un nivel de confianza del 95,5%, como hace el CIS, para reducir el error debemos aumentar el tamaño de la muestra. En el barómetro de abril, por ejemplo, los investigadores admiten un error real del ±2%. Por el contrario, en el caso de la encuesta de Sigma Dos, publicada por , el número de entrevistas era de 1.200 para la Comunidad de Madrid y de 800 para la capital. Al plantear un nivel de confianza del 95,5%, el error de estas investigaciones era mayor que el del CIS (±2,88% para la investigación regional y ±3,53% en el estudio municipal).

Bonus track: las encuestas privadas

En general, las encuestas electorales son polémicas si las publica el CIS o si las realizan empresas demoscópicas y se difunden luego en los medios de comunicación. ¿Pero qué ocurre con los sondeos que manejan los partidos políticos a nivel interno? ¿Son estas investigaciones más ajustadas a la realidad?

Un estudio realizado en 2012 por profesores de la Universidad de Harvard y de Yale mostró que ninguna encuesta se equivoca por pesimista. En el artículo Campaign Perceptions of Electoral Closeness: Uncertainty, Fear, and Over-Confidence, los científicos, en colaboración con el Partido Demócrata de Estados Unidos, recogieron los resultados que anticipaban las encuestas electorales internas que manejaban en las diferentes campañas. A cambio de mantener una total confidencialidad, los investigadores pidieron la máxima sinceridad a los equipos.

Mitos y verdades sobre las encuestas electorales

Tras la celebración de las votaciones, compararon los datos internos con los resultados reales. Las conclusiones fueron realmente sorprendentes: ninguna encuesta se equivocó al predecir una derrota (cuadrante inferior derecho de la gráfica). En ningún caso, como vemos, las predicciones erraron por pesimistas. Muy al contrario, lo que suele ocurrir es que a nivel interno, se inflan resultados por exceso de optimismo. Tal vez en los datos internos que manejaban se tendió a pensar que el voto oculto o indeciso beneficiaba a los candidatos del Partido Demócrata.

Nada más lejos de la realidad. Las encuestas electorales internas también cuentan con un sesgo importante: la influencia de nuestra propia opinión o perspectiva personal. Pero la influencia también puede darse a la inversa, de forma que la publicación o difusión de sondeos pueda alterar nuestro comportamiento en las urnas. Quizás esa sea la razón por la que la Ley Electoral en España prohíbe dar a conocer nuevas encuestas en los últimos cinco días de campaña. En la recta final de las elecciones municipales y autonómicas, ¿acertarán los sondeos publicados? Lo comprobaremos el próximo domingo.


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