Revista América Latina

Tres Mujeres

Publicado el 26 marzo 2012 por Pc-Jad! 我是 Steppenwolf

Nada como estar tras la ventana viendo al sol de la tarde mientras se come una fruta; un plátano para ser
más específicos. Fue en eso cuando pasaron caminando por la orilla de la calle 3 mujeres. Dejé de mirar al
sol y hasta mastiqué con menor cuidado y celeridad mi bocado por observarlas y desmenuzar con la
mirada lo que eran, lo que hacían…

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Al parecer venían del supermercado detrás de mi casa; entre ellas y yo hay, de cercano a distante, el
vidrio, un poco del patio de la casa, una barda y tierra sola y aplanada fuera ya de la colonia; iban entre la
calle y la tierra, ya que banqueta no hay. Como dije, eran tres: dos de ellas por detrás y una más
adelantada,pero todas juntas, hacia un mismo lugar.

Las dos rezagadas ni en cuenta del derroche de curvas que eran usando esos pantalones tan ajustados y
chirriantes que vestían; lástima que no había casi gente, y menos de la que sabe deleitarse con tales
líneas en movimiento. Platicando, pues cómo iban a darse cuenta del inconsciente vaivén de sus cuerpos.
Estaban al pendiente de la mujer que iba adelante de ella, pero también sumergidas en la plática, poco
animado creo yo, y sumergidas también en una parsimonia que, o les invadía desde tiempo atrás, o ellas
mismas generaban, y que se reflejaba en su caminar; parsimonia que hacía de sus caderas un espectáculo
aún más cadencioso, aún más expectante: como tentando en cámara lenta, como en la ávida imaginación
de un quinceañero que soñando va con figuras en sus carnes paseando desnudas y nada pudorosas… De
pronto se siente uno más joven; pero sólo es un atisbo de viejas ideas, que no logran estremecer mucho
quien soy ahora y lo que quiero escribir.

La tercera, con pasos más rápidos y menos efectivos a la hora de avanzar por su longitud, iba más
ensimismada que fijándose en su entorno; más no era una estupefacción vacía, sino totalmente
consciente; de esas formas de consciencia que sólo de niño uno logra sentir y vivir a cada momento (y
escribiendo esto y recordando, no es que sea yo argentino, pero ya desde chiquito uno sentía que tenía
pensamiento elevado y recuerdos que perdurarían por mucho tiempo). Volviendo a la mujer, o más bien,
niña… Iba esta abierta a la experiencia de ser ella misma y volando con esos carricitos que tenía por
piernas, moviéndose divertidamente en su entubado de mezclilla, mezclando la información que tenía
dentro de ella con la que recibía de fuera, y armando así la matriz en la que se movía, y regresando a
ratos a esa cadena y ese faro que eran las otras dos mujeres, de las que estaba a su cuidado, y que sabía
que no podía separarse mucho en su caminar y su cabeza, pues se le llamaría la atención, cosa incómoda.


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