Revista Deportes

Nadal y Alonso continúan siendo grandes ejemplos, especialmente en las derrotas

Publicado el 21 abril 2013 por Aposilio @aposilio

Los considerados mejores deportistas españoles, junto con Gasol, sufren dolorosos contratiempos que les deberían hacer más grandes a los ojos de los españoles, al seguir siendo dignos cuando pierden 


Nadal y Alonso continúan siendo grandes ejemplos, especialmente en las derrotas

Fuente: es.eurosport.yahoo.com


La extraordinaria generación de deportistas españoles con la que convivimos en estos momentos está acostumbrando muy mal a los ciudadanos de este país. Son tantos sus éxitos y sus hazañas, que cuando en un fin de semana no se disfruta de un par de victorias de alguno de ellos, se echan de menos. Es el caso de este tercer finde de abril, en el que tanto Rafael Nadal como Fernando Alonso han doblado la rodilla ante sus principales rivales en su titánica tarea de volver a proclamarse los mejores del mundo. Pero estos tropiezos, importante en el caso del mallorquín, al no poder inscribir el nuevo récord que hubiera logrado al ganar por novena vez el Torneo de Montecarlo, algo que ningún tenista ha logrado nunca en ninguna competición del máximo nivel, y menos trascendente en el del asturiano, pues todavía restan bastantes grandes premios para recuperar la distancia que le saca el alemán Sebastian Vettel, no deben empañar lo más mínimo su aura ganadora.
El mejor tenista de la historia de España y el más grande piloto de Fórmula 1 que ha dado la piel de toro son, junto con el baloncestista Pau Gasol, los deportistas más famosos y mejor considerados del país, según casi todas las encuestas publicadas sobre este asunto. Y aunque esta temporada resultara nefasta para sus intereses, circunstancia que podría ser factible, deberían seguir en el altar destinado a los dioses del deporte. Alguien puede pensar que futbolistas del carisma de Iniesta o Casillas podrían superar en popularidad a este trío de ases, pero no hay que olvidar que los profesionales del balómpié juegan con la desventaja de que son iconos para sus seguidores, pero tiene tratos con el demonio para los aficionados rivales, lo que les resta votos en las encuestas.

Nadal y Alonso continúan siendo grandes ejemplos, especialmente en las derrotas

Fuente: caranddriverthef1.com

Los españoles somos muy dados a bajar del pedestal a los ídolos a las primera de cambio, con sus primeros tropiezos. Y cuando aquellos que han llegado a ser propietarios del número uno lo ceden a otros con condiciones similares a las suyas, enseguida nos apresuramos a considerarlos unos acabados. Cómo si ser segundo, tercero o cuarto del mundo o de Europa estuviera al alcance de cualquiera. Pues no. Aunque Nadal no vuelva a situarse en lo más alto del top ten, Alonso no pueda disfrutar más de las glorias del campeonato del mundo y Gasol no llegue a ponerse otro anillo que le acredite como ganador de la NBA, seguirán siendo los deportistas más extraordinarios que hayan defendido los colores de este país. Puede que con el tiempo nazca alguno que les supere, circunstancia realmente complicada, pero, hoy por hoy, se merecen todo el respeto, porque se lo han ganado con su esfuerzo y talento.
Además, estos deportistas son ejemplares igualmente cuando pierden, condición bastante más difícil de ejercer que cuando se gana. Especialmente Nadal, a quien no le cuesta reconocer la superioridad del rival, ya sea el número uno del mundo, caso de Djokovic, o el cien de la clasificación de la ATP. Y eso es muy importante, posiblemente más aleccionador para los jóvenes que alabar a los contrarios cuando se vive en loor del multitudes. Estas ultimas alabanzas suele ser hijas de la educación, mientras que las primeras acostumbran a obedecer al sentimiento.

Nadal y Alonso continúan siendo grandes ejemplos, especialmente en las derrotas

Fuente:libertaddigital.com

Lo único que se les puede exigir a estos profesionales es que cuando compitan, den de sí todo lo que puedan y se esfuercen lo más posible. Y eso es lo que se pudo ver ayer tanto en el tenista de Manacor como en el piloto ovetense. A pesar de que las circunstancias no les fueron favorables, se dejaron la piel y el último aliento en su intento de sumar una nueva victoria, el primero en Montecarlo, y el segundo, en Bahrein. Pero el éxito no les puede acompañar siempre. Por eso, cuando uno ofrece todo lo que tiene  y la victoria no le sonríe, no está obligado a más. Se felicita al rival y a esperar la próxima oportunidad.
Esta valoración es más fácilmente asumible por los españoles de más edad, a quienes esta retahíla de triunfos de los últimos años nos debería llenar especialmente de gozo, pues antes de conocer las mieles del triunfo hemos sufrido durante muchos años las hieles de la derrota. Todavía guardamos en la memoria cuando los equipos o deportistas españoles tenían que recurrir a la furia como gran baluarte nacional o al complot de la Pérfida Albión para justificar sus continuos fracasos, sus eliminaciones tempraneras o sus no clasificaciones para los campeonatos internacionales. Solo la actuación esporádica y aislada de algunos pioneros como Manuel Santana, Federico Martín Bahamontes o Joaquín Blume mantenían en alto el espíritu patrio. Pero esta condición de perdedores es historia para las nuevas generaciones de este país, que están acostumbradas a ver a sus compatriotas en lo más alto del podio, tanto en los deportes de equipo (fútbol, baloncesto, balonmano, waterpolo, hockey), como en las competiciones individuales (tenis, ciclismo, motociclismo, fórmula 1), incluso algunas veces en especialidades tan destacadas como atletismo, gimnasia y natación. Como si fuera lo lógico y normal. Actualmente, incluso en deportes tan alejados culturalmente de España como el patinaje disfrutamos de campeones. Pero como este nivel de grandeza deportiva no se corresponde con la realidad del país, es de suponer que tendrá su fin más pronto que tarde, debido a los drásticos recortes que se están llevando a cabo en los recursos destinados a la actividad deportiva. Si bien,en el ejemplo de los Nadal, Alonso y Gasol se encuentra la salvación. 

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