Revista Cultura y Ocio

Nada, de Carmen Laforet

Publicado el 04 septiembre 2011 por Goizeder Lamariano Martín
Nada, de Carmen LaforetTítulo: Nada Autora: Carmen Laforet Editorial: Bibliotex Año de publicación: 1944 Páginas: 223 ISBN: 8481303054

En los últimos meses he leído varias reseñas de esta novela y, además, me ha tocado estudiarla en la asignatura de Textos Literarios Contemporáneos. Desde el principio me llamó la atención su argumento y tuve claro que quería leerla. Lo que no sabía era cuándo. Y el otro día, cuando me acerqué a la biblioteca camino de la piscina, la busqué y no esperé más para leerla. Y creo que no me he equivocado en la elección. He leído esta novela con la que Carmen Laforet ganó con 23 años el premio Nadal en 1945 durante la tercera semana de agosto, una semana en la que familiares y amigos vinieron a Madrid para celebrar con nosotros que Pablo y yo nos convertíamos en pareja de hecho. Tener gente en casa, las comidas, las cenas, los paseos y, en definitiva, la falta de rutina han hecho que esta novela de sólo 223 páginas me durase mucho más de lo esperado.

Aun así he disfrutado mucho de la lectura. Aunque quizá disfrutar no sea la palabra más adecuada en este caso. Porque lo que transmite esta novela es claustrofobia, angustia, tristeza, miedo, soledad, desesperanza. Todo eso y mucho más es lo que siente la protagonista, Andrea, una joven de 18 años que acaba de dejar la casa de su prima Isabel en un pueblo catalán para vivir con la familia de su madre en Barcelona, donde comienza en la universidad sus estudios de Letras. Huérfana, Andrea sueña con vivir en paz, con poder cumplir sus sueños, sus ilusiones y sus proyectos. Quiere explorar, descubrir y vivir Barcelona intensamente. Pasear sin rumbo, perderse por sus calles. Estudiar y aprender en la universidad. Pero cuando Andrea llega al piso de la calle Aribau una noche después de haber perdido el tren de la mañana no encuentra nada de lo que esperaba. Le reciben su tía Angustias, una solterona beata, amargada y cobarde que paga con los demás su falta de valentía para luchar por el amor de su vida. Su abuela, una mujer que parece un cuervo, delgada, blanca, pequeña y menuda intenta poner paz en la casa pero sólo ve lo que ella quiere. Sólo piensa en Juan y Román,sus hijos, en defenderlos, en lo buenos que son, en sus niños, sus pequeños, sus hijitos.

Juan está casado con Gloria, con quien tiene un niño pequeño. Es un maltratador, un pintor fracasado que no es capaz de vender sus cuadros ni de encontrar un trabajo con el que mantener a su familia. Román es un violinista y pianista bohemio que vive solo en la buhardilla, aislado, refugiado y protegido del resto de la familia. No quiere saber nada de ellos, no quiere ser como ellos. Pero eso no evita sus encontronazos con su hermano Juan por culpa de Gloria. Por si fuera poco, Andrea tendrá que convivir también con Antonia, la criada y cocinera de la casa, una mujer dura enemistada con todos los habitantes de la casa. Una casa pobre, oscura, fría, gris, llena de trastos inútiles, de fantasmas. Una casa que para Andrea se convertirá en una auténtica cárcel, una prisión de la que no podrá salir sin que alguien le controle, le vigile o incluso le siga. Por eso la universidad se convierte para Andrea en una válvula de escape, una liberación, un lugar en el que puede sentirse libre y ser ella misma. Allí conoce a Ena, una joven de clase bien con la que vivirá una intensa amistad. Ena, su madre, Andrea y Román formarán un peculiar cuarteto en el que el amor, el odio y la pasión se entrelazan en el pasado y en el presente. Y también conocerá a más jóvenes, sobre todo chicos, con los que experimentará sus primeros bailes, sus primeros pretendientes, sus primeros sentimientos y sus primeros deseos. Pero también sus primeras vergüenzas. Porque sabe que ella no es como los demás. No pertenece a una familia de buena posición social y económica, no tiene dinero, ni siquiera comida, ropa o calzado decente. No puede invitar a sus amigos a casa. Por eso se avergüenza y eso le duele. Mucho. Le duele casi tanto como los insultos, la violencia, los golpes, las lágrimas, el dolor, el odio, la envidia y la rabia que inundan el piso de la calle Aribau. Un piso falto de cariño, de amor, de comprensión e, incluso, de comida. Un piso lleno de noches sin dormir por culpa del hambre, del frío, de los gritos y del miedo. Un piso en el que sus ocho inquilinos son culpables de sus actos, de las consecuencias que tienen en ellos mismos y en los demás. Pero también son víctimas. Víctimas de la Guerra Civil, de la pobreza, de la miseria, de la posguerra. Una posguerra que les quitó todo y les dejó sin nada.

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