Revista Sociedad

Monopoly

Publicado el 26 junio 2017 por Salva Colecha @salcofa

Después de ver como los bancos continúan zampándose entre ellos hasta que sólo quede uno, como en “Los Inmortales” y que monstruos como Amazon se dedican a ir por ahí comprando cadenas de supermercados mientras las instituciones miran silbando hacia otra parte cada vez estoy más seguro de ser Monopolyuna mota de polvo en mitad del tablero del Monopoly. ¿Os acordáis de aquellas tardes intentando desplumar a los compis de juego hasta que uno se forraba y los otros se arruinaban? Pues eso, sólo que esta vez los primeros despojados somos nosotros y parece que en el tablero han quitado la casilla de “vaya a la cárcel”, porque no hay manera de que ninguno visite el “Hotel Rejas”.

Serán quimeras mías pero estoy convencido de que se está jugando en nuestras narices una partida para ver quién se queda con todo. No se, igual es que me ha dado demasiado el Sol pero se me antoja que les estamos entregando hasta el alma a cuatro multinacionales mal contadas, envuelta con un lacito, para que quede más mono.

De un tiempo a esta parte parece que el ritmo de la partida se haya acelerado y

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ya ni siquiera ocultan los trejemenejes en los que se incluye sentar a políticos de relumbrón en los Consejos de Administración o ya que la información es poder, sacarnos TODITOS nuestros datos a cambio de una cuenta de Facebook. Cada vez más los mercados están en manos de menos empresas y no nos convendría olvidar que en este sistema capitalista el que controla el mercado lo controla TODO, derechos, libertades, vidas.

¿No resulta curioso ver como nuestros representantes ponen tanto empeño en unos acuerdos que posibilitan la destrucción de los mecanismos de protección

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frente a las grandes corporaciones? Nos amenazaron con el TTIP, ahora con la versión canadiense de lo mismo, el CETA (pincha aquí si quieres hacerte una idea de que son estas cosas). Al final el objetivo es el mismo, quedarse con todo, hasta que nos quedemos sin derechos, sin libertad, sin democracia siquiera y estemos en sus manos.

A mí siempre me ha parecido que la democracia no consiste sólo en ir a votar con cierta regularidad y tener unas instituciones mas o menos corruptas. La

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democracia es bastante más que eso. Cuando existen desfavorecidos a los que no se atiende, cuando la riqueza se concentra en unos pocos o cuando se niegan los derechos a quien sea es que la cosa no funciona y si una democracia está estropeada es imposible que sobreviva mucho tiempo. El sistema se está corrompiendo a velocidades hipersónicas porque los poderosos tienden a controlar a los políticos (que se dejan), a los medios de comunicación (que se venden) y a concentrar la riqueza mundial en unos pocos que tienen ya más presupuesto que algunos países y una multa de veintitantos millones (calderilla) como la que ha recibido Google no les afecta en nada. Eso acabará con la demolición de la democracia desde sus cimientos.

Lo estamos viviendo, cada vez menos empresas lo acapararan todo, desde la alimentación al entretenimiento, pasando por la banca o los medios de

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comunicación (siempre intentando escaquear impuestos, por supuesto, no vaya a ser que parte de su beneficio se pueda repartir entre el resto de ciudadanos que se empobrecen más y más). Son los efectos de la Nueva Economía (tradicional liberalismo salvaje y avasallador, disfrazado de “cool”), que camina hacia la invisibilidad de la miseria y el empobrecimiento de la “clase media” mientras nuestras instituciones se limitan a verlas pasar a la espera de un silloncito en un Consejo y a vivir y nuestros políticos se permiten frivolizar y jugar a la abstención.

Estamos a las puertas de un nuevo modelo que se diferenciará en dos clases, los mega-ricos y los cada vez más pobres e invisibles. Es para consolidar eso para lo que necesitan una especie de gobierno mundial a sus órdenes que se refleja en engendros como el CETA que les permita manipular las cosas y aborregarnos.

Parece que no hayamos caído en que la democracia resulta imposible si no

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existen medios de comunicación libres y estos están cayendo en el juego. La democracia resulta inviable si no tenemos posibilidad de crecer, de intentar realizar nuestros sueños sin una mínima seguridad jurídica y económica o si estamos en manos de oligarquías. Si se dan estas situaciones la democracia no es más que un escaparate que sólo sirve para cubrir las apariencias.

Ahora tenemos un reto para conservar NUESTRA democracia. Los grandes acuerdos como aquello de TTIP y ahora el CETA, con sus tribunales extrajudiciales y todo el aparato, nos pueden dejar en manos de multinacionales a costa de nuestra soberanía y nuestros derechos. Nos pretenden dejar en manos de monopolios a los que no les importamos nada en nuestras peculiaridades, sólo pretenden su beneficio. Oponerse a tratados como el CETA no ha de ser necesariamente cosa de Outsiders. Debiera ser cosa de todos porque hemos de decidir si queremos regalarles lo poco que nos queda de la libertad perdida. Este jueves en el Congreso se votará y nuestros políticos no parecen dispuestos a pararlo ¿de verdad se preocupan por nosotros?.


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