Revista Ciencia

Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza

Por Grumete
   Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza
  
   Hoy es un día especial. Hoy, a las 12:00 se ha inaugurado el Museo de Ciencias Naturales en Zaragoza. Ni recuerdo ya cuanto hace que fui a verlo antes de que lo cerraran. Pero tengo en mi mente grabado aporximadamente el año. Fui con mi hijo mayor para catalogar alguno de los animales de la colección. Entonces era mi único hijo y no tendría más de cuatro o cinco años. 1998. Pasó una tarde haciendo de Guía del Museo para algunos de los visitantes del mismo mientras yo sacaba y tenía el privilegio de poder manipular aquellos especímenes que databan de mediados del siglo XIX. Todavía lo recuerdo explicándole a un señor el canto de la abubilla (bu, bu, bu) y el de mochelo (mochuelo, miau, miau...). Cuanto hemos crecido.
Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza   Aún recuerdo otra visita, pero esta ya fue en solitario. Se preparaba una exposición sobre el Ebro y había que seleccionar algunos especímenes. El estado de los mismos y la calidad de la taxidermia, hacían que pudiese colarse algún espécimen alóctono. Los nombres científicos de aquellos años muchas veces no coinciden con los actuales, y la mano de un naturalista puede ser útil al científico en algunas de éstas labores. Bajamos al sótano y casi sufro una depresión. El almacén, con charcos, falta de algún cristal de los tragaluces que daban a la calle, y un gato que se movía asustado entre los especímenes que se acumulaban en una estancia lúgubre y oscura...
Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza   Hoy hemos vuelto a bajar al sótano pero ha sido para conocer el museo. Ha sido muy emocionante para mí. He sentido la misma sensación que tuve al ver el Museo de Anatomía Comparada de París . No por que fuesen comparables en cuanto a extensión o especímenes expuestos, sino por que ha sido una de mis ilusiones que la ciudad donde vivo albergarse un museo de estas características. Y he de decir que me ha gustado. Hoy en día los museos provocan sensaciones agridulces a quien los visita, pues acaban siendo lugares muy diáfanos, con pocas cosas. Me ocurrió esto en el Museo de la Evolución Humana en Burgos. Esperaba muchas más piezas. Lo que más me gustó fue el espacio donde se recreaba el Beagle. Quizá por que no me lo esperaba, y me interesa la figura de Darwin. Demasiado espacio libre. Eso es para los parques. En los museos hay que mostrar cosas. Y aquí se muestran cosas. Y tiene ánimo de crecer, pues falta todavía una sala dedicada a Odón de Buen que estoy imapciente por ver. No obstante, necesitaré varias horas para verlo mejor. Es un lujo que me puedo permitir en Zaragoza. En Paris no iba solo y menos mal... ¡quizá estaría todavía allí entre huesos y fósiles!
   Tampoco es un museo a la antigua usanza. Había más material fósil expuesto en la antigua sala Lucas Mallada. También había más material en la antigua sala Longinos Navás. Pero lo expuesto lo está dignamente. Me gustan las vitrinas de madera que recuerdan a los viejos museos.  Tiene luz suficiente, cosa que debe de ser un lujo a juzgar por las tendencias en algunos museos. Voy a volver a Dinopolis en breve y me gustaría que hubiese alguna "bombilla" más que la otra vez que estuve...
   Sí que se podrán seguir contemplando algunas "estrellas" como el cocodrilo fósil de Ricla, las ranas de Libros y el ave del paraíso, a las que se añaden otras como un cráneo de toro y un pequeño dinosaurio completo.
   Personalmente, me alegro de que se hayan expuesto unas piezas a las que les tengo un cariño especial, no por su calidad y parecido con el animal en vivo, sino por la anécdota. Y os la voy a contar. Las cosas compartidas hacen un mayor provecho.
Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza   Se trata de dos ejemplares de águila real (Aquila chrysaetos). Uno de ellos con un zorro en las garras. Me preguntaba Jesus Ignacio Lorenzo Lizalde, que entonces hacía permanencias en la sala Longinos Navás, que si sabía a que especie pertenecían esas águilas. Bajo ellas un cartel decía (Falco alba). Le dije que me parecían interesantísimas esas piezas, precisamente por ese cartel. Cuando el naturalista Longinos Navás las clasificó así, lo hizo sin saber la controversia que habría con esta especie en el futuro. Y el caso es que aun que me maten no recuerdo donde obtuve esa información...
   Linneo, inventor de la nomenclatura científica que usamos en la actualidad, clasificó muchos animales. Algunos de ellos le eran traídos por personas que le conocían. Nunca vio un nido de águila real. Tanto era así que clasificó al águila real con plumaje de adulto como Falco chrysaetos, que publicó en 1756, pero cuando recibió un águila joven, de tonos más negruzcos y manchas blancas muy conspicuas en cola y alas, la deniminó Falco alba, ya que atribuyó ese ejemplar a una especie diferente. Ese era el motivo de que no encontrasen referencia alguna a un ave rapaz que se correspondiese con el nombre científico de Falco alba.
   Pues aquí estan esas Falco alba, surcando los aires de este nuevo museo al que espero el futuro sólo le reserve ampliación y crecimiento en medios materiales y humanos. Y sobre todo, le deseo lo mejor a  Ignacio Canudo Sanagustín, un director de museo de enorme talla científica que sin duda elevará la categoría de este museo que hoy se inaugura.
Feliz singladura por los mares de la ciencia....
Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza

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