Revista Cultura y Ocio

Mumford & Sons (2013) Palacio Vistalegre. Madrid

Por David Gallardo @mercadeopop
La exuberancia del banjo-pop de estadio
Lugar: Palacio Vistalegre. Madrid
Fecha: 21 marzo 2013
Asistencia: 10.000 personas
Artistas Invitados: Jesse Queen y Deap Vally
Precio: Desde 33 euros
Músicos: Marcus Mumford, Winston Marshall, Ben Lovett, Ted Dwane...
Setlist: Babel, I Will Wait, Whispers in the Dark, Little Lion Man, Lovers of the Light, Ghosts that we knew, Awake my soul, Thistle & weeds, Roll away your stone, Dust bowl dance, Baby don't you do it, Winter winds, The cave
Se apagan las luces y el griterío ensordecedor ya de por sí emociona. Todos los pelillos de tu 1,73 se ponen en guardia, alerta, ojo, aquí pasa algo que no te puedes perder. Antes de que suene la primera nota el concierto ya está ganado por la entrega de un público que no va a dejar pasar la oportunidad de darlo todo y recibirlo todo del grupo del momento. Y eso a pesar de que Vistalegre es literalmente una olla a presión, con la pista absurdamente vacía por cuestiones (obligadas e impuestas por el Ayuntamiento) de seguridad, y las gradas y vomitorios literalmente a punto de explotar y sometidas a la ley de la selva.
Antes de que la música acuda a salvarnos hay mal ambiente, hay tensión, la gente de seguridad está nerviosa y corretea de arriba para abajo, está claro que nadie quiere otro Madrid Arena, está claro que todos queremos pasarlo bien sin que haya que lamentarse después, pero la organización (no por capricho, admitamos que tratando de cumplir las normas impuestas) estuvo a punto de liarla al rebosar los graderíos y enfadar al personal que reclamaba su derecho a acceder a la pista. Al final hasta la Policía Municipal tuvo que entrar al pabellón para templar los ánimos, y ni con esas. Medidas locas para tiempos locos, el espectáculo está en la grada con el gentío poniendo a prueba las costuras del coso madrileño, estirando, tensando. ¿No querías conciertos épicos con sensación de peligro real? Aquí lo tienes.
Pero se apagan las luces, arranca 'Babel' y, sin olvidar lo que pasa alrededor, hay que girarse hacia el escenario y todo encaja dementemente. La apisonadora del banjo-pop de estadio que en realidad son Mumford & Sons se sabe ahora mismo en su momento de gloria y juega con la confianza insolente de los que se saben triunfadores. Justamente por eso gastan su mejor cartucho en el segundo golpe, con 'I will wait' y el suelo rebotando y el público cantando a vida o muerte. De repente en no pocos hogares madrileños centenares de personas levantan la cabeza y miran al horizonte sintiendo que se están perdiendo algo que no saben qué es. Esto es.
La puesta en escena con una maraña de bombillas sobre el público ayuda a crear ese ambiente verbenero tan español, con lo que bailar bajo la luz de la luna se hace inevitable con 'Whispers in the dark', otro cartucho más empleado de primeras, demostrando que la banda ha decidido salir a sentenciar como los grandes campeones, sin especular con el resultado. En estas estamos cuando la organización decide abrir las puertas de la pista y los que se estaban perdiendo el concierto peleando con los seguratas ven sus aspiraciones colmadas: entran corriendo como toros sin picar saltando, botando, trotando.
Las gradas son todo un espectáculo esta noche, se estiran, se dilatan de manera imposible. Como ese conductor de autobús que grita el mítico "por favor pasen al fondo", siempre cabe otro. Donde caben dos caben tres. Viva la seguridad. Pero suena 'Little Lion Man' y la velada queda decantada hacia el lado musical de manera incontestable, con 10.000 personas bailando sin miedo al mañana, funambulistas emocionales desacomplejados.
La media de edad entre la concurrencia es insultantemente baja, lo cual demuestra que estamos en la pomada trending topic. Gente maja, gente bien, gente con posibles, gente arreglada, muchas camisas, flequillos desafiantes, gente divertida, gente mona pero ninguna sola, gente gritona, gente pija, gente despistada al reclamo del grupo de moda, como The Killers en su día con el 'Human' y todo ese rollo tan pop de estadio, pero sin Aznar en las gradas, que se sepa.
Y es que Mumford & Sons quieren ser Coldplay, Springsteen, U2. Sus arreglos e instrumentos engañan, pero sus composiciones en esencia buscan la fornida épica que parte los pabellones en dos. 'Lovers of the Light' constata esta estúpida teoría personal en realidad más que reflexionada, aunque algunos rebatan poniendo otro nombre sobre la mesa: Arcade Fire. Vale, los canadienses también nos valen, pero básicamente lo que quiero decir es que Mumford & Sons no quieren ser un grupo folk. Lo quisieron tal vez en su día, pero han inventado, o al menos llevado al extremo, el banjo-pop de estadio, con pinceladas rock e incluso punkarras que les hacen adorablemente ambiciosos y necesarios para el futuro.
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"¡Fiestaaaa, fiestaaaa, fiestaaaaa!" Repite una y otra vez Marcus Mumford provocando alegría, alboroto y regalando perritos pilotos. "¡No puedo creer que no hayamos tocado nunca en vuestra ciudad!", suelta poco después, mientras mira de reojo a su bolsillo para comprobar que, como en las gradas, efectivamente aún puede meterse allí a más gente con un par de recursos de manual. La velada discurre festivamente según el guión imaginado horas antes por los músicos, suponemos que colmando en mayor o menor medida al sonriente respetable, puesto en pie durante todo el recital sobre sus butacas de grada. En la pista una chica se sienta a tomarse un respiro y dos tipos de seguridad la rodean raudos preguntándole si se encuentra bien. Asustada, ella opta por levantarse y adentrarse de nuevo en la marabunta. Que no es broma, ¡que esto pasó!
En los bises suena 'Winter Winds' y uno no puede evitar reivindicar a la Pete Segger Sessions Band de Bruce Springsteen, sin duda inspiradora para estos músicos británicos que pegan el tiro de gracia con 'The Cave' ya con el buen rollo dominando generalizadamente. Porque en la noche del 21 de marzo de 2013 la música se impuso, no sin problemas, en esta tumba sónica que es el Palacio Vistalegre, donde pudo pasar cualquier cosa, donde por momentos reinó el caos, pero donde finalmente ganamos todos. Happy happy, besitos para ellas y abrazos para ellos.

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