Revista Sociedad

Monarquías constitucionales

Publicado el 02 mayo 2013 por Andi

 

La revolución francesa supuso para Europa, con los conflictos que se desataron a continuación, un revulsivo de enorme trascendencia. Napoleón zarandeó con un extraordinario varapalo a las monarquías absolutistas que reinaban en el Viejo Continente hasta que éstas pudieron quitarse de encima las garras del ogro. Pero de aquel gran golpe jamás se repusieron. Más adelante Marx las puso nuevamente en un brete aún más peliagudo. La hecatombe de la Gran Guerra y su segundo episodio bélico acabarían por desintegrarlas. Para sobrevivir, en aquellas naciones de donde no fueron desterradas, sobrepasadas por los acontecimientos, inventaron aquello de las monarquías constitucionales, remedando los argumentos que explica Lampedusa, dejando el poder en manos del pueblo (repúblicas coronadas).

MONARQUIAS CONSTITUCIONALES.

 

Las distintas casas monárquicas que para perdurar habían estado abasteciéndose de manera endogámica para sus enlaces matrimoniales de su propia cantera, no obstante cada vez más contaminada por la plebe, acabaron definitivamente mezclándose con ésta, al no encontrar adecuados profesionales de la realeza entre sus propios miembros, muchos de ellos echados a perder merced a los irresistibles placeres mundanos, de los que deberían haber permanecido apartados o guardando las apariencias, como normalmente sucedía. Con el tiempo, todas las testas coronadas cayeron en esa inevitable trampa, relajadas sus mayestáticas costumbres de antaño. Hoy día viven de los Presupuestos Generales del Estado y de otros negocios plebeyos, se mezclan con el pueblo y sólo a duras penas mantienen la distancia inherente a la sacralización del cargo y el oficio. De seguir así con poco que se empeñen provocarán su abdicación, aunque no les apetezca, haciéndole perder a la república su real apellido.

 


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