Revista Cultura y Ocio

Monumento a Pérez Galdós. Parte 3: 1919, la inauguración

Por Historia Urbana De Madrid Eduardo Valero García @edjaval

En la segunda parte de " Monumento a Pérez Galdós", que lleva por subtítulo "", conocimos el proceso de creación de la escultura que hoy podemos contemplar en el Parque de El Retiro. A través de las memorias del escultor palentino supimos un poco más sobre el Galdós humano y la amistad de ambos, nacida en 1914 en Santander.

A finales del año 1918 Macho dará por concluida su obra. Galdós la visita, acompañado por Macho, Emiliano Ramírez Ángel y Andrés González Blanco. Poco después, la tarde del domingo 19 de enero de 1919 es inaugurada con algo de solemnidad.

Un día antes, el 18, se verificaba en Versalles la primera sesión de la "Conferencia de la Paz", compuesta por todas las naciones aliadas, para establecer y acordar las condiciones de paz que habían de imponer al vencido Imperio alemán. El presidente de Francia, M. Poincaré, inauguraba la asamblea con un discurso; las palabras finales del mismo fueron:

"Estáis reunidos para reparar el daño que hizo e impedir que se reproduzca.
Tenéis en vuestras manos el porvenir del mundo. Os dejo, señores, entregados a vuestras hondas deliberaciones, y declaro abierta la Conferencia interaliada para los preliminares de la paz."

La Primera Guerra Mundial había acabado casi a la vez que Victorio Macho el monumento.

Hubo reapertura de Cortes el martes 21, con más afluencia de señorías que en otras ocasiones. Aquel día el ministro de Hacienda leía el proyecto de Ley para los presupuestos del Estado que habrían de regir desde el 1º de abril de 1919 hasta el 31 de marzo de 1920. Las cifras eran las siguientes:

Gastos: 2.056.065.605 pesetas

Ingresos: 1.648.800.068 pesetas

Las cantidades arrojaban un déficit de 406.265.537


Más tarde en el tiempo, el 17 de octubre, Alfonso XIII inaugurará los primeros 3,5 kilómetros de la línea del Metro madrileño. Pero esa y otras historias no tienen cabida en la que hoy contamos.
Comenzamos, pues, la última parte de la historia del monumento a Pérez Galdós, con detalles sobre la inauguración y acontecimientos posteriores.

Monumento a Pérez Galdós. Parte 3: 1919, la inauguración


Carta de la Comisión al pueblo de Madrid
La Comisión ejecutiva del monumento a Galdós envía una carta a la redacción de los periódicos pocos días antes de la inauguración del monumento. Era una misiva de gratitud a la voluntad de los admiradores de Galdós, quienes, con su aportación, habían hecho realidad la idea fraguada un año atrás de construir un monumento para el pueblo de Madrid.

"No hace todavía un año, varios amigos del glorioso don Benito Pérez Galdós quisimos realizar el vehemente deseo, sentido por todos sus admiradores, de elevarle en Madrid un monumento que fuera digno de su ingente obra literaria, tan original, tan madrileña, tan española.
Inmediatamente pusimos manos a la empresa, estimulados en primer término por el generoso desinterés del escultor, qué se ofrecía a hacer la estatua sin otra recompensa que su propia satisfacción.
Había que recurrir a la buena voluntad de todos, y eso hicimos, abriendo una suscripción pública que de propósito no quisimos revestir de otro aparato ni solemnidad que los que pudiera darle el entusiasmo que nos animaba.
La Prensa nos ayudó hidalgamente, publicando la noticia de nuestro proyecto y las listas de suscriptores. Las autoridades nos prestaron el más efusivo concurso. Muchos españoles, diversas asociaciones de cultura y algunos, extranjeras, devotos apasionados de la gloria de nuestro Galdós, se apresuraron a procurar que el insigne creador de los "Episodios nacionales" y de las "Novelas contemporáneas" llegase a recibir prontamente este homenaje de cariño y de admiración, tributo merecido a su genio y a su incansable y sobrehumana actividad literaria. Y así ha sido, por dicha. Nuestra fe se ha visto premiada y nuestra ambición satisfecha.
A unos y a otros nos complacemos en reiterarles ahora públicamente nuestra gratitud.
Erigida la estatua en los jardines del Retiro, frente a la Rosaleda, su entrega al excelentísimo Ayuntamiento de Madrid se efectuará el próximo domingo, 19, a las tres de la tarde. Será un acto sencillo y cordial. Esta Comisión ruega a todos los madrileños que no falten a él, en cumplimiento de un deber gratísimo y como vivo testimonio del amor que esta insigne villa siente por el patriarca venerable que en su larga carrera, en el libro y en el teatro, apasionado del pueblo, amigo de los humildes, castizo, optimista, apóstol siempre, no se cansó de trabajar, enalteciendo a su Patria, hasta que le impusieron pavoroso descanso la ceguera y la ancianidad.
Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, Victorio Macho, José Francés, Marciano Zurita, A. González Blanco, E. Ramírez Angel."
"Bajo las frondas amables del Buen Retiro, entre la fortaleza de un eucaliptus y la gracia primaveral de un almendro, blanco, sereno y armonioso, como un poema de mármol, semicubierto por una gran bandera española, se alza el monumento que va a ser inaugurado."


Es un momento memorable para el pueblo madrileño, para Madrid y don Benito; está a punto de inaugurarse el primer monumento al insigne escritor en la Villa y Corte. Este es el relato de aquel suceso.

Desde antes de las tres de la tarde-hora prevista para el acto-, se venía congregando un nutrido grupo de personas entre las que se encontraban literatos, artistas, actores, miembros de la comitiva oficial y gente del pueblo. Un cordón de guardias municipales retenía al gentío que intentaba entrar en el recinto vallado, al que sólo se permitía acceder con invitación.
Poco a poco fue llegando el Ayuntamiento en Corporación, con maceros y Banda municipal.

El monumento estaba cubierto por una bandera española; muy cerca de él se había colocado una mesa con escribanía y un sillón, donde se colocaron los maceros del Ayuntamiento para custodiarlo. En el lado contrario se ubicó la Banda de música, dirigida por el maestro Villa. En el centro esperaban a Galdós los componentes de la Comisión ejecutiva del monumento, con los hermanos Álvarez Quintero a la cabeza; el gobernador, Sr. Romea; el alcalde, Sr. Garrido Juaristi; todos los tenientes de alcalde; el ex ministro Sr. Francos Rodríguez; el maestro Arbós; los doctores Tolosa Latour y Decref; los señores Pinazo, Marceliano Santamaría, Ródenas, Macías, Thuillier, Paso, Mesa y San José, y otros muchos literatos, artistas y miembros de todos los Círculos, Centros y Academias.
Se echó de menos al Gobierno, que no envió representación alguna.

Tarde pálida y serena de enero frente a la Rosaleda de El Retiro, que en un momento se había convertido en céntrica esquina de la villa en hora punta. El paseo de Coches albergaba a una gran multitud y se notaba en el aire la emoción y el entusiasmo.
La llegada del insigne escritor era inminente.


El Ayuntamiento de Madrid puso a disposición del ilustre anciano un landó de gala que lo trasladó hasta el paseo de Coches de El Retiro desde su hotelito de Hilarión Eslava. Con dificultad fue llevado Galdós hasta el carruaje, acompañado por su fiel amigo Victorio Macho.

"Los hermanos Quintero y Ramírez Ángel me pidieron que acompañara a don Benito a la inauguración de su estatua, y allá fuimos los dos en un landó que nos proporcionó el Ayuntamiento de Madrid..." [2]


Un rumor se apoderó del paseo de Coches. Se acerca el carruaje de gala del Ayuntamiento y se detiene en el sendero que lleva al monumento. Todo es expectación.

"... y cuando atravesamos la reja del bello parque y al ver yo tanta gente hacia el paseo de Coches, donde estaba la estatua, le dije a don Benito: "Abuelo, buen lío hemos armado, porque le esperan a usted para aplaudirle, incluso los guardias municipales con sus flamantes uniformes, que están junto a una enorme cantidad de personas, que le admiran y quieren."" [2]


Dice Macho que Galdós le respondió: " Adelante, joven Macho; adelante, siempre adelante." Frase que el escultor recordará a lo largo de su vida.

Se abre la portezuela y, con la misma dificultad que al entrar en el landó, sale Galdós ayudado por Macho, el teniente de alcalde Sr. Serrán, y miembros de la comisión. El anciano supera la altura de algunos que lo guían, entonces el pueblo lo ve y estalla en jubilosos aplausos y gritos. La ilustre figura de las letras es conducido por un sendero decorado de coronas de laurel y ramos de flores.
César Arroyo describe así la llegada de Galdós a su monumento:

"... la noble frente cargada de altos pensamientos, se inclina un tanto; unas gafas defienden los ojos tristes, los pobres ojos que semicegaron "fatigados de tanto ver"; bajo un bigote gris, casi blanco, en la comisura de unos labios marchitos, se sostiene un puro apagado; una blanca bufanda de seda se envuelve a su cuello, y un largo y grueso gabán le cuelga de los hombros, en pliegues como de túnica. La marcha del anciano entre la multitud es lenta y difícil, tardando aquél algún tiempo en salvar la corta distancia que media entre el paseo de coches y el lugar en que está emplazado el monumento. Por fin, llega a éste, y al ocupar D. Benito Pérez Galdós el sitial que se le había preparado frente a su propia estatua, un ¡Viva Galdós! sale de todos los pechos y llena el espacio con el clamor de una ovación." [1]

Descubrimiento de la estatua
Ubican a Galdós en su sillón y la Banda municipal comienza a entonar los acordes de la Marcha Solemne, del maestro Villa. También se interpretan notas del final de la ópera de Galdós y Arturo Lapuerta,"Zaragoza", estrenada el 5 de julio de 1908 en el Teatro Principal de Zaragoza.
El alcalde, Sr. Garrido Juaristi, hace los honores de descorrer la bandera que a modo de velo cubría la figura pétrea del escritor. Nuevos aplausos y vítores.

J. M. Perdigón, en su crítica del diario La Acción del día 18 de enero, nos ofrece su particular visión del monumento:

"El monumento es de una gran sencillez; nada de alegorías ridículas, como esas que ponen por ahí los caciques del pueblo; unos bloques de granito bastan para sostener la estatua, y en ellos una lacónica inscripción: "Galdós". No es necesaria otra cosa para glorificar al maestro; todo lo demás lo dicen sus obras, orgullo de España."

Para la prensa entera y todos los que presenciaron aquel momento, ver a Galdós frente a su estatua les produce gran emoción; muy pocas personas saben que don Benito ya conocía su réplica en piedra y que la había "visto" con sus manos. Ahora el anciano, aunque cerca de la estatua, casi no la distingue.

Victorio Macho, hacedor de tan maravillosa obra, se recluye más allá del solemne acto escondiéndose del público detrás de unos árboles. Se siente feliz. Humildad de un joven artista casi desconocido, al que la estatua de Galdós le proporcionará fama.
Si no es cierto esto que Macho contó en sus Memorias, y lo recuerdan algunos biógrafos, la siguiente fotografía es prueba suficiente. Ni rastro de la figura 'asalvajada', de rostro agreste y melena desordenada, del joven escultor.

Monumento a Pérez Galdós. Parte 3: 1919, la inauguración

Monumento a Pérez Galdós. Parte 3: 1919, la inauguración


Recordando aquella emotiva inauguración, añade Macho en sus Memorias:

"Los hombres estaban emocionados, y todos admirados de aquella modestia y sencillez de uno de los más geniales novelistas que tuvo España después de Cervantes."[2]

Discurso de Serafín Álvarez Quintero
Descubierta la estatua por el alcalde de Madrid, el comediógrafo don Serafín Álvarez Quintero sube al primer escalón del pedestal en el que se sustenta la augusta figura en piedra y, adquiriendo el ademán propio de quien recitará emocionadas palabras, comienza su discurso.

Monumento a Pérez Galdós. Parte 3: 1919, la inauguración

"Señores:
Ha llegado para nosotros, devotos y amigos del excelso patriarca de nuestras tetras don Benito Pérez Galdós, que emprendimos un día la empresa de darle realidad a esta estatua, el supremo instante, grato como ninguno, de hacer su entrega al excelentísimo Ayuntamiento de Madrid y su ofrecimiento al pueblo entero.
Tan cerca están uno de otro el instante de la iniciación de nuestro propósito y este instante, que no parece sino que no sean uno mismo, y casi podemos asegurar desde luego que en nuestro espíritu lo son. Tanto es así; que a ratos dudamos si es que nosotros hemos traído a este sitio del parque madrileño la estatua, o si la estatua estaba ya en él aguardando a todos, y sólo reserva a nuestro cariño y veneración el honroso deber de mostrarla.
¿Y porqué no ha de ser de esta suerte? ¿Es que la inmensidad de criaturas, hermanas nuestras en sangre y en alma, nacidas al soplo gigante de la de Galdós, no habrá labrado ya su estatua mil veces en el corazón de los españoles?
Pues hela aquí, ésta es, esculpida en piedra catalana por un escultor de Castilla: sencilla y austera, tranquila, reposada, noble, representativa en su serenidad y en la solemne actitud de sus cruzadas manos del alto espíritu que supo crear una ingente obra, plena de viva realidad, y cuyas páginas exhalan, como un vaho de lágrimas, que sube al aire camino de los cielos, el amor a los menesterosos
y a los humildes. Es nuestro Galdós.
Robustos pinos seculares sirven de inmediato dosel a su trono, ante el vasto fondo de árboles diversos con que lo ampara la naturaleza, como si de cerca o de lejos, con un esfuerzo de sus ramas, quisieran todos ellos que sus hojas prestasen sombra a la venerable frente del artista. Un eucalipto vigilante le habla de perenne salud... Un tierno almendro le ofrendará todas las primeras flores del año, emblema
sin duda del cordial homenaje que la juventud de todos los tiempos ha de rendirle.
Es cierto: la juventud ama y amará siempre a Pérez Galdós; pero no menos que ella debe amarlo también la niñez, ya que con tan paternal predilección le ha tratado siempre su infantil y cristiano espíritu. Hay unos libros del maestro que debieran serles familiares a todos los niños españoles, porque, conteniendo la historia y la vida de un niño, son a la par lección de vida y lección de historia: Grabrielillo Araceli, el niño héroe, que comienza la suya en Trafalgar y la acaba en los Arapiles; a través de las luminosas páginas de ella va sintiendo germinar en su alma las ideas y los impulsos fecundos y sanos que le conducen al amor y a la gloria.
En las aguas de Trafalgar, antes de oír el estampido del primer cañonazo, ya ve clara y distinta, como luz que en adelante le ha de guiar en su camino, la idea de la Patria, y en los patios de El Escorial se le entra a poco por el pecho la llama del honor, y se bate más tarde en Madrid, luego en Bailen, después en Zaragoza, enamorado de una mujer y de una bandera, y termina su vida novelesca con estas palabras, que son un himno alentador:
"Si sois jóvenes, si encontráis ante vuestros ojos montañas escarpadas, inaccesibles alturas, y no tenéis escalas ni cuerdas, pero sí manos vigorosas; si os halláis imposibilitados para realizar en el mundo los generosos impulsos del pensamiento y las leyes del corazón, acordaos de Gabriel Araceli, que nació sin nada y lo tuvo todo."
No es ésta ocasión de hablar punto por punto de la obra magna del maestro, que no se obscurece ante la de un Dickens o la de un Balzac. Todos la conocéis; presente está en el juicio de todos. Ha escrito maravillosamente, con gracia infinita e inapelable fuerza pintoresca, la historia neta de este Madrid de sus amores durante medio siglo; ha novelado, con genial intuición, la historia de España en un siglo entero; ha estudiado con agudo análisis y piadoso designio hondos problemas de la conciencia; ha hecho pasar por la escena contemporánea tan grandes y bellas figuras de hombres y mujeres, que pueden lucir y deslumbrar aún en la patria del Burlador y Pedro Crespo, de la Estrella de Sevilla y la Niña de Plata.
Acepte en buen hora el excelentísimo Ayuntamiento de Madrid, digna representación de este pueblo hidalgo, que ama a sus glorias como el que más, la imagen en piedra del Galdós de estos días, y tengan lodos los madrileños siempre para ella el mismo fervoroso culto, el mismo entusiasmo sagrado, el mismo generoso cariño con que un escultor joven, de bravo aliento y medula española trabajó en sus manos que ya descansan, y en su frente incansable.
Y usted, maestro insigne, que por dicha nos oye en esta hora de consagración, para nosotros inolvidable, pues en ella juntamos al suyo nuestros nombres, quédese con nuestra última palabra, condensación elocuente del anhelo de todos: ¡salud!."


El alcalde recibe el monumento
En nombre del pueblo de Madrid, el alcalde recibe el monumento a Galdós como un importante tesoro. La fotografía muestra aquel instante; en ella podemos apreciar la figura de Victorio Macho, cabizbajo, de pie junto a Galdós. Si unimos a ésta la fotografía anterior, la del discurso de Álvarez Quintero, veremos que dos personas están giradas en busca de algo; es muy probable que estuviesen reclamando al escultor, quien-como dijimos-, se había escondido detrás de un árbol.

Monumento a Pérez Galdós. Parte 3: 1919, la inauguración

En su discurso, el alcalde tiene palabras de agradecimiento a los que hicieron posible la consolidación de la idea de un monumento al ilustre Galdós y elogia acertadamente " la obra madrileñisima, española, universal y humana del maestro."
Después, y en nombre de todo el pueblo madrileño, besa la mano de don Benito.


El acta, escrita en pergamino, es firmado en primer término por Benito Pérez Galdós, seguido del alcalde de Madrid, don Luis Garrido Juaristi. A continuación dejan su impronta los iniciadores de tan noble idea, quienes legaban el monumento al pueblo de Madrid bajo la custodia del Ayuntamiento. Por último firma parte del público.
Amenizaba aquellos instantes la Banda municipal, que interpretó el pasodoble " Gerona" y el segundo acto de " Cádiz".

En el acta rezan estas palabras:

"En Madrid, a XIX de enero de MCMXIX, en presencia del excelentísimo Ayuntamiento de esta villa y corte, se procedió por el excelentísimo Sr. D. Luis Garrido Juaristi, alcalde presidente, a la ceremonia de inaugurar la estatua del excelso novelista y dramaturgo don Benito Pérez Galdós, erigida por suscripción pública, y situada en el lugar del Parque de Madrid denominado paseo de los Pinos. La Comisión ejecutiva, compuesta por Victorio Macho, escultor y autor del monumento, y los escritores Serafín y Joaquín Alvarez Quintero, José Francés, E. Ramírez Ángel, Marciano Zurita y A. González Blanco, hace en el día de hoy solemne entrega de ella para su custodia a la expresada villa de Madrid.
Y para que conste firman este acta todos los asistentes a la ceremonia."


Observe el lector con el corazón la imagen del anciano Galdós. El objetivo del fotógrafo Alba captura el visible deterioro en la salud del novelista; su rostro enjuto, de gesto grave, y los ojos sin vida que le privaron de contemplar Madrid en la postrimería de sus días.

Homenaje de niñas y niños ciegos
Firmada el acta-según algunos periodistas; antes de ese acto, según otros-, entre la concurrencia se abre paso un grupo de niñas y niños ciegos que son guiados hasta don Benito. Es una Comisión del Colegio de sordomudos y ciegos.
Entregan a Galdós un ramo de flores que el anciano besa tembloroso. Uno de los niños ciegos le comenta que están ensayando el primer acto de Marianela, y que sería representado en breve.


Acompañado por una multitud que quiere besar las manos del ilustre anciano y lo saludan con efusivo cariño, Galdós se aleja lentamente de su igual en piedra. El trayecto hasta el landó es corto, pero desandar los pasos dados antes resulta más dificultoso; hay que sujetarle por los brazos y guiarle con cuidado. El pueblo no deja de aplaudir y gritar vivas.

Una vez en el coche de gala, llevan a Galdós a su domicilio; le acompaña el teniente de alcalde del distrito del Congreso, Sr. Serrán. Va por el paseo de Coches con una escolta de la Guardia municipal; detrás, una multitud de madrileños les siguen, aplaudiendo y ovacionando al genio de las letras.

Ya en su domicilio, embargado por la emoción y debilitado por el esfuerzo, Galdós se desploma en un sillón y es casi imposible moverle. Está derrotado; es consciente de la magnitud del homenaje y la terrible sensación de sentirse muerto en vida. Porque, a pesar de sus intentos de "flanear" por las calles de Madrid, sabe que se está muriendo.


Banquete a Victorio Macho
El domingo 2 de febrero Galdós volverá a salir a la calle. Asiste al banquete que se celebra en el Ideal-Room en honor a Victorio Macho.
El homenaje de gratitud al joven escultor había sido organizado por Mateo Inurria, Marceliano Santamaría, José Pinazo, Germán Gómez de la Mata y Ballesteros de Matos, respondiendo al deseo de muchos admiradores.
En las librerías de Fe y Pueyo, Círculo de Bellas Artes e Ideal-Room, se había puesto a la venta un limitado número de tarjetas de invitación. El precio del cubierto era de 12,50 pesetas.

El joven Macho, inexperto en eso de dar discursos, expresa su agradecimiento a la concurrencia y centra sus palabras en la figura de Galdós.

"Esta labor mía, que vosotros en un momento de infinita bondad ponderáis, sin duda exageradamente, ha sido una obra inspirada por el amor y la devoción que todos debemos al gran patriarca Galdós, al nunca bastante ponderado... Yo he sido el intérprete, no más, de vuestro sentir, y me emociona pensar que al rendir tributo al literato glorioso, pobre como Diógenes, ciego como Homero, ingenuo y grande como la raza, la España espiritual se ha elevado a los ojos del mundo.
El saber que venía el maestro nos ha reunido a todos aquí en una fiesta simpática, homenaje que vosotros me dedicábais a mí y yo le brindo a él." [2]

Finaliza su discurso con estas palabras:

"Elevemos siempre nuestro espíritu a esa luminosa y profunda mansión de poesía, donde Beethoven dirigirá la imponente sinfonía de los infinitos mundos y Miguel Angel continuará dando formas grandiosas a colosales titanes.
Y tú, amado abuelillo, maestro glorioso. ¡Genio! Cuando llegues a ese mundo ideal de Beethoven, Miguel Angel, Cervantes, Shakespeare, Alonso Berruguete, El Greco y Goya diles de nosotros." [2]


La fotografía, publicada en la revista Mundo Gráfico del 5 de febrero, recuerda un instante del homenaje. Victorio Macho aparece marcado con una X.

Monumento a Pérez Galdós. Parte 3: 1919, la inauguración


Noventa y seis años han pasado de todo esto que hemos contado.
El madrileño de hoy, y el visitante que de otras tierras viene a conocer nuestra ciudad, puede revivir aquellos instantes de emotivo homenaje frente al Galdós de piedra.
Para los lectores de otras latitudes que aún no han tenido la oportunidad de visitar Madrid, ofrecemos unas fotografías tomadas por nuestro estimado amigo Carlos Viñas-Valle.

Así como Galdós en sus novelas retrata los entrañables rincones de Madrid, nuestro amigo Carlos Viñas-Valle lo hace con el objetivo de su cámara. Hay más fotógrafos, muchos a contar desde Laurent hasta Santos Yubero, y los que hoy siguen retratando esta bella ciudad. Quizá Carlos añada algo poético, de instante efímero que perdura, como Galdós en las palabras y él en las imágenes.

No nos equivocamos al decirlo; el lector puede comprobarlo en el siguiente enlace: Carlos Viñas-MadridFotos-MADRIDLACIUDAD-flirck.com


Macho, los gorrioncillos y Viñas Valle
Las fotografías que vemos a continuación pueden resultar graciosas por su espontaneidad. Carlos Viñas Valles retiene el curioso instante.
Unos alegres pajarillos posan sobre el monumento a Galdós; descendientes, quizá, de aquellos que a Victorio Macho le llevan a afirmar, "- ¡Pobre gran don Benito Pérez Galdós, a quien hasta los pájaros se la jugaban y se reían de él!".

Monumento a Pérez Galdós. Parte 3: 1919, la inauguración

"... como en el huerto de su finca de San Quintín se habían plantado patatas, cuando don Benito salía a sentarse a la sombra de los árboles, veía a los pájaros picoteando las patatas; el franciscano don Benito dispuso que se colocara en medio del patatal un espantapájaros, al que hacía bailar el viento. Uno de los pajarillos se puso al acecho y después fue volando hasta posarse sobre aquel sombrero puesto sobre el muñeco sin cráneo y unos viejos guantes atados a un palo, que simulaban los brazos, y los gorriones y gorrioncillos acudían a picotear los indefensos tubérculos hasta quedarlos huecos e incomibles. ¡Pobre gran don Benito Pérez Galdós, a quien hasta los pájaros se la jugaban y se reían de él!" [2]

Monumento a Pérez Galdós. Parte 3: 1919, la inauguración


[1] Arroyo, César E. (1919) Galdós ante su estatua. Revista Hispano-Americana CERVANTES. Enero.
[2] Macho, Victorio. Memorias (1972) Madrid. Editorial G. del Toro. Capítulo VI: "El arte, la razón de mi existencia".


· Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación
· En todas las citas se ha conservado la ortografía original



Volver a la Portada de Logo Paperblog