Revista Cultura y Ocio

Moros y Cristianos, Pedro de Alarcón

Por Jossorio

Moros y Cristianos, Pedro de Alarcón

MOROS Y CRISTIANOS

(CUENTO)

I

La antes famosa y ya poco nombrada villa de Aldeire forma
parte del marquesado del Cenet, o como si dijéramos, del respaldo
de la Alpujarra,[76-1] hacia Levante,[76-2] y está medio colgada,
medio escondida, en un escalón o barranco de la formidable
05 mole central de Sierra Nevada, a cinco o seis mil pies sobre el
nivel del mar y seis o siete mil por debajo de las eternas nieves
del Mulhacen.

Aldeire, dicho sea con perdón de su señor cura, es un pueblo
morisco. Que fué moro, lo dicen claramente su nombre, su
10 situación y su estructura; y que no ha llegado aún a ser enteramente
cristiano, aunque figure en la España reconquistada y
tenga su iglesita católica y sus cofradías de la Virgen, de Jesús
y de no pocos santos y santas, lo demuestran el carácter y costumbres
de sus moradores, las pasiones terribles cuanto quiméricas
15 que los unen o separan en perpetuos bandos, y los lúgubres
ojos negros, pálida tez y escaso hablar y reír de mujeres, hombres
y niños....
Porque bueno será recordar, para que ni dicho señor cura ni
nadie[76-3] ponga en cuarentena[76-4] la solidez de este razonamiento,
20 que los moriscos del marquesado del Cenet no fueron expulsados
en totalidad como los de la Alpujarra, sino que muchos de
ellos lograron quedarse allí agazapados y escondidos gracias a
la prudencia o cobardía con que desoyeron el temerario y heroico
grito de su malhadado príncipe Aben-Humeya;[76-5] de donde
25 yo deduzco que el tío Juan Gómez (a)[76-6] Hormiga,(p77)
alcalde constitucional de Aldeire en el año de gracia de 1821, podía
muy bien ser nieto de algún Mustafá, Mahommed o cosa por el estilo.

Cuéntase, pues, que el tal Juan[77-1] Gómez, hombre a la sazón
de más de media centuria, rústico muy avisado aunque no entendía
05 de letra,[77-2] y codicioso y trabajador con fruto, como lo
acreditaba, no solamente su apodo, sino también su mucha hacienda,
por él adquirida a fuerza de buenas o malas artes, y
representada en las mejores suertes de tierra de aquella jurisdicción,
tomó a censo enfitéutico[77-3] del caudal de Propios,[77-4] y casi de
10 balde, mediante algunas gallinas no ponedoras que regaló al secretario
del Ayuntamiento, unos secanos situados a las inmediaciones
de la villa, en medio de los cuales veíanse los restos y
escombros de un antiguo castillejo,[77-5] morabito o atalaya árabe,
cuyo nombre era todavía La Torre del Moro.

15 Excusado es decir que el tío Hormiga no se detuvo ni un instante
a pensar en qué moro sería aquél, ni en la índole o pristino
objeto de la arruinada construcción; lo único que vió desde
luego más claro que el agua fué que con tantas desmoronadas
piedras, y con las que él desmoronara, podía hacer allí un hermoso
20 y muy seguro corral para sus ganados; por lo que[77-6] desde
el día siguiente, y como recreo muy propio de quien tan económico
era, dedicó las tardes a derribar por sí mismo, y a sus
solas,[77-7] lo que en pie quedaba del vetusto edificio arábigo.

-¡Te vas a reventar!-le decía su mujer, al verlo llegar
25 por la noche lleno de polvo y de sudor, y con la barra de hierro
oculta bajo la capa....

-¡Al contrario!-respondía él.-Este ejercicio me conviene
para no podrirme como nuestros hijos los estudiantes, que
según me ha dicho el estanquero, estaban la otra noche en el
30 teatro de Granada y tenían un color de manteca que daba asco[77-8]
mirarlos....

-¡Pobres! ¡De tanto estudiar! Pero a ti debía de darte
vergüenza de trabajar como un peón siendo el más rico del
pueblo, alcalde por añadidura.
(p78)
-Por eso voy solo.... ¡A ver!... Acércame esa
ensalada....

-Sin embargo, convendría que te ayudase alguien. ¡Vas a
echar un siglo[78-1] en derribar la Torre, y hasta quizá no sepas
05 componértelas[78-2] para volcarla toda!...

-¡No digas simplezas, Torcuata! Cuando se trate de construir
la tapia del corral pagaré jornales, y hasta llevaré un
maestro alarife....-¡Pero derribar sabe cualquiera! ¡Y es
tan divertido[78-3] destruir!... ¡Vaya!... ¡quita la mesa y
10 acostémonos!...

-Eso lo dices porque eres hombre. ¡A mí me da miedo y
lástima todo lo que es deshacer![78-4]

-¡Debilidades de vieja! ¡Si supieras tú cuántas cosas hay
que deshacer[78-5] en este mundo!

15 -¡Calla, francmasón![78-6] ¡En mal hora te han elegido alcalde!
¡Verás cómo, el día que vuelvan a mandar los realistas,
te ahorca el Rey absoluto!

-¡Eso ... lo veremos! ¡Santurrona! ¡Beata! ¡Lechuza!
¡Vaya!: apaga esa luz, y no te santigües más...,
20 que tengo[78-7] mucho sueño.

Y así continuaban los diálogos hasta que se dormía uno de
los dos consortes.

Una tarde regresó de su faena el tío Hormiga, muy preocupado
y caviloso, y más temprano que de costumbre.

25 Su mujer aguardó a que despachase a los mozos de labor
para preguntarle qué tenía, y él respondió enseñándole un tubo
de plomo con tapadera por el estilo del cañuto[78-8] de un licenciado
del ejército; sacó de allí, y desarrolló cuidadosamente, un
amarillento pergamino escrito en caracteres muy enrevesados, y
30 dijo con imponente seriedad:

-Yo no sé leer, ni tan siquiera[78-9] en castellano, que es la(p79)
lengua más clara del mundo; pero el diablo me lleve si esta escritura
no es de moros.

-¿Es decir, que la has encontrado en la Torre?

-No lo digo sólo por eso, sino porque estos garrapatos no
05 se parecen a ninguno de los que he visto hacer a gente cristiana.

La mujer de Juan Gómez miró y olió el pergamino, y exclamó
con una seguridad tan cómica como gratuita:

-¡De moros es!

Pasado un rato, añadió melancólicamente.

10 -Aunque también me estorba a mí lo negro,[79-1] juraría que
tenemos en las manos la licencia absoluta[79-2] de algún soldado de
Mahoma,[79-3] que ya estará en los profundos infiernos.

-¿Lo dices por el cañuto de plomo?

-Por el cañuto lo digo.

15 -Pues te equivocas de medio a medio,[79-4] amiga Torcuata;
porque ni los moros entraban en quintas,[79-5] según me ha dicho
varias veces nuestro hijo Agustín, ni esto es una licencia absoluta.
Esto es ... un....

El tío Hormiga miró en torno suyo,[79-6] bajó la voz y dijo con
20 entera fe:

-¡Estas son las señas de un tesoro!

-¡Tienes razón!-respondió la mujer, súbitamente inflamada
por la misma creencia.-¿Y lo has encontrado ya? ¿Es
muy grande? ¿Lo has vuelto a tapar bien? ¿Son monedas de
25 plata, o de oro? ¿Crees tú que pasarán todavía? ¡Qué felicidad
para nuestros hijos! ¡Cómo van a gastar y a triunfar en
Granada[79-7] y en Madrid! ¡Yo quiero ver eso! Vamos allá....
Esta noche hace luna....

-¡Mujer de Dios! ¡Sosiégate! ¿Cómo quieres que haya
30 topado ya con el tesoro guiándome por estas señas, si yo no sé
leer en moro ni en cristiano?

-¡Es verdad! Pues, mira.... Haz una cosa: en cuanto
Dios eche sus luces,[79-8] apareja un buen mulo; pasa la sierra por
el puerto[79-9] de la Ragua, que dicen está bueno, y llégate a(p80)
Ugíjar,[80-1] a casa de nuestro compadre[80-2] D. Matías Quesada, el cual
sabes entiende de todo[80-3].... El te pondrá en claro ese papel
y te dará buenos consejos, como siempre.

-¡Mis dineros me cuestan todos sus consejos a pesar de
05 nuestro compadrazgo!... Pero, en fin, lo mismo había pensado
yo. Mañana iré a Ugíjar, y a la noche estaré aquí de
vuelta; pues todo será apretar un poco a la caballería[80-4]....

-Pero ¡cuidado[80-5] que le expliques bien las cosas!...

10 -Poco tengo que explicarle. El cañuto estaba escondido
en un hueco o nicho revestido de azulejos como los de Valencia,[80-6]
formado en el espesor de una pared. He derribado todo
aquel lienzo, y nada más de particular he hallado. Debajo de
lo ya destruido comienza la obra de sillería de los cimientos,
cuyas enormes piedras, de más de vara en cuadro,[80-7] no removerán
15 fácilmente dos ni tres personas de puños tan buenos como
los míos. Por consiguiente, es necesario saber de una manera
fija en qué punto estaba escondido el tesoro, so pena[80-8] de tener
que arrancar con ayuda de vecinos todos los cimientos de la
Torre....

20 -¡Nada! ¡Nada! ¡A Ugíjar en cuanto amanezca! Ofrécele
a nuestro compadre una parte..., no muy larga, de lo
que hallemos, y, cuando sepamos dónde hay que excavar,[80-9] yo
misma te ayudaré a arrancar piedras de sillería. ¡Hijos de mi
alma! Todo para ellos! Por lo que a mí toca, sólo siento
25 si habrá algo que sea pecado en esto que hablamos en voz baja.

-¿Qué pecado puede haber, grandísima tonta?

-No sé explicártelo.... Pero los tesoros me habían parecido
siempre cosa del demonio, o de duendes.... Además,
30 ¡tomaste a censo aquel terreno por tan poco rédito al año!...
¡Todo el pueblo dice hubo trampa[80-10] en el tal negocio!

-¡Eso es cuenta del secretario y de los concejales! Ellos
me hicieron la escritura.

-Por otro lado, tengo entendido[80-11] que de los tesoros hay
que dar parte al Rey....
(p81)
-Eso es cuando no se hallan en terreno propio, como éste
mío....

-¡Propio! ¡Propio!... ¡A saber[81-1] de quién sería esa
torre que te ha vendido el Ayuntamiento!

05 -¡Toma! ¡Del Moro!


-¡A saber quién sería ese Moro!... Por de pronto,[81-2]
Juan, las monedas que el Moro escondiera en su casa, serían
suyas o de sus herederos; no tuyas, ni mías....

-¡Estás diciendo disparates! ¡Por esa cuenta, no debía
10 yo ser alcalde de Aldeire, sino el que lo era el año pasado
cuando se pronunció Riego![81-3] ¡Por esa cuenta, habría que
mandar[81-4] todos los años a África, a los descendientes de los
moros, las rentas que produjesen las vegas de Granada, de
Guadix[81-5] y de centenares de pueblos!...

15 -¡Puede que[81-6] tengas razón!... En fin, ve a Ugíjar, y el
compadre te aconsejará lo mejor en todo.

Ugíjar dista de Aldeire cosa de cuatro leguas de muy mal camino.
No serían,[81-7] sin embargo, las nueve de la siguiente mañana
20 cuando el tío Juan Gómez, vestido con su calzón corto de
punto azul y sus bordadas botas blancas de los días de fiesta,
hallábase ya en el despacho de D. Matías de Quesada, hombre
de mucha edad y mucha salud, doctor en ambos Derechos[81-8]
y autor de la mayor parte de los entuertos contra la justicia que
25 se hacían por entonces en aquella tierra. Había sido toda su
vida lo que se llama un abogado picapleitos, y estaba riquísimo
y muy bien relacionado en Granada y Madrid.

Oído que hubo[81-9] la historia de su digno compadre, y después
de examinar atentamente el pergamino, díjole que, en su
opinión, nada de aquello olía a tesoro: que el nicho en que
30 halló el tubo debió de ser[81-10] un babuchero,[81-11] y que el
escrito le parecía una especie de oración que los moros suelen(p82)
leer todos los viernes[82-1] por la mañana.... Pero que, sin embargo,
no siéndole a él completamente conocida la lengua árabe, remitiría
el documento a Madrid a un condiscípulo suyo que estaba
empleado en la Comisaría de los Santos Lugares,[82-2] a fin de que
05 lo enviara a Jerusalén, donde lo traducirían al castellano; por
todo lo cual sería conveniente mandarle al madrileño un par
de onzas de oro,[82-3] en letra,[82-4] para una jícara de chocolate.

Mucho lo pensó el tío Juan Gómez antes de pagar un chocolate
tan caro (que resultaba a diez mil doscientos cuarenta
10 reales la libra); pero tenía tal seguridad en lo del tesoro[82-5]
(y a fe que[82-6] no se equivocaba según después veremos), que sacó
de la faja ocho monedillas de a cuatro[82-7] duros y se las entregó al
abogado, quien las pesó una por una antes de guardárselas[82-8] en
15 el bolsillo; con lo que el tío Hormiga tomó la vuelta de Aldeire
decidido a seguir excavando en la Torre del Moro, mientras
tanto que[82-9] enviaban el pergamino a Tierra Santa y volvía de
allá traducido; diligencias en que, según el letrado, se tardaría
cosa de año y medio.

No bien había vuelto la espalda el tío Juan, cuando su compadre
20 y asesor cogió la pluma y escribió la siguiente carta
comenzando por el sobre:

"SR. D. BONIFACIO TUDELA Y GONZALEZ,[82-10] Maestro de capilla[82-11]
de la Santa Iglesia Catedral de CEUTA.[82-12]

"Mi querido sobrino político:[82-13]

25 "Solamente a un hombre de tu religiosidad confiaría yo el
importantísimo secreto contenido en el documento adjunto.
Dígolo porque indudablemente están escritas en él las señas de
un tesoro, de que te daré alguna parte si llego a descubrirlo
con tu ayuda. Para ello es necesario que busques un moro
30 que te traduzca ese pergamino, y que me mandes la traducción(p83)
en carta certificada,[83-1] sin enterar a nadie del asunto, como no
sea[83-2] a tu mujer, que me consta es persona reservada.

"Perdona que no te haya escrito en tantos años; pero bien
conoces mis muchos quehaceres. Tu tía sigue rezando por ti
05 todas las noches al tiempo de acostarse. Que estés mejor[83-3] del
dolor de estómago[83-4] que padecías en 1806, y sabes que te quiere
tu tío político,

"MATÍAS DE QUESADA.
"UGÍJAR, 15 de ENERO, 1821.

10 "POSDATA.-Expresiones a Pepa, y dime, si habéis tenido
hijos."

Escrita la precedente carta,[83-5] el insigne jurisconsulto pasó a la
cocina, donde su mujer estaba haciendo calceta y cuidando el
puchero, y díjole las siguientes expresiones en tono muy áspero
15 y desabrido, después de echarle en la falda las ocho monedas
de a cuatro duros que ya conocemos:

-Encarnación,[83-6] ahí tienes: compra más trigo, que va a subir
en los meses mayores,[83-7] y procura que lo midan bien. Hazme
de almorzar mientras yo voy a echar al correo esta carta para
20 Sevilla preguntando los precios de la cebada. ¡Que el huevo
esté bien frito y el chocolate claro! ¡No tengamos la de
todos los días![83-8]

La mujer del abogado no respondió palabra, y siguió haciendo
calceta como un autómata.

25 Dos semanas después, un hermosísimo día de Enero, como
sólo los hay en el Norte de África y en el Sur de Europa,
tomaba el sol en la azotea de su casa de dos pisos el maestro
de capilla de la catedral de Ceuta con la tranquilidad
de quien ha tocado el órgano en misa mayor y se ha comido
30 luego una libra de boquerones, otra de carne y otra de
pan, con su correspondiente dosis de vino de Tarifa.[83-9]
(p84)
El buen músico, gordo como un cebón y colorado como una
remolacha, digería penosamente, paseando su turbia mirada de
apoplético por el magnífico panorama del Mediterráneo, y del
Estrecho de Gibraltar, del maldecido Peñón[84-1] que le da nombre,
05 de las cercanas cumbres de Anghera y Benzú[84-2] y de las remotas
nieves del Pequeño Atlas, cuando sintió acelerados pasos en la
escalera y la argentina voz de su mujer, que gritaba gozosamente:

-¡Bonifacio! ¡Bonifacio! ¡Carta de Ugíjar! ¡Carta de
tu tío! ¡Y vaya si es gorda![84-4]

10 -¡Hombre![84-5]-respondió el maestro de capilla, girando
como una esfera o globo terráqueo sobre el punto de su
redonda individualidad, que descansaba en el asiento.-¿Qué
santo se habrá empeñado para que mi tío se acuerde de mí?
¡Quince años hace que resido en esta tierra usurpada a Mahoma,
15 y cata aquí[84-6] la primera vez que me escribe aquel abencerraje,[84-7]
sin embargo de haberle yo escrito cien veces a él!
¡Sin duda me necesita para algo!

Y, dicho esto,[84-8] abrió la epístola (procurando que no la leyese
la Pepa de la posdata), y apareció, crujiente y tratando de
20 arrollarse por sí propio,[84-9] el amarillento pergamino.

-¿Qué nos envía?-preguntó entonces la mujer, gaditana[84-10]
y rubia por más señas,[84-11] y muy agraciada y valiente a pesar de
sus cuarenta agostos.

-¡Pepita, no seas tan curiosa!... Yo te lo diré, si debo
25 decírtelo, luego que me entere. ¡Mil veces te he advertido
que respetes mis cartas!...

-¡Advertencia propia de un libertino como tú! En fin,
¡despacha! y veamos si yo puedo saber qué papelote[84-12] te
manda tu tío. ¡Parece un billete de Banco del otro mundo!

30 En tanto que[84-13] su mujer decía aquellas cosas y otras, el
músico leyó la carta, y maravillóse hasta el extremo de ponerse
de pie sin esfuerzo alguno.

Tenía, sin embargo, tal hábito de disimular, que acertó a
decir muy naturalmente:
(p85)
-¡Qué tontería! ¡Sin duda está ya chocheando aquel mal
hombre! ¿Querrás creer que me remite esta hoja de una
Biblia en hebreo, para que yo busque algún judío que la compre
imaginándose el muy bobo que darán por ella un dineral?
05 Al mismo tiempo...-añadió para cambiar la conversación
y guardándose[85-1] en la faltriquera la carta y el pergamino:-al
propio tiempo ... me pregunta con mucho interés si tenemos
hijos.

-¡Él no los tiene!...-observó vivamente Pepita.-¡Sin
10 duda piensa dejarnos por herederos!

-¡ Más fácil es que al muy avaro se le haya ocurrido heredarnos
a nosotros!... Pero ¡calla!: están dando las once,
y yo tengo que afinar el órgano para las vísperas de esta tarde....
Me voy. Oye, prenda: que la comida esté dispuesta a
15 la una, y que no se te olvide[85-2] echar dos buenas patatas en el
puchero. ¡Que si tenemos hijos[85-3]!... ¡Vergüenza me da
de haber de contestarle que no!

-¡Escucha! ¡Espera! ¡Oye!-contestó como un rayo
la parte contraria....

20 -¡Ya! ¡Ya!

-¡Anda, zambombo, tonel, desagradecido![85-4] ¿Quién te
habrá amado a ti en el mundo como esta necia, que, con ese
barrigón y todo, te considera el hombre más hermoso que
Dios ha criado?

25 -¿Sí? ¿Me has dicho hermoso? ¡Pues mira, Pepa-respondió
el artista, pensando seguramente en el pergamino
árabe;-si mi tío llega a dejarme por heredero, o yo me
hago rico de cualquier otro modo, te juro llevarte a vivir a la
plaza de San Antonio de la ciudad de Cádiz, y comprarte más
30 joyas que tiene la Virgen de las Angustias[85-5] de Granada! Conque
hasta luego, pichona.

Y tirando un pellizco[85-6] en la barba a la que de antemano
tenía ya el hoyo en ella, cogió el sombrero y tomó el camino...,(p86)
no de la catedral, sino de las callejuelas en que suelen
vivir las familias moras avecindadas en aquella plaza fuerte.[86-1]

En la más angosta de dichas callejuelas, y a la puerta de
una muy pobre, pero muy blanqueada casucha, estaba sentado
05 en el suelo, o más bien sobre sus talones, fumando en pipa de
barro secado al sol, un moro de treinta y cinco a cuarenta años,
revendedor de huevos y gallinas, que le traían a las puertas de
Ceuta los campesinos independientes de Sierra-Bullones y
Sierra-Bermeja, y que él despachaba, a domicilio o en el mercado,
10 con una ganancia de ciento por ciento. Vestía chilava[86-2]
de lana blanca y jaique[86-3] de lana negra, y llamábase entre los
españoles Manos-gordas, y entre los marroquíes
Admet-ben-Carime-el-Abdoun.

Tan luego como el moro vió al maestro de capilla levantóse
15 y salió a su encuentro, haciéndole grandes zalemas; y, cuando
estuvieron ya juntos, díjole cautelosamente:

-¿Querer[86-4] morita? Yo traer mañana cosa meleja; de doce
años....

-Mi mujer no quiere más criadas moras....-respondió
20 el músico con inusitada dignidad.

Manos-gordas se echó a reír.

-Además ...-prosiguió D. Bonifacio-tus endiabladas
moritas son muy sucias.

-Lavar....-respondió el moro, poniéndose en cruz[86-5] y
25 ladeando la cabeza.

-¡Te digo que no quiero moritas!-prosiguió D. Bonifacio.-Lo
que necesito hoy es que tú, que sabes tanto y que
por tanto saber eres intérprete de la plaza, me traduzcas al
español este documento.

30 Manos-gordas cogió el pergamino, y a la primera ojeada
murmuró:
(p87)
-Estar moro....

-¡Ya lo creo que es árabe! Pero quiero saber qué dice,
y, si no me engañas, te haré un buen regalo ... cuando se
realice el negocio que confio a tu lealtad.

05 A todo esto, Admet-ben-Carime había pasado ya la vista por
todo el pergamino y puéstose muy pálido.

-¿Ves que se trata de un gran tesoro?-medio afirmó,
medio interrogó el maestro de capilla.

-Creer que sí-tartamudeó el mahometano.

10 -¿Cómo creer? ¡Tu misma turbación lo dice!

-Perdona....-replicó Manos-gordas sudando a mares.[87-1]
-Haber aquí palabras de árabe moderno, y yo entender. Haber
otras de árabe antiguo o literario, y yo no entender.

-¿Qué dicen las palabras que entiendes?

15 -Decir oro, decir perlas, decir maldición de Alah[87-2]....
Pero yo no entender sentido, explicaciones ni señas. Necesitar
ver al derwich de Anghera, que estar sabio, y él traducir
todo. Llevarme yo pergamino hoy, y traer pergamino mañana,
y no engañar ni robar al señor Tudela. ¡Moro jurar!

20 Así diciendo, cruzó las manos, se las llevó a la boca[87-3] y las
besó fervorosamente.

Reflexionó D. Bonifacio: conoció que para descifrar aquel
documento tendría que fiarse de algún moro, y que ninguno le
era tan conocido ni tan afecto como Manos-gordas, y accedió
25 a dejarle el manuscrito, bien que bajo reiterados juramentos
de que al día siguiente estaría de vuelta de Anghera con la
traducción, y jurándole él, por su parte, que le entregaría lo
menos[87-4] cien duros cuando fuese descubierto el tesoro.

Despidiéronse el musulmán y el cristiano, y éste se dirigió,
30 no a su casa ni a la catedral, sino a la oficina de un amigo,
donde escribió la siguiente carta:

"SR. D. MATÍAS DE QUESADA Y SÁNCHEZ[88-1](p88)
"Alpujarra, UGÍJAR.

"Mi queridísimo tío:

"Gracias a Dios que hemos tenido noticias de usted y de tía
05 Encarnación, y que éstas son tan buenas como Josefa y yo
deseábamos. Nosotros, querido tío, aunque más jóvenes que
ustedes, estamos muy achacosos y cargados de diez hijos, que
pronto se quedarán huérfanos y pidiendo limosna.

"Se burló de usted quien le dijera que el pergamino que me
10 ha enviado contenía las señas de un tesoro. He hecho traducirlo
por persona muy competente, y ha resultado ser una sarta
de blasfemias contra Nuestro Señor Jesucristo, la Santísima
Virgen y los santos de la Corte celestial, escritas en versos árabes
por un perro morisco del marquesado del Cenet durante la
rebelión de Aben-Humeya.[88-2] En vista de semejante sacrilegio,
15 y por consejo del señor Penitenciario,[88-3] acabo de quemar tan impío
testimonio de la perversidad mahometana.

"Memorias a mi tía: recíbanlas ustedes de Josefa, y mande
algún socorro a su sobrino, que está en los huesos[88-4] por resultas
20 del pícaro dolor de estómago.

"BONIFACIO.
"CEUTA, 29 de Enero de 1821."

Al mismo tiempo que el maestro de capilla escribía la precedente
carta y la echaba al correo, Admet-ben-Carime-el-Abdoun
25 reunía en un envoltorio no muy grande todo su hato y
ajuar, reducidos a tres jaiques viejos, dos mantas de pelo de cabra,
un mortero para hacer alcuzcuz,[88-5] un candil[88-6] de hierro y una
olla de cobre llena de pesetas (que desenterró de un rincón del
patinillo de su casa); cargó con todo ello a su única mujer, esclava,
30 odalisca o lo que fuera, más fea que una mala noticia(p89)
dicha de pronto[89-1] y más sucia que la conciencia de su marido, y
salióse de Ceuta, diciendo al oficial de guardia de la puerta que
da al campo moro que se iban a Fez[89-2] a mudar de aires por consejo
de un veterinario. Y como quiera que esta sea la hora,[89-3]
05 después de sesenta años y algunos meses de ausencia, que no se
haya vuelto a saber de Manos-gordas ni en Ceuta, ni en sus cercanías,
dicho se está[89-4] que D. Bonifacio Tudela y González no
tuvo el gusto de recibir de sus manos la traducción del pergamino,
ni al día siguiente, ni al otro, ni en toda su vida, que por
10 cierto debió de ser muy corta, puesto que de informes dignos
de crédito aparece que su adorada Pepita se casó en Marbella
en terceras nupcias con un tambor mayor asturiano, a quien hizo
padre de cuatro hijos como cuatro soles, y era otra vez viuda a
la muerte del Rey absoluto,[89-5] fecha en que ganó por oposición en
15 Málaga el destino de matrona aduanera.

Con que busquemos nosotros a Manos-gordas, y sepamos qué
fué de él y del interesante pergamino.

Admet-ben-Carime-el-Abdoun respiró alegremente, y aun
hizo alguna zapateta,[89-6] sin que por eso se le cayesen las mal aseguradas
20 zapatillas, tan luego como se vió fuera de los redoblados
muros de la plaza española y con toda el África[89-7] delante de
sí....

Porque África, para un verdadero africano como Manos-gordas,
es la tierra de la libertad absoluta; de una libertad anterior

25 y superior a todas las Constituciones e instituciones humanas;
de una libertad parecida a la de los conejos no caseros y
demás animales de monte, valle o arenal.

África, quiero decir, es la Jauja[89-8] de los malhechores, el seguro
de la impunidad, el campo neutral de los hombres y de las fieras,
30 protegido por el calor y la extensión de los desiertos. En(p90)
cuanto a los sultanes, reyes y beyes que presumen imperar en
aquella parte del mundo, y a las autoridades y mílites que los
representan, puede decirse que vienen a ser, para tales vasallos,
lo que el cazador para las liebres o para los corzos: un mal encuentro
05 posible, que muy pocos tienen en la vida, y en el cual
muere uno o no muere: si muere, tal día hizo un año;[90-1] y si no
muere, con poner mucha tierra por medio[90-2] no hay que pensar[90-3]
más en el asunto. Sirva esta digresión de advertencia a quien
la necesitare, y prosigamos nosotros nuestra relación.

10 -¡Toma aquí,[90-4] Zama!-dijo el moro a su cansada esposa,
como si hablase con una acémila.

Y, en lugar de dirigirse al Oeste, o sea hacia el Boquete de
Anghera, en busca del sabio santón, según había dicho a D.
Bonifacio, tomó hacia el Sur, por un barranquillo tapado de malezas
15 y árboles silvestres, que muy luego le llevó al camino de
Tetuán,[90-5] o bien a la borrosa vereda que, siguiendo las ondulaciones
de puntas y playas, conduce a Cabo-Negro por el valle
del Tarajar, por el de los Castillejos, por Monte-Negrón y por
las lagunas de Río-Azmir, nombres que todo español bien nacido
20 leerá hoy con amor y veneración, y que entonces no se habían
oído pronunciar todavía en España ni en el resto del mundo
civilizado.

Llegado que hubieron[90-6] ben-Carime[90-7] y Zama al vallecillo del
Tarajar, diéronse un punto de descanso a la orilla del arroyuelo
25 de agua potable que lo atraviesa, procedente de las alturas de
Sierra-Bullones; y en aquella tan segura y áspera soledad, que
parecía recién salida[90-8] de manos del Criador y no estrenada
todavía por el hombre; a la vista de un mar solitario, únicamente
surcado, tal o cual[90-9] noche de luna, por cárabos de piratas
o buques oficiales de Europa encargados de perseguirlos,
30 la mora se puso a lavarse y peinarse, y el moro sacó el manuscrito
y volvió a leerlo con tanta emoción como la primera
vez.

Decía así el pergamino árabe:
(p91)
"La bendición de Alah sea con los hombres buenos que lean
estas letras.

"No hay más gloria que la de Alah, de quien Mahoma fué y
es, en el corazón de los creyentes, profeta y enviado.

05 "Los hombres que roban la casa del que está en la guerra o
en el destierro viven bajo la maldición de Alah y de Mahoma,
y mueren roídos de escarabajos y cucarachas.

"¡Bendito sea, pues, Alah, que crió estos y otros bichos para
que se coman[91-1] a los hombres malos!

10 "Yo soy el caid Hassan-ben-Jussef, siervo de Alah, aunque
malamente he sido llamado D. Rodrigo de Acuña por los sucesores
de los perros cristianos que, haciéndoles fuerza y violando
solemnes capitulaciones, bautizaron con una escoba, a guisa de
hisopo, a mis infortunados ascendientes y a otros muchos islamitas
15 de estos reinos.

"Yo soy capitán bajo el estandarte del que, desde la muerte
de Aben-Humeya,[91-2] titúlase legítimamente rey de los andaluces,
Muley-Abdalá-Mahamud-Aben-Aboó, el cual, si no está ya sentado
en el trono de Granada, es por la traición y cobardía con
20 que los moros valencianos han faltado a sus compromisos y juramentos,
dejando de alzarse al mismo tiempo que los moros
granadinos contra el tirano común; pero de Alah recibirán el
pago, y, si somos vencidos nosotros, vencidos serán también
ellos y expulsados a la postre de España, sin el mérito de haber
luchado hasta última hora en el campo del honor y en defensa
25 de la justicia; y, si somos vencedores, les cortaremos el pescuezo
y echaremos sus cabezas a los marranos.

"Yo soy, en fin, el dueño de esta Torre y de toda la tierra
que hay a su alrededor, hasta llegar por Occidente al barranco
30 del Zorro y por Oriente al de los Espárragos, el cual debe tal
nombre a los muchos y muy exquisitos que cultivó allí mi abuelo
Sidi-Jussef-ben-Jussuf.

"La cosa no anda bien. Desde que el mal nacido D. Juan
de Austria[91-3] (confúndalo Alah) vino a combatir contra os(p92)
creyentes, prevemos que por ahora vamos a ser derrotados, sin perjuicio
de que,[92-1] andando los años[92-2] o las centurias, otro Príncipe
de la sangre del Profeta venga a recobrar el trono de Granada,
que ha pertenecido setecientos[92-3] años a los moros, y volverá a
05 pertenecerles[92-4] cuando Alah quiera, con el mismo título con que
lo poseyeron antes vándalos y godos, y antes los romanos, y
antes aquellos otros africanos que se llamaban los cartagineses:[92-5]
¡con el título de la conquista! Pero conozco, vuelvo a decir,
que por la presente[92-6] la cosa anda mal, y que muy pronto tendré
10 que trasladarme a Marruecos con mis cuarenta y tres hijos,
suponiendo que[92-7] los austriacos no me cojan en la primera batalla
y me cuelguen de un alcornoque, como yo los colgaría a
todos ellos si pudiera.

"Pues bien: al salir de esta Torre para emprender la última
15 y decisiva campaña dejo escondidos aquí, en sitio a que no
podrá llegar nadie sin topar primero con el presente manuscrito,
todo mi oro, toda mi plata, todas mis perlas; el tesoro de mi
familia; la hacienda de mis padres, mía y de mis herederos; el
caudal de que soy dueño y señor por ley divina y humana, como
20 es del ave la pluma que cría, o como son del niño los dientes que
echa con trabajo, o como son de cada mortal los malos humores
de cáncer o de lepra que hereda de sus padres.

"¡Detente, por tanto, oh tú, moro, cristiano o judío que, habiéndote
puesto a derribar esta mi casa, has llegado a descubrir
25 y leer los renglones que estoy escribiendo! ¡Detente, y respeta
el arca de tu prójimo![92-8] ¡No pongas la mano en su caudal!
¡No te apoderes de lo ajeno! Aquí no hay nada del
fisco, nada de dominio público, nada del Estado. El oro de
las minas podrá pertenecer a quien lo descubra, y una parte de
30 él al Rey del territorio. Pero el oro fundido y acuñado, el
dinero, la moneda, es de su dueño, y nada más que[92-9] de su dueño.
¡No me robes, pues, mal hombre! ¡No robes a mis descendientes,
que ya vendrán, el día que esté escrito,[92-10] a recoger su
herencia! Y si es que buenamente, por casualidad, encuentras(p93)
mi tesoro, te aconsejo que publiques edictos, llamando y notificando
el caso a los causa-habientes de Hassan-ben-Jussef; que
no es de hombres honestos[93-1] guardarse los hallazgos cuando estos
hallazgos tienen propietario conocido.

05 "Si así no lo hicieres, ¡maldito seas,[93-2] con la maldición de Alah
y con la mía! ¡Y pártate un rayo! ¡Y quiera Dios que cada
una de mis monedas se vuelva en tus manos un escorpión, y
cada perla un alacrán! ¡Y que mueran de lepra tus hijos, con
los dedos podridos y deshechos, para que no tengan ni tan siquiera[93-3]
10 el placer de rascarse! ¡Y que tu hija la mayor se escape
de tu casa con un judío! ¡Y que a ti te metan un palo
por el cuerpo, y te saquen asi a la vergüenza, teniéndote en
alto hasta que, con el peso de tu cuerpo, el palo salga por
encima de la coronilla y quedes patiabierto en el suelo, como
15 indecente rana atravesada por un asador!

"Ya lo sabes, y sépanlo todos, y bendito sea Alah, que es
Alah.

"Torre de Zoraya, en Aldeire del Cenet, a 15 días del mes de
Saphar del año de la egira[93-4] 968.

20 "HASSAN-BEN-JUSSEF."

Manos-gordas quedó profundamente preocupado con la nueva
lectura de este documento, no por las máximas morales y por
las espantosas maldiciones que contenía, pues el pícaro había
perdido la fe en Alah y en Mahoma de resultas de[93-5] su frecuente
25 trato con los cristianos y judíos de Tetuán y Ceuta, que, naturalmente,
se reían del Corán,[93-6] sino por creer que su cara, su
acento y algún otro signo musulmán de su persona le impedían
trasladarse a España, donde se vería expuesto a muerte segura
tan luego como cualquier cristiano o cristiana descubriese en él
30 a un enemigo de la Virgen María.
(p94)
Además, ¿qué apoyo (a juicio de Manos-gordas) podría hallar
en las leyes ni en las autoridades de España un extranjero,
un mahometano, un semi-salvaje, para adquirir la Torre de Zoraya,
para hacer excavaciones en ella, para entrar en posesión
05 del tesoro o para no perderlo inmediatamente con la vida?

-¡No hay remedio!-díjose por remate de largas reflexiones.-¡Tengo
que confiarme al renegado ben-Munuza! Él es
español, y su compaña[94-1] me librará de todo peligro en aquella
tierra. Pero como no existe bajo la capa del cielo un hombre
10 de peor alma que el tal renegado, no me estará de más[94-2] tomar
algunas precauciones.

Y en virtud de esta cavilación sacó del bolsillo avíos de escribir,
redactó una carta, púsole el sobre, pególo con un poco de
pan mascado, y echóse a reír de una manera diabólica.

15 En seguida fijó los ojos en su mujer, que continuaba haciendo
la policía de todo un año a costa de la limpieza física y ...
moral del malaventurado arroyuelo, y, llamándola por medio de
un silbido, dignóse hablarle de este modo:

-Cara de higo chumbo, siéntate a mi lado y óyeme....
20 Luego[94-3] acabarás de lavarte, que bien lo necesitas, y puede que[94-4]
entonces te juzgue merecedora de algo mejor que la paliza diaria
con que te demuestro mi cariño. Por de pronto,[94-5] sinvergüenzona,[94-6]
déjate de monadas y entérate bien de lo que voy a
decirte.

25 La mora, que, lavada y peinada, resultaba más joven y artística,
aunque no menos fea que antes, se relamió como una gata,
clavó en Manos-gordas los dos carbunclos que le servían de ojos,
y díjole, mostrando sus blanquísimos y anchos dientes, que nada
tenían de humanos:

30 -Habla, mi señor; que tu esclava sólo desea servirte.

Manos-gordas continuó:

-Si desde este momento en adelante llega a ocurrirme alguna
desgracia, o desaparezco del mundo sin haberme despedido de
ti, o, habiéndome despedido, no tienes noticias mías en seis(p95)
semanas, procura volver a entrar en Ceuta y echa esta carta al
correo. ¿Te has enterado bien, cara de mona?

Zama rompió a llorar, y exclamó:

-¡Admet! ¿Piensas dejarme?

05 -¡No rebuznes, mujer!-contestó el moro.-¿Quién habla
ahora de eso? ¡Demasiado sabes que me gustas y que me
sirves! Pero de lo que[95-1] ahora se trata es de que te hayas enterado
bien de mi encargo....

-¡Trae!-dijo la mora, apoderándose de la carta, abriéndose
10 el justillo y colocándola entre él y su gordo y pardo seno,
al lado del corazón.-Si algo malo llega a sucederte, esta carta
caerá en el correo de Ceuta, aunque después caiga yo en la
sepultura.

Aben-Carime sonrió humanamente al oír aquellas palabras, y
15 dignóse mirar a su mujer como a una persona.

Mucho y muy regaladamente debió de dormir aquella noche
el matrimonio agareno[95-2] entre los matorrales del camino, pues
no serían menos de las nueve de la siguiente mañana cuando
llegó al pie de Cabo-Negro.

20 Hay allí un aduar de pastores y labriegos árabes, llamado
"Medik", compuesto de algunas chozas, de un morabito o ermita
mahometana, y de un pozo de agua potable, con su brocal de
piedra y su acetre de cobre, como los que figuran en algunas
escenas bíblicas.

25 El aduar se hallaba completamente solo en aquel momento.
Todos sus habitantes habían salido ya con el ganado o con los
aperos de labor a los vecinos montes y cañadas.

-Espérame aquí ...-dijo Manos-gordas a su mujer.-Yo
voy á buscar a ben-Munuza, que debe de hallarse al otro
30 lado de aquel cerro arando los pobres secanos que allí posee.

-¡Ben-Munuza!-exclamó Zama con terror.-¡El renegado
de quien me has dicho....(p96)

-Descuida....-interrumpió Manos-gordas.- ¡Hoy
puedo yo más que él! Dentro de un par de horas estaré de
vuelta, y verás cómo se viene[96-1] detrás de mí con la humildad de
un perro. Esta es su choza.... Aguárdanos en ella, y haznos
05 una buena ración de alcuzcuz[96-2] con el maíz y la manteca
que hallarás a mano. ¡Ya sabes que me gusta muy recocido![96-3]
¡Ah! Se me olvidaba.... Si ves que anochece y no he bajado,
sube tú; y si no me hallas en la otra ladera del cerro o
me hallas cadáver, vuélvete a Ceuta y echa la carta al correo....
10 Otra advertencia: suponiendo que sea mi cadáver lo que encuentres,
regístrame, a ver[96-4] si ben-Munuza me ha robado o no
este pergamino.... Si me lo ha robado, vuélvete de Ceuta a
Tetuán, y denuncia a las autoridades el asesinato y el robo.
¡No tengo más que decirte! Adiós.

15 La mora se quedó llorando a lágrima viva, y Manos-gordas
tomó la senda que llevaba a la cumbre del inmediato cerro.

Pasada la cumbre, no tardó en descubrir en la cañada próxima
a un corpulento moro vestido de blanco, el cual araba patriarcalmente
la negruzca tierra con auxilio de una hermosa
20 yunta de bueyes. Parecía aquel hombre la estatua de la Paz
tallada en mármol. Y, sin embargo, era el triste y temido renegado
ben-Munuza, cuya historia os causará espanto cuando la
conozcáis.

Contentaos por lo pronto con saber que tendría cuarenta años,
25 y que era rudo, fuerte, ágil y de muy lúgubre fisonomía, bien
que sus ojos fuesen azules como el cielo y rubias sus barbas
como aquel sol de África que había dorado a fuego[96-5] la primitiva
blancura europea de su semblante.

-¡Buenos días, Manos-gordas!-gritó en castellano el antiguo
30 español, tan luego como divisó al marroquí.

Y su voz expresó la alegría melancólica propia del extranjero
que halla ocasión de hablar la lengua patria.
(p97)
-¡Buenos días, Juan Falgueira!-respondió sarcásticamente
ben-Carime.

El renegado tembló de pies a cabeza al oír semejante saludo,
y sacó del arado la reja de hierro como para defender su vida.

05 -¿Qué nombre acabas de pronunciar?-añadió luego,
avanzando hacia Manos-gordas.

Éste lo aguardaba riéndose, y le respondió en árabe, con un
valor de que nadie le hubiera creído capaz:

-He pronunciado ... tu verdadero nombre: el nombre
10 que llevabas en España cuando eras cristiano, y que yo conozco
desde que estuve en Orán[97-1] hace tres años....

-¿En Orán?

-¡En Orán, sí, señor!... ¿Qué tiene eso de extraordinario?
De allí habías venido tú a Marruecos,[97-2] y allí fuí yo a comprar
15 gallinas. Allí pregunté tu historia, dando tus señas, y allí
me la contaron varios españoles. Supe,[97-3] por tanto, que eras
gallego, que te llamabas Juan Falgueira, y que te habías escapado
de la Cárcel Alta de Granada, donde estabas ya en
capilla para ir a la horca por resultas de[97-4] haber robado y dado
20 muerte, hace quince años, a unos señores a quienes servías en
clase de mulero.... ¿Dudarás ahora de que te conozco
perfectamente?

-Dime, alma mía ...-respondió el renegado con voz
sorda y mirando a su alrededor-¿y has contado eso a algún
25 marroquí? ¿Lo sabe alguien más que tú en esta condenada
tierra? Porque es el caso que yo quiero vivir en paz, sin que
nadie ni nada me recuerde aquella mala hora, que harto he
purgado. Soy pobre; no tengo familia, ni patria, ni lengua, ni
el Dios que me crió. Vivo entre enemigos, sin más capital
30 que estos bueyes y que esos secanos, comprados a fuerza de[97-5]
diez años de sudores.... Por consiguiente, haces muy mal
en venir a decirme....

-¡Espera!-respondióle muy alarmado Manos-gordas-No
me eches esas miradas de lobo, que vengo a hacerte un(p98)
gran favor, y no a ofenderte por mero capricho. ¡A nadie he
contado tu desgraciada historia! ¿Para qué? ¡Todo secreto
puede ser un tesoro, y quien lo cuenta se queda sin él! Hay,
empero, ocasiones en que se hacen cambios de secretos sumamente
05 útiles. Por ejemplo: yo te voy a contar un importante
secreto mío, que te servirá como de fianza del tuyo, y que nos
obligará a ser amigos toda la vida....

-Te oigo. Concluye....-respondió calmosamente el
renegado.

10 Aben-Carime leyóle entonces el pergamino árabe, que Juan
Falgueira oyó sin pestañear y como enojado; visto lo cual[98-1]
por el moro, y a fin de acabar de atraerse su confianza, le
reveló también que había robado aquel documento a un cristiano
de Ceuta....

15 El español se sonrió ligeramente al pensar en el mucho
miedo que debía de tenerle el mercader de huevos y de
gallinas cuando le contaba sin necesidad aquel robo, y, animado
el pobre Manos-gordas con la sonrisa de ben-Munuza,
entró al fin en el fondo del asunto, hablando de la siguiente
20 manera:

-Supongo que te has hecho cargo[98-2] de la importancia de
este documento y de la razón por qué te lo he leído. Yo no
sé dónde está la Torre de Zoraya, ni Aldeire, ni el Cenet: yo
no sabría ir a España, ni caminar por ella; y, además, allí me
25 matarían por no ser cristiano, o, cuando menos,[98-3] me robarían
el tesoro antes o después de descubierto.[98-4] Por todas estas
razones necesito que me acompañe un español fiel y leal, de
cuya vida sea yo dueño y a quien pueda hacer ahorcar con
media palabra; un español, en fin, como tú, Juan Falgueira, que,
30 después de todo, nada adelantaste con robar ni matar, pues
trabajas aquí como un asno, cuando con los millones que voy a
proporcionarte podrás irte a América, a Francia, a la India, y
gozar, y triunfar, y subir tal vez hasta rey.[98-5] ¿Qué te parece
mi proyecto?[98-6]
(p99)
-Que está bien hilado, como obra de un moro....-respondió
ben-Munuza, de cuyas recias manos, cruzadas sobre
la rabadilla, pendía, balanceándose, la barra de hierro a la
manera de la cola de un tigre.

05 Manos-gordas se sonrió ufanamente, creyendo aceptada su
proposición.

-Sin embargo....-añadió después el sombrío gallego.-Tú
no has caído en una cuenta[99-1]....

-¿En cuál?-preguntó cómicamente ben-Carime, alzando
10 mucho la cara y no mirando a parte alguna, como quien se
dispone a oír sandeces y majaderías.

-¡Tú no has caído en que yo sería tonto de capirote[99-2] si
me marchase contigo a España a ponerte en posesión de ...
medio tesoro, contando con que tú me pondrías a mí en posesión
15 del otro medio! Lo digo porque no tendrías más que
pronunciar media palabra el día que llegásemos a Aldeire y te
creyeses libre de peligros, para zafarte de mi compañía y de
darme la mitad de las halladas riquezas.... ¡En verdad que
no eres tan listo como te figuras, sino un pobre hombre, digno
20 de lástima, que te has metido en un callejón sin salida al descubrirme
las señas de ese gran tesoro y decirme al mismo tiempo
que conoces mi historia, y que, si yo fuera contigo a España,
serías dueño absoluto de mi vida!... Pues ¿para qué te
necesito yo a ti? ¿Qué falta me hace tu ayuda para ir a apoderarme
25 del tesoro entero? ¿Ni[99-3] qué falta me haces en el
mundo? ¿Quién eres tú, desde el momento en que me has
leído ese pergamino, desde el momento en que puedo quitártelo?

-¿Qué dices?-gritó Manos-gordas, sintiendo de pronto
circular por todos sus huesos el frío de la muerte.

30 -No digo nada.... ¡Toma!-respondió Juan Falgueira,
asestando un terrible golpe con la barra de hierro sobre
la cabeza de ben-Carime, el cual rodó en tierra, echando sangre
por ojos, narices y boca, y sin poder articular palabra....

El desgraciado estaba muerto.

XII(p100)

Tres o cuatro semanas después de la muerte de Manos-gordas,
el veintitantos[100-1] de Febrero de 1821, nevaba si había
que nevar[100-2] en la villa de Aldeire y en toda la elegantísima
sierra andaluza,[100-3] a que la propia nieve da vida y nombre.

05 Era domingo de Carnaval, y la campana de la iglesia llamaba
por cuarta vez a misa, con su voz delgada y pura como la de un
niño, a los ateridos cristianos de aquella feligresía demasiado
próxima al cielo, los cuales no se resignaban fácilmente, en día
tan crudo y desapacible, a dejar la cama o a separarse de los
10 tizones, alegando acaso, como pretexto, que "los días de Carnestolendas
no se debe rendir culto a Dios, sino al diablo."

Algo semejante decía por lo menos el tío Juan Gómez a su
piadosa mujer, la seña[100-4] Torcuata, defendiéndose, en el rincón
del fuego, de los argumentos con que nuestra amiga le rogaba
15 que no bebiera más aguardiente ni comiese más roscos, sino
que la acompañase a misa, a fuer de buen cristiano, sin miedo
alguno a las críticas del maestro de escuela y demás electores
liberales; y muy enredada estaba la disputa cuando cata aquí[100-5]
que entró en la cocina el tío Jenaro, mayoral de los pastores
20 de su merced, y dijo, quitándose el sombrero y rascándose la
cabeza, todo de un solo golpe:[100-6]

-¡Buenos días nos dé Dios, señor Juan y señá Torcuata!
Ya se harán ustedes cargo[100-7] de que algo habrá sucedido por
allá arriba para que yo baje por aquí con tan mal tiempo, no
25 tocándome oír misa este domingo. ¿Cómo va de salud?

-¡Vaya! ¡vaya! ¡no espero más!-exclamó la mujer del
alcalde, cruzándose la mantilla[100-8] con violencia.-¡Estaría de
Dios[100-9] que hoy echases la misa en el puchero![100-10] ¡Ya tienes
ahí conversación y copas para todo el día, sobre si[100-11] las
30 cabras están preñadas o sobre si los borregos han echado
cuernos!
(p101)
¡Te condenarás, Juan; te condenarás si no haces pronto las
paces con la Iglesia dejando la maldita alcaldía!

Marchado que se hubo[101-1] la seña Torcuata, el Alcalde alargó
un rosco y una copa al mayoral, y le dijo:

05 -¡Simplezas de mujeres, tío Jenaro! Arrímese usted a la
lumbre y hable. ¿Qué ocurre por allá arriba?

-¡Pues nada! que ayer tarde el cabrero Francisco vió que
un hombre, vestido a la malagueña, con pantalón largo y chaquetilla
de lienzo, y liado en una manta de muestra,[101-2] se había
10 metido en el corral nuevo por la parte que todavía no tiene
tapia, y rondaba la Torre del Moro, estudiándola y midiéndola
come si fuese un maestro de obras.[101-3] Preguntóle Francisco qué
significaba aquello, y el forastero le interrogó a su vez quién era el
dueño de la Torre; y como Francisco le dijese que nada menos
15 que el Alcalde del pueblo, repuso que él hablaría a la noche con
su merced y le explicaría sus planes. Llegó presto la noche,
y el hombre hizo como que se marchaba,[101-4] con lo que el cabrero
se encerró en su choza, que, como sabe usted, dista poco de
allí. Dos horas después de obscurecer enteramente notó el
20 mismo Francisco que en la Torre sonaban ruidos muy raros y
se veía luz, lo cual le llenó de tal miedo que ni tan siquiera[101-5] se
atrevió a ir a mi choza a avisarme; cosa que hizo en cuanto
fué de día,[101-6] refiriéndome el lance de ayer tarde, y advirtiéndome
que los tales ruidos[101-7] habían durado toda la noche.
25 Como yo soy viejo, y he servido al Rey, y me asusto de pocas
cosas, me plantifiqué en seguida en la Torre del Moro acompañado
de Francisco, que iba temblando, y encontramos al forastero
liado en su manta y durmiendo en un cuartucho[101-8] del piso
bajo, que tiene todavía su bóveda de hormigón. Desperté al
30 sospechoso personaje, y le reconvine por haber pasado la noche
en la casa ajena sin la voluntad de su dueño; a lo que me
respondió que aquello no era casa, sino un montón de escombros,
donde bien podía haberse albergado un pobre caminante
en noche de nieves, y que estaba dispuesto a presentarse a(p102)
usted y a explicarle quién era y todas sus operaciones y pensamientos.
Le he hecho, pues, venir conmigo, y en la puerta del
corral aguarda, acompañado del cabrero, a que usted le dé
licencia para entrar....

05 -¡Que entre!-respondió el tío Hormiga, levantándose
muy alterado por habérsele ocurrido, desde las primeras palabras
del mayoral, que todo aquello tenía bastante que ver con
el célebre tesoro, a cuyo hallazgo por sus solos esfuerzos había
renunciado su merced hacía una semana, después de arrancar
10 antes inútilmente muchas y muy pesadas piedras de sillería.

Tenemos ya cara a cara y solos al tío Juan Gómez y al
forastero.

-¿Cómo se llama usted?-interrogó el primero al segundo
con todo el imperio de un Alcalde de monterilla[102-1] y sin invitarle
15 a que se sentara.

-Llámome Jaime Olot-respondió el hombre misterioso.

-¡Su habla de usted no me parece de esta tierra!...-¿Es
usted inglés?

-Soy catalán.[102-2]

20 -¡Hombre! ¡Catalán!... Me parece bien. Y ...
¿qué le trae a usted por aquí? Sobre todo, ¿qué diablos de
medidas tomaba usted ayer en mi Torre?

-Le diré a usted. Yo soy minero de oficio, y he venido a
buscar trabajo a esta tierra, famosa por sus minas de cobre y
25 plata. Ayer tarde, al pasar por la Torre del Moro, vi que con
las piedras de ella extraídas estaban construyendo una tapia, y
que aun sería necesario derribar o arrancar otras muchas para
terminar el cercado.... Yo me pinto solo[102-3] en esto de demoler,
ya sea dando barrenos, ya por medio de mis propios
30 puños, pues tengo más fuerza que un buey, y ocurrióseme la
idea de tomar a mi cargo, por contrata, la total destrucción de(p103)
la Torre y el arranque de sus cimientos, suponiendo que llegase
a entenderme con el propietario.

El tío Hormiga guiñó sus ojillos grises, y respondió con
mucha sorna:

05 -Pues, señor; no me conviene la contrata.

-Es que[103-1] haré todo ese trabajo por muy poco precio, casi
de balde....

-¡Ahora me conviene mucho menos!

El llamado Jaime Olot paró mientes[103-2] en la soflama del tío
10 Juan Gómez, y miróle a fondo como para adivinar el sentido
de aquella rara contestación; pero, no logrando leer nada en
la fisonomía zorruna de su merced, parecióle oportuno añadir
con fingida naturalidad:

-Tampoco dejaría de agradarme[103-3] recomponer parte de
15 aquel antiguo edificio y vivir en él cultivando el terreno que
destina usted a corral de ganado. ¡Le compro a usted, pues,
la Torre del Moro y el secano que la circunda!

-No me conviene vender-respondió el tío Hormiga.

-¡Es que le pagaré a usted el doble de lo que aquello
20 valga!-observó enfáticamente el que se decía catalán.

-¡Por esa razón me conviene menos!-repitió el andaluz
con tan insultante socarronería, que su interlocutor dió un paso
atrás, como quien conoce que pisa terreno falso.

Reflexionó, pues, un momento, pasado el cual alzó la cabeza
25 con entera resolución, echó los brazos a la espalda[103-4] y dijo, riéndose
cínicamente:

-¡Luego sabe usted que en aquel terreno hay un tesoro!

El tío Juan Gómez se agachó, sentado como estaba; y,
mirando al catalán de abajo arriba, exclamó donosísimamente:

30 -¡Lo que me choca es que lo sepa usted!

-¡Pues mucho más le chocaría si le dijese que soy yo el
único que lo sabe de cierto!

-¿Es decir que conoce usted el punto fijo en que se halla
sepultado el tesoro?
(p104)
-Conozco el punto fijo, y no tardaría veinticuatro horas en
desenterrar tanta riqueza como allí duerme a la sombra....

-Según eso, ¿tiene usted cierto documento?...

-Sí, señor; tengo un pergamino del tiempo de los moros,
05 de media vara en cuadro..., en que todo eso se explica....

-Dígame usted; ¿y ese pergamino?...

-No lo llevo sobre mi persona, ni hay para qué, supuesto
que me lo sé[104-1] de memoria al pie de la letra[104-2] en español y en
10 árabe.... ¡Oh! ¡no soy yo tan bobo que me entregue
nunca con armas y bagajes! Así es que antes de presentarme
en estas tierras escondí el pergamino ... donde nadie más
que yo podrá dar con él.

-¡Pues entonces no hay más que hablar! Señor Jaime
15 Olot, entendámonos como dos buenos amigos ...-exclamó
el Alcalde, echando al forastero una copa de aguardiente.

-¡Entendámonos!-repitió el forastero, sentándose sin
más permiso y bebiéndose la copa en toda regla.

-Dígame usted-continuó el tío Hormiga,-y dígamelo
20 sin mentir, para que yo me acostumbre a creer en su formalidad....

-Vaya usted preguntando, que yo me callaré cuando me
convenga ocultar alguna cosa.

-¿Viene usted de Madrid?

25 -No, señor. Hace veinticinco años que estuve en la corte
por primera y última vez.

-¿Viene usted de Tierra Santa?

-No, señor. No me da por ahí.[104-3]

-¿Conoce usted a un abogado de Ugíjar llamado D. Matías
30 de Quesada?

-No, señor; yo detesto a los abogados y a toda la gente
de pluma.

-Pues, entonces, ¿cómo ha llegado a poder de usted ese
pergamino?
(p105)
Jaime Olot guardó silencio.

-¡Eso me gusta! ¡veo que no quiere usted mentir!-exclamó
el Alcalde.-Pero también es cierto que D. Matías de
Quesada me engañó como a un chino,[105-1] robándome dos onzas
05 de oro, y vendiendo luego aquel documento a alguna persona
de Melilla[105-2] o de Ceuta.... ¡Por cierto que, aunque usted
no es moro, tiene facha de haber estado por allá!

-¡No se fatigue usted ni pierda el tiempo! Yo le sacaré
a usted de dudas. Ese abogado debió de enviar el manuscrito
10 a un español de Ceuta, al cual se lo robó hace tres semanas el
moro que me lo ha traspasado a mí....

-¡Toma! ¡ya caigo! Se lo enviaría a un sobrino que
tiene de músico[105-3] en aquella catedral..., a un tal Bonifacio
de Tudela....

15 -Puede ser.

-¡Pícaro D. Matías! ¡Estafar de ese modo a su compadre![105-4]
¡Pero véase cómo la casualidad ha vuelto a traer el
pergamino a mis manos!...

-Dirá usted a las mías...-observó el forastero.

20 -¡A las nuestras!-replicó el Alcalde, echando más
aguardiente.-¡Pues, señor! ¡somos millonarios! Partiremos
el tesoro mitad por mitad, dado que[105-5] ni usted puede excavar
en aquel terreno sin mi licencia, ni yo puedo hallar el
tesoro sin auxilio del pergamino que ha llegado a ser de
25 usted. Es decir, que la suerte nos ha hecho hermanos.
¡Desde hoy vivirá usted en mi casa! ¡Vaya otra copa!
Y, en seguidita que almorcemos,[105-6] daremos principio a las
excavaciones....

Por aquí iba la conferencia cuando la señá Torcuata volvió
30 de misa. Su marido le refirió todo lo que pasaba y le hizo la
presentación del señor Jaime Olot. La buena mujer oyó con
tanto miedo como alegría la noticia de que el tesoro estaba a
punto de parecer; santiguóse repetidas veces al enterarse de la
traición y vileza de su compadre D. Matías de Quesada, y miró(p106)
con susto al forastero, cuya fisonomía le hizo presentir grandes
infortunios.

Sabedora, en fin, de que tenía que dar de almorzar a aquel
hombre, entró en la despensa a sacar de lo más precioso y
05 reservado que contenía, o sea lomo en adobo y longaniza
de la reciente matanza, no sin decirse mientras destapaba las
respectivas orzas:

-¡Tiempo es de que parezca el tesoro; pues, entre si
parece o no parece,[106-1] nos lleva de coste los treinta y dos duros
10 de la famosa jícara de chocolate, la antigua amistad del compadre
D. Matías, estas hermosas tajadas, que tan ricas habrían
estado con pimientos y tomates en el mes de Agosto, y el tener
de huésped a un forastero de tan mala cara. ¡Malditos sean
los tesoros, y las minas, y los diablos, y todo lo que está debajo
15 de tierra, menos el agua y los fieles difuntos!

Pensando estaba así la señá Torcuata, y ya se dirigía a las
hornillas con una sartén en cada mano, cuando se oyeron sonar
en la calle gritos y silbidos de viejas y chicuelos, y voces de
gente más formal que decía:

20 -¡Señor Alcalde! ¡Abra usted la puerta! ¡La Justicia
de la ciudad está entrando en el pueblo con mucha tropa!

Jaime Olot se puso más amarillo que la cera al oír aquellas
palabras, y dijo, cruzando las manos:

-¡Escóndame usted, señor Alcalde! ¡De lo contrario,[106-2] no
25 tendremos tesoro! ¡La justicia viene en mi busca!

-¿En busca de usted? ¿Por qué razón? ¿Es usted algún
criminal?

-¡Bien lo decía yo!-gritó la tía Torcuata.-¡De esa
cara triste no podía venir nada bueno! ¡Todo esto es cosa
30 de Lucifer!
(p107)
-¡Pronto! ¡pronto!-añadió el forastero.-¡Sáqueme
usted por la puerta del corral!

-¡Bien! Pero déme usted antes las señas del tesoro....-expuso
el tío Hormiga.

05 -Señor Alcalde....-seguían diciendo los que llamaban a
la puerta. -¡Abra usted! ¡El pueblo está cercado! ¡Parece
que buscan a ese hombre que habla con usted hace una
hora!...

-¡Abrid al Juzgado de primera instancia![107-1]-gritó por
10 último una voz imperiosa, acompañada de fuertes golpes
dados a la puerta.

-¡No hay remedio!-dijo el Alcalde, yendo a abrir, mientras
que el forastero se encaminaba por la otra puerta en busca
del corral.

15 Pero el mayoral y el cabrero, advertidos de todo, le cerraron
el paso, y entre ellos y los soldados, que ya penetraban también
por aquella puerta, lo cogieron y ataron sin contratiempo
alguno, aunque aquel diablo de hombre desplegó en la lucha
las fuerzas y la agilidad de un tigre.

20 El alguacil del Juzgado, a cuyas órdenes iban un escribano y
veinte soldados de infantería, contaba entre tanto al despavorido
Alcalde las causas y fundamentos de aquella prisión tan
aparatosa.

-Ese hombre-decía-con quien usted estaba encerrado
25 ... no sé por qué, hablando de ... no sé qué asunto, es el
célebre gallego Juan Falgueira, que degolló y robó hace quince
años a unos señores, de quienes era mulero, en cierta casería
de la vega de Granada, y que se escapó de la capilla la víspera
de la ejecución vestido con el hábito del fraile que lo auxiliaba,
30 a quien dejó allí medio estrangulado. El mismísimo Rey
(q.D.g.[107-2] recibió hace quince días una carta de Ceuta,
firmada por un moro llamado Manos-gordas, en que le decía
que Juan Falgueira, después de haber residido largo tiempo en(p108)
Orán y otros puntos de África, iba a embarcarse para España,
y que sería fácil echarle mano[108-1] en Aldeire del Cenet,
pensaba comprar una torre de moros y dedicarse a la minería....
Al propio tiempo el Cónsul español en Tetuán escribía a
05 nuestro Gobierno participándole que una mora llamada Zama
se le había presentado quejándose de que el renegado español
ben-Munuza, antes Juan Falgueira, acababa de embarcarse
para España después de asesinar al moro Manos-gordas, marido
de la querellante, y de haberle robado cierto precioso pergamino....
10 Por todo ello, y muy principalmente por el atentado
contra el fraile en la capilla, S.M. el Rey ha recomendado
con particular encarecimiento a la Chancillería[108-2] de Granada la
captura del tal facineroso y su inmediata ejecución en aquella
misma capital.

15 Imagínese el que leyere el espanto y asombro de todos los
que oyeron esta relación, así como la angustia del tío Hormiga,
a quien no podía caber ya duda de que el pergamino estaba en
poder de aquel hombre ¡sentenciado a muerte!

Atrevióse, pues, el codicioso Alcalde, aun a riesgo de comprometerse
20 más de lo que ya estaba, a llamar a un lado a Juan
Falgueira y a hablarle al oído, bien que anunciando antes al
concurso que iba a ver si lograba que confesase a Dios y a los
hombres sus delitos. Pero lo que hablaron en realidad ambos
socios fué lo siguiente:

25 -¡Compadre![108-3]-dijo el tío Hormiga.-¡Ni la Caridad[108-4]
lo salva[108-5] a usted! Pero ya conoce que será lástima que ese
pergamino se pierda.... ¡Dígame dónde lo ha escondido!

-¡Compadre!-respondió el gallego.-Con ese pergamino,
o sea[108-6] con el tesoro que representa, pienso yo negociar
30 mi indulto. Proporcióneme usted la Real gracia, y le entregaré
el documento; pero, por lo pronto,[108-7] se lo ofreceré a los
jueces para que declaren que mi crimen ha prescrito[108-8] en estos
quince años de expatriación....
(p109)
-¡Compadre!-replicó el tío Hormiga-es usted un
sabio, y celebraré que le salgan bien todos sus planes. Pero,
si fracasan, ¡por Dios le pido que no se lleve a la tumba un
secreto que no aprovechará a nadie!

05 -¡Vaya si me lo llevaré![109-1]-contestó Juan Falgueira
-¡De algún modo me he de vengar[109-2] del mundo!

-¡Vamos andando![109-3]-gritó en esto el alguacil, poniendo
término a aquella curiosa conferencia.

Y, cargado que fué de grillos y esposas el condenado a
10 muerte, salieron con él los curiales y los soldados en dirección
a la ciudad de Guadix, de donde habían de conducirlo a la de
Granada.

-¡El demonio! ¡El demonio!-seguía diciendo la mujer
del tío Juan Gómez una hora después, al colocar de nuevo el
15 lomo y la longaniza en sus respectivas orzas.-¡Malditos sean
todos los tesoros habidos y por haber![109-4]

Excusado es decir que ni el tío Hormiga halló medio de
negociar el indulto de Juan Falgueira, ni los jueces se rebajaron
a oír seriamente los ofrecimientos que éste les hizo de un
20 tesoro porque sobreseyesen su causa, ni el terrible gallego accedió
a revelar el paradero del pergamino ni el sitio del tesoro
al impertérrito Alcalde de Aldeire, quien, con tal pretensión,
tuvo todavía estómago para ir a visitarlo a la capilla en la Cárcel
Alta de Granada.

25 Ahorcaron, pues, a Juan Falgueira el Viernes de Dolores[109-5] en
el paseo del Triunfo, y regresado que hubo[109-6] a Aldeire el tío
Hormiga el Domingo de Ramos,[109-7] cayó enfermo con calentura
tifoidea, agravándose de tal modo en pocos días que el Miércoles
Santo[109-8] se confesó e hizo testamento, y expiró el Sábado
30 de Gloria[109-9] por la mañana.
(p110)
Pero antes de morir mandó poner una carta[110-1] a D. Matías
de Quesada, reconviniéndole por su traición y latrocinio (que
habían dado lugar a que tres hombres perdiesen la vida) y perdonándole
05cristianamente, a condición de que devolviese a la
seña Torcuata los treinta y dos duros de la jícara de chocolate.

Llegó esta formidable carta a Ugíjar al mismo tiempo que la
noticia de la muerte del tío Juan Gómez; todo lo cual afectó
por tal extremo al viejo abogado que no volvió a echar más
luz,[110-2] y murió de allí a poco, no sin escribir a última hora una
10 terrible epístola, llena de insultos y maldiciones, a su sobrino
el maestro de la capilla de la catedral de Ceuta, acusándole de
haberle engañado y robado, y de ser causa de su muerte.

De la lectura de tan justificada y tremenda acusación dicen
que se originó la apoplejía fulminante que llevó al sepulcro a
15 D. Bonifacio.

Por manera que[110-3] solamente los barruntos de la existencia de
un tesoro fueron causa de cinco muertes y de otras desventuras,
quedando a la postre las cosas tan ignoradas y ocultas como
estaban al principio, puesto que la señá Torcuata, única persona
20 que ya sabía en el mundo la historia del fatal pergamino,
guardóse muy bien de volver a mentarlo en toda su vida, por
juzgar que todo aquello había sido obra del diablo y consecuencia
necesaria del trato de su marido con los enemigos del Altar
y del Trono.

25 Preguntará el lector: ¿cómo es que nosotros, sabedores de
que el tesoro está allí escondido, no hemos ido a desenterrarlo
y apoderarnos de él? Y a esto le responderemos que la curiosísima
historia del hallazgo y empleo de aquellas riquezas, con
posterioridad a[110-4] la muerte de la señá Torcuata, nos es también
30 perfectamente conocida, y que tal vez la refiramos, andando el
tiempo,[110-5] si llega a nuestra noticia que el público tiene interés en
leerla.


VALDEMORO, 6 de Julio de 1881.

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