Revista Sociedad

Monteseirín deshoja la margarita

Publicado el 05 marzo 2010 por Jackdaniels

Dice el refrán que quien mucho abarca poco aprieta. Algo parecido se podría pensar que le ha ocurrido al futuro ex alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, durante la década que ha permanecido al frente del gobierno de la ciudad. Si a eso se le suma que, como él mismo ha reconocido públicamente en varias ocasiones, no se sabe vender adecuadamente lo mucho que se ha abarcado queda una ligera sensación de amargor cuando se analiza su labor como alcalde.

Diez años dan para muchas cosas, para aciertos y para fallos, y durante el mandato de Monteseirín ha habido de todo, como en botica. Quienes lo critican lo acusan de ser un soñador que pone en marcha grandilocuentes proyectos que luego son utilizados sistemáticamente para generarse propaganda y autobombo.

Sólo un análisis desde la perspectiva del tiempo esbozará la verdadera dimensión de su actuación al frente del consistorio, porque diez años dan de sobra para marcar la impronta de una ciudad como Sevilla, y negar que Monteseirín la ha esculpido sólo son capaces de hacerlo los estúpidos y los ignorantes.

Sin embargo hay dos cuestiones que me llaman especialmente la atención de su mandato salpicado de claroscuros.

La primera es su deseo, expresado con reiteración, de ser recordado fundamentalmente como “un hombre honesto” por los ciudadanos, que se ha visto mordisqueado por la sombra del calendario judicial al coincidir en el tiempo su anuncio de que no repetirá como candidato a la alcaldía con la confirmación de las penas impuestas a Marín y Pardo por el Tribunal Supremo en relación al caso de las facturas falsas del Distrito Macarena. Esto ha propiciado que la oposición y buena parte de la prensa sevillana se haya dedicado a establecer relaciones de causa efecto tendentes a emborronar dicho deseo. La justicia tiene estas cosas, es lenta y a veces hasta inoportuna.

Pero además, se da la circunstancia de que a medida que transcurre el tiempo cada vez son más las personas de confianza del alcalde o integrantes de su equipo que están imputados en diferentes causas judiciales, tanto por el caso Mercasevilla, como a causa del conflicto de Tussam. El que tus allegados estén casi más tiempo en los juzgados que solucionando problemas de la ciudad debe ser como para desanimar a cualquiera.

La segunda, como no podía ser de otra manera, es Tussam y es la cuestión que más me cuesta entender. El todavía alcalde sabe mejor que nadie cuál es la situación de la empresa pública de transportes urbanos, como también es conocedor de primera mano que sus trabajadores no son de los mejor pagados del ámbito municipal, ni mucho menos.

Ese discurso contradictorio y conflictivo, junto con la osadía de colocar al frente de la gestión de la empresa a dos personas que no conocen otra política que el enfrentamiento y la confrontación, han sido la causa de que Tussam se convierta quizás en el mayor borrón de su gestión municipal.

Su desembarco en la empresa municipal supuso el abanderamiento de la modernización de la empresa y la puesta por el transporte público de calidad. No hubo un sólo trabajador que no aplaudiera su determinación y su arrojo, por aquel entonces éramos los buenos de la película, unos tíos cojonudos comprometidos con el servicio público y el futuro de la ciudad.

Y comenzaron las grandes inversiones. Primero en la nueve sede, unas instalaciones ultramodernas y costosísimas que se amortizarían con la venta de los solares que formaban parte del patrimonio de la empresa, es decir, las antiguas cocheras y el edificio de Diego de Riaño.

Después la renovación de la flota de vehículos para dotarla de unidades más acordes a los tiempos que corren, incluidos microbuses eléctricos con capacidad máxima para doce o catorce personas a cincuenta kilos de las antiguas pesetas la pieza. Y después la inversión estrella, el Metrocentro, esa especie de miniatura de AVE a paso ralentizado que recorre las vías principales del peatonalizado casco histórico de la ciudad y que ha costado un riñón y parte del otro, cuando no de paso el hígado.

Entretanto se cambió el sistema de billetaje y con ello las máquinas instaladas al uso en los vehículos por otras nuevas que han costado un pico, se dilapida el 10% de las acciones del Metro de Sevilla de las que Tussam era titular, se construyó una planta solar fotovoltaica que dicen algún día permitirá obtener ingresos atípicos, e integran la empresa en la AIE De Sevilla con el saludable objetivo de que pague el doble por lo que antes le salía por la mitad. Eso sí, costeando onerosas inversiones en publicidad en campañas que en su inmensa mayoría nada tienen que ver ni con los objetivos ni con el cometido de Tussam. Que la imagen siempre es bella.

Por el camino se desprecian los cuarenta y un millones de euros que una constructora había ofertado por las antiguas cocheras en un concurso ya culminado y, encima, la defensa del pleito que interpone la perjudicada le cuesta a la empresa trescientos mil euros del ala en un bufete de abogados de prestigio. Para colmo, el solar de Diego de Riaño se malvende debido a la ya famosa explosión de la burbuja inmobiliaria.

Todo con cargo a las depauperadas arcas de una empresa que, según ha manifestado su doblemente imputado vicepresidente, arrastra una situación al borde de la quiebra desde hace más de veinte años. No deja de ser una paradoja que una empresa en una situación así acometa inversiones de tal magnitud. ¿No es un claro ejemplo de mala gestión sumergir a la empresa en tale arenas movedizas financieras cuando ya apenas podía sostenerse por sí sola? Porque si no es así, aquí alguien está mintiendo como un bellaco.

Ante tamaña irresponsabilidad, el alcalde viene ahora, en su despedida, con el cuento de que la salvación de la empresa pasa por el “sacrificio”, refiriéndose claro está al de los trabajadores no al suyo. Sacrificios de unos pocos, los de siempre, para salvar la empresa que él mismo y esos brillantes colaboradores que puso al frente de la misma se han encargado de terminar de hundir.

Una medalla de la que puede presumir haberse llevado para siempre y un nefasto legado para quien habite el sillón una vez que él haya terminado de deshojar la margarita.



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